—Lo siento. —Le dije yo un poco arrepentida. Ahora me sabía mal, acababa de verlo vulnerable ante la sangre y ante su padre.
—¿Por qué?
—Por intentar escaparme.
—Se que en verdad lo sientes pequeña, pero voy a tener que castigarte.
—Otra vez no por favor.
—Tranquila, no será el mismo castigo que las anteriores veces.
—¿Cuándo lo vas a hacer?
—Esta noche, pero no verás los efectos hasta más allá de la madrugada.
Yo lo miré confundida, no sabía a qué se refería, y justo cuando iba a preguntar él habló.
—No te apresures, ya lo descubrirás.
Yo me recosté sobre el hombro de Ethan y él empezó a acariciar mi pelo. No sé porque, pero creo que estaba empezando a sentir algo por él, pero esta vez era de verdad.
—Pues al final no ha estado tan mal la cena. —Solté una pequeña risa al recordar la situación en el restaurante.
—¿Eso significa que te ha gustado beber mi sangre y que yo bebiera la tuya?
—Ha sido placentero, no te voy a mentir.
—Me alegra oír eso.
Giré mi cara para mirarlo, él acortó el espacio que nos separaba y besó mis labios suavemente. Al poco tiempo llegamos a casa y entramos, tenía ya bastante sueño y fui directamente al dormitorio. Al entrar me quité la ropa y me puse una de las grandes camisetas de Ethan para dormir.
Ethan hizo lo mismo y fue a donde yo estaba tumbada en la cama, dejando su cara a centímetros de la mía.
—Voy a por una cosa y vuelvo, no te duermas.
—Está bien.
Me dio un corto beso y como había dicho salió por la puerta de la habitación, para luego volver a entrar a los cinco minutos. Él se acercó hasta mí y en ese momento me fijé en que llevaba una jeringuilla en la mano llena de un líquido violáceo.
—¿Ethan, qué es eso? —Le pregunté yo un poco preocupada por lo que podría hacerme.
—Es el castigo amor. —Dijo para luego clavármela en el cuello y vaciar su contenido en él.
—Que... —No pude acabar la frase, ya que de golpe caí en un profundo sueño.
Desperté de repente, estaba sudada, tenía la respiración agitada y lo más importante, estaba demasiado excitada.
Miré el reloj de la mesita de noche y marcaba que eran las cinco de la madrugada, muy pronto para levantarme. Pero no podía volver a dormirme, la sensación de calor y de excitación aumentaba por momentos y esto me estaba preocupando y desesperando.
Ethan estaba a mi lado observándome atentamente y cuando vio que no paraba de revolverme en la cama a causa del malestar, llevó su mano a mi cintura y empezó a acariciarme.
—¿Qué me está pasando? —Le pregunté yo con la respiración muy agitada.
–Son los efectos del suero, el suero hace que entres en estado de celo, durante aproximadamente una semana.
—¡¿Por qué me haces esto?!
—Es tu castigo amor, además, me encanta que estés tan excitada las veinticuatro horas del día.
La sensación de excitación aumentaba y empezó a formarse un pequeño dolor en mi parte íntima de lo caliente que estaba.
—¿Ya ha empezado el dolor por la excitación? —Me preguntó él como si me hubiera leído la mente, cosa que no me entrañaría siendo hijo de Satanás.
Yo asentí con la cabeza.
—Puedo hace que disminuya. ¿Quieres que lo haga?
—Sí por favor, haz que pare.
Acto seguido él empezó a desnudarme y luego se desnudó él.
—Dios, mi amor estás empapada, tan apetecible... —Me dijo relamiendo sus labios y mirando mi parte íntima como si fuera un delicioso postre.
—¿Qué vas a hacer?
—Creo que es más que obvio, follarte, es la única manera de que la excitación, el calor y el dolor disminuyan.
Estaba tan concentrada en lo que mi cuerpo sentía que me parecía buena idea si eso ayudaba a que parase le sensación tan desagradable.
—Entonces hazlo ya, por favor.
—A sus órdenes señorita.
De golpe entró en mí, haciendo que soltara un gran gemido. Empezó lento, pero eso no era suficiente para saciarme, necesitaba más, mucho más.
—Más rápido, más...
—Me encanta que te pongas así.
Y acto seguido sus embestidas eran rápidas, duras y concisas. Llegaban a todo los rincones de mi interior, haciendo que disfrutara demasiado. Su cabeza estaba en el hueco de mi cuello y mordía y chupaba toda aquella zona. Mis manos fueron a su espalda, pero él cogió mis muñecas y las puso arriba de mi cabeza aumentando la dureza de las embestidas.
Por lo tan empapada que estaba no tardamos mucho en llegar los dos al orgasmo, haciendo que se corriera dentro de mí y yo alrededor de su polla.
—Joder pequeña, esto ha sido demasiado genial. —Dijo Ethan cayendo en la cama a mi lado.
La verdad es que compartía su opinión, además, me había ayudado muchísimo a reducir la sensación de excitación y por lo mojada y deseo que estaba lo había disfrutado mucho.
—Ha estado muy bien. —Le respondí yo mientras me subía arriba de él. —¿Podemos hacerlo otra vez? —Le pregunté yo con vos de niña pequeña e inocente al notar como el malestar volvía otra vez.
—Pequeña. ¿Quieres que te quite el dolor? —Contestó con otra pregunta mientras ponía sus manos en mi cadera y con su ayuda empezaba a moverme hacia delante y hacia detrás encima de él, notando como se empezaba a poner duro otra vez.
La verdad es que tener sexo con Ethan era una gozada, aparte de que era súper placentero, con él lo podía hacer todas la veces seguidas que quisiera, ventajas de ser un demonio.
Nos tiramos hasta las siete de la mañana haciéndolo, ambos estábamos sudados y yo muy cansada, demasiado como para ir a la universidad.
—Mi amor estás demasiado cansada como para ir a la universidad así. —Me dijo él levantándose de la cama para acercarse a mi lado y acariciarme la cara.
—Estoy bien, solo es un poco de sueño.
—No has dormido bien en toda la noche.
—Eso es tu culpa, pero si tanto insistes puedo quedarme en casa. —Le dije yo con cara inocente deseando que aceptara para así poder quedarme en casa.
—No te vas a saltar la universidad.
—Entonces no te quejes de que estoy en malas condiciones como para ir a clase. —Le dije yo empezándome a enfadar, no se ponía de acuerdo.
—Hay una forma de que te recuperes rápido y puedas ir a la universidad. —Me dijo él mirándome como si yo supiera a que se refería, y de golpe la idea de la que creo que estaba pensado vino a mi mente.
—No pienso volver a beber tu sangre.
—Vamos, si te gustó, además solo será un poquito, lo suficiente como para que te encuentres mejor.
—He dicho que no Ethan, prefiero irme así.
—Está bien, testaruda.
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Dama del demonio.
Roman d'amourKatherine Brown es una chica de 20 años que estudia Bellas Artes en Nueva York. Tras sufrir la muerte de sus padres en un accidente de tráfico ella está dispuesta comenzar una nueva vida sola y centrarse en los estudios, Pero todo se quedará en un i...