Capítulo 4
Tal y como lo habían acordado, el lunes siguiente Romina e Isabel buscaron a los mininos en el refugio. Para ese momento, ya habían comprado los transportadores, la comida, la arena sanitaria y varios juguetes para ambos.
Había gastado una fortuna, pero de haber podido, se habría llevado toda la tienda. Cada cosa que veía le consultaba a Isabel sobre si era o no necesario y aun después de varias negativas, el carro iba full.
Los mininos las reconocieron de inmediato y eso, terminó de enamorar a Romina, quien no veía la hora de llegar a la casa para poder jugar con ellos. Isabel por su parte, estaba fascinada con la actitud de Romina, pues era evidente el nivel de compromiso que estaba adquiriendo con la adopción y eso era sólo un motivo más, para sentir que ella era su complemento perfecto.
Romina vivía en un apartamento modesto en Chacao. Una zona de la ciudad de Caracas que internamente, era como un mini pueblo dentro de la gran ciudad, no tanto por la arquitectura de las viviendas, pues en su mayoría, era una mezcla entre edificaciones nuevas y viejas, sino por la gran variedad de tiendas pequeñas de extranjeros, la fraternidad entre sus habitantes, y lo cercano que quedaba todo.
El apartamento quedaba en una edificación no tan nueva, pero donde los apartamentos eran de gran metraje en su mayoría, razón por la cual, era bastante amplio y con espacio suficiente para que los mininos, sus juguetes, los kennel y los areneros, los pudiese ubicar sin problema alguno.
Mientras Romina se dedicaba a jugar y a compartir con los peludos, Isabel se había ofrecido para hacer la cena. Algo sencillo y ligero, pero lo justo para satisfacerlas a ambas. Mientras Isabel cocinaba, no dejaba de observar a Romina, no sólo su físico, sino su sonrisa, sus ojos, su manera de moverse, de acariciar a las motas de pelos. El cuidado que tenía para que no se hicieran daño. Lo tolerante que era ante los rasguños que sin querer le hacían, lo divertida que estaba ante la curiosidad por el nuevo espacio. En otras palabras, estaba extasiada con lo que veía y no podía dejar de imaginarse compartir ese hogar con ella.
Era un pensamiento tan loco y apresurado, pero tan real, que Isabel por un momento, se reprendió mentalmente. No se caracterizaba por actuar impulsivamente en situaciones relevantes, pero desde su encuentro con Romina, todo su raciocinio desaparecía cuando de ella se trataba. Y es que era imposible no sentir que ese era su lugar, pero también era cierto, que aunque su corazón le dijera otra cosa, en el fondo, eran dos desconocidas unidas por una conexión de antaño, que si bien se podía sentir su presencia en el ambiente, ya no eran las mismas niñas de años atrás, así que debía poner freno al vorágine de emociones, sentimientos y deseos, para dar paso a la prudencia, a la paciencia y la persistencia.
En principio, debía concretar su rumbo laboral y de vivienda. Estabilizar su vida personal, para poder pensar tan siquiera, en una vida amorosa, así que respirando hondo y con resignación, se dijo a sí misma, que pondría pausa al tema Romina. O al menos, lo intentaría.
- La comida está lista Romi _ Le dijo de manera cariñosa.
- Voy _ Respondió sonriente mientras veía cómo Pekas se trepaba por el sofá.
Isabel se mordió el labio inferior al saber lo que significaba esa acción a futuro y que Romina desconocía. "Adiós mueble".
Se sentaron en la mesa e Isabel le sirvió la comida, que no era otra cosa que pechuga de pollo a la plancha y ensalada de tomate, cebolla y aguacate.
Romina se sentó y al observar y oler el aroma de la comida, cayó en cuenta del hambre que tenía, así que comenzó a comer con gusto. Ella sabía cocinar y trataba de aprender platos nuevos al menos una vez al mes. Por otro lado, el primer domingo de cada mes, la familia se reunía en alguna de las casas, para almorzar y pasar la tarde juntos. Los padres de Romina y los padres de Nancy, habían establecido esa rutina desde jóvenes y fue algo que le inculcaron a sus hijos, por ello, sabía que dos veces al mes, comía algo distinto a su menú normal, pero aún así, disfrutaba una comida diferente con sazón distinta a la suya, de allí, que saboreó cada bocado.
ESTÁS LEYENDO
The One
RomanceLa vida es un constante caer y levantarse. Reír y llorar. Ganar y perder. Cada experiencia te enseña y te hace tomar decisiones. ¿Pero qué pasa cuando esas experiencias te hacen renunciar a ser feliz? ¿Qué pasa cuando te conformas con vivir y de p...