5. ¿Y ahora qué?

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Capítulo 5

La mañana llegó con el cantar de las aves, la luz del amanecer y una brisa fresca que si bien no llegaba al frío, incitaba a buscar calor en las frazadas o en el cuerpo cálido que tenía al lado. Romina no tuvo que pensarlo mucho, su cuerpo solo tomó la decisión y se movió en la cama hasta quedar pegada de la espalda de Isabel, quien dormía plácidamente.

Rodeó su cintura con su brazo, amoldó sus piernas con las de ella en forma de cucharita y metió la cara en su cuello, luego de apartar su larga cabellera.

De inmediato sintió su calidez y se dejó llevar para seguir durmiendo. El detalle fue, que a los pocos segundos, Isabel se movió, rozando con sus glúteos a su miembro, y éste, reaccionó al instante. O más bien, Romina se hizo consciente había amanecido en uno de "esos días" y hasta el más pequeño roce de piel, la puso peor.

Era martes y aunque en teoría debía ir a trabajar, desde la noche anterior, había decidido que no iría y que se quedaría con Isabel todo el día.

Ahora el detalle estaba, en si motivaba a Isabel a ayudarla con necesidad matutina, o lo dejaba morir como en cualquier otro momento. No quería parecer enferma, pero es que tener a Isabel entre sus brazos, despertaba sus ganas de una manera indescriptible. A pesar de haber tenido una noche bastante activa, aquí estaba otra vez, lista para continuar nada más pensar en lo divinamente que se sentía estar dentro de ella.

Un pequeño gemido se le escapó de sus labios al recordar cómo su miembro era acogido por el interior de Isabel, como lo apretaba cuando lo hundía y se quedaba muy quieta dentro de ella. Diooosss era tan glorioso ese momento.

Inconscientemente, su cadera se movió buscando frotarse con Isabel y este movimiento, aunque no había sido brusco, despertó a Isabel. Aún con la bruma del sueño, logró hacerse consciente del bulto que se frotaba en sus nalgas y una pequeña sonrisa se asomó en sus labios. Estaba cansada y un tanto adolorida por lo sucedido la noche anterior, pero a pesar de ello, le gustaba saber que ese deseo y esas ganas que Romina había demostrado antes, permanecían intactas esa mañana. La pregunta era, si su cuerpo era capaz de responder tan rápido como el de Romina.

Por lo general, no solía ser tan sexual, es decir, podía tener sesiones intensas como la reciente, pero su período de recuperación era un poco más lento. No quería dar una mala impresión a Romina o que pensara que no la deseaba. Dios sabía que no era así, la había hecho acabar de manera tan intensa que se sentía felizmente agotada, pero decirle que no en ese momento, podía enviar un mensaje totalmente erróneo, así que se mordió el labio inferior tratando de pensar en qué hacer.

Romina sintió el cambio en la respiración de Isabel y se dio cuenta de que la había despertado, así que de inmediato separó un poco sus caderas del cálido cuerpo, para evitar incomodarla.

- Lo siento _ Le susurró al oído con voz ronca.

Ese sonido hizo que una corriente pasara desde su oído hasta su intimidad haciéndola gemir. Al hacerlo, pudo sentir como la cabeza aterciopelada se movía por sí sola y Romina retenía la respiración. No hizo falta más, su cuerpo respondió por ella al sentir como su intimidad se contraía. Así que sin dudarlo, alcanzó la cadera de Romina y la pegó a sí misma otra vez. 

- Está bien beba me pasará _ Trató Romina de restarle importancia.

Si ya le parecía imposible dejarla guindada con aquella erección, después de escucharla diciéndole "beba", era impensable. Una de las cosas que siempre había escuchado de ella, era lo seca y poco cariñosa que solía ser, así que escuchar esa pequeña palabra dirigida hacia ella, la derritió por completo. Pero decidió no hacer aspavientos para no avergonzarla, más bien, decidió hacerle saber que estaba abierta a saciar su necesidad, así que movió su trasero pegándolo aún más de su erección y comenzó a moverlo lentamente de un lado a otro.

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