18. Los planes

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Capítulo 18.

A la mañana siguiente, Isabel estaba algo adolorida, pero con una inmensa sonrisa en sus labios. Romina estaba dormida pegada a ella abrazándola y con la cara metida en su cuello, por lo que Isabel podía acariciar su espalda con la yema de sus dedos.

Se sentía como nunca y la felicidad que la embargaba, no le cabía en el cuerpo. Volver a sentirse una con Romina, era lo que le había faltado todos esos meses, para realmente sentir que todo lo del accidente había quedado atrás.

Su recuperación había sido un éxito en todo sentido, pues no hubo repercusiones más allá de las esperadas. La fractura craneal le había causado dolores de cabeza por un tiempo, pero fueron mermando hasta desaparecer completamente. Su pierna, con la terapia, también había recuperado su movilidad normal y sin molestia ninguna, entonces, médicamente, todo había resultado bien, pero aún así, sentía que le faltaba algo en su interior, o al menos, así se había sentido hasta la noche anterior.

Sabía que Romina la había evadido todo ese tiempo no por falta de deseo, sino para evitar hacerle daño en medio del furor de la intimidad, pero eso, no había evitado que se sintiera rechazada y no deseada, así que poder corroborar con hechos, que Romina la deseaba tanto como el primer día en que estuvieron juntas, le daba una tranquilidad que no podía describir.

Recordar su manera de tocarla, sus besos, sus expresiones de placer y sus gemidos incontrolables al hacer el amor, le habían ratificado, que Romina se entregaba de la misma manera en que ella lo hacía y eso le encantaba. Por otro lado, el recordar lo cuidadosa y delicada que había sido, ante su primera experiencia anal, también la tenía sumamente feliz. Era algo que quería experimentar desde hacía tiempo, pero con nadie había sentido la confianza suficiente para llegar a hacerlo. Y ahora todo cobraba sentido. Una vez más, la respuesta era Romina. Su corazón y su cuerpo, siempre le habían pertenecido a Romina y de eso, no le cabía la menor duda.

Sin darse cuenta, apretó un poco el agarre sobre la espalda de Romina con emoción, haciendo que esta, retomara la conciencia poco a poco. Movió un poco la cabeza en el cuello de Isabel y se quedó quieta unos minutos más, disfrutando de las caricias que recibía, mientras que Isabel, se quedó atenta comprobando si se había despertado o no.

Pensando que se había dormido, le dio un beso suave en la frente, recibiendo de vuelta, un ligero beso en su cuello, lo cual, le robó una sonrisa.

- Buenos días mi amor _ Le dijo en voz suave y ronca aún, por ser las primeras palabras del día.

- Buenos días _ Oyó de manera amortiguada, dado que seguía con la cabeza enterrada en su cuello.

- ¿Dormiste bien?

- Maravillosamente _ Respondió complacida - ¿Y tú? _ Preguntó luego de separarse un poco para poder verla a la cara. Isabel le sonrió con esa mirada de enamorada que tanto le gustaba.

- Como nunca mi amor _ Asintió.

Se miraron a los ojos por unos segundos, antes de que se dieran un beso suave sólo de labios, como primer saludo del día.

- Me alegra _ Dijo Romina - ¿Y... cómo te sientes? _ Preguntó con un poco de preocupación.

- Adolorida _ Respondió sinceramente _ Pero feliz _ Agregó, cuando vio que la mirada de Romina se había ensombrecido ligeramente al escucharla.

- ¿Te hice mucho daño? _ Preguntó con cierto dolor en la voz, pues se estaba imaginando que después de todo, no había podido evitarle el dolor la noche anterior.

- Noooo mi vida _ Tomó las mejillas de Romina con sus manos - No me hiciste daño, no digas eso.

- Pero acabas de decir que estás adolorida.

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