No se puede cambiar el pasado, miremos hacia el futuro.

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Un día más, amanecí bajo las cálidas sábanas azules de mi cama. Sólo eran las ocho de la mañana, por lo que en la casa reinaba un profundo silencio, y así seguiría por al menos una hora más.

Había pasado ya una semana y todavía tenía la cabeza dando vueltas sobre los mismos asuntos.

Por un lado estaba Clarissa, mi abuela.

No me gustaba saber que mi decisión de no aceptar su apellido la entristecía, pero ella había permitido que su marido echara a mi madre de su casa, y prácticamente de su familia. Quitarle su apellido, ¿no era como decirle: Ya no eres hija mía?

Por otro lado, Alessandro. ¿Debíamos hablar o callar?

Suspiré frustrada y me levanté arrastrando conmigo la colcha de la cama. Caminé hasta el bonito asiento que Gina había creado para mí delante de la ventana, y me senté para ver la danza de las luces del jardín. Intentaba relajarme y dejar la mente en blanco, pero la charla que había tenido con mi madre venía una y otra vez a mi cabeza.

Daniella... Me giré y vi a mi madre con la cara marcada por la preocupación y una pizca de vergüenza. Siento haberme ido ayer... Tenía... dolor de cabeza.

Agachó la cabeza arrepentida, haciendo reír a Axel.

Sólo fue una pequeña resaca, Antonella. Ella lo entenderá. Me miró divertido y yo asentí sonriendo. Nunca había tenido resacas, pero sabía por Lucía que eran horribles.

Podemos hablar ahora si quieres. Dijo mi madre pasando un mechón de cabello rojo por detrás de oreja. 

Miré a Nico y Alessandro, y ambos asintieron, enfundándome fuerza. Detuve mis ojos unos segundos más sobre el último, que sonrió levemente logrando que mis mejillas enrojeciesen.

¿Cuánto tiempo habíamos estado besándonos la noche anterior? No tenía ni idea, pero mis labios habían amanecido bastante hinchados y rojos. "Realmente apetecibles", había dicho él al verme en el pasillo.

"¡No, Daniella! Concéntrate. Tienes preguntas que hacerle a tu madre." Me reñí.

Sacando toda mi fuerza de voluntad, aparté la vista de su bonita sonrisa y me levanté del sofá. Me fijé en que Axel estrechaba a mi madre contra él para luego sonreírle y dejarla ir conmigo.

He pensado que, si no te importa, tu padre también podría estar presente. Él aún tiene alguna cosa que decirte. 

Los verdes ojos de mi madre, normalmente tan alegres, decididos y llenos de vida, se veían asustados, de modo que accedí a su petición. Miré a mi padre, que tenía los ojos fijos en Gina, mientras ella le sonreía y asentía levemente. Mi padre besó su frente y se giró para sonreírme con cariño.

Usaremos mi despacho.

Y allí estábamos los tres. Se me hacía demasiado extraño vernos juntos y solos en la misma habitación. Mis padres estaban relajadamente cerca uno del otro, agarrados de la mano, no como una pareja, sino como dos buenos amigos que necesitaban su mutuo apoyo. Parecía que el hecho de que yo hubiera aceptado a mi padre había logrado unirlos de nuevo.

¿Cómo habría sido mi vida si ellos se hubieran querido? ¿Cómo habría sido si Clarisa y su marido hubiesen aceptado a Axel? Tal vez, con cualquiera de las dos opciones, yo hubiera crecido feliz, al lado de mis dos padres. Pero, ¿habría conocido entonces a Alessandro? ¿Sería mi padre tan feliz al lado de Gina? ¿Qué habría pasado con Axel?

Mariposas eléctricas ©   (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora