Almas.

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Los pensamientos se tropezaban en mi cabeza, por un lado mi cabeza era una tormenta y vientos fuertes, por el otro mi cuerpo permanecía inmóvil, el frío de la noche ya comenzaba a endurecerme las extremidades, pero mis piernas se negaban a moverse, no respondían. 

Estaba sentada, tomándome las rodillas, observé la única cosa que me acercó a casa, la luna, radiante, blanca, misteriosa y tan hermosa. 

—¿Por qué hice eso?—Le pregunté a la luna, esperando alguna respuesta, los ojos se me llenaron de lágrimas.

Sin respuesta alguna, mis piernas comenzaron a moverse, guiándome hacia el único lugar al que podría dirigirme, el departamento, donde Sira, ahí estaba mi único lugar sincero, mi hogar, mi amor, mi verdad, mi única verdad.

Abrí la puerta, él estaba parado detrás, despeinado y con una preocupación en sus ojos que pocas veces había notado. 

Sólo me miró y fue suficiente, con la conexión que teníamos él ya sabía lo que había vivido recientemente, mi charla con Lucifer, todo, fue una transmisión de pensamiento y sé que lo vivió exactamente igual que yo. 

Así que sólo abrió sus brazos y así sin dudarlo, me enrosqué en su torso, sus manos grandes y cálidas me acariciaron la cintura, me cobijaron, me sentí en el único lugar seguro que tenía, lo único que permanecía conmigo a través del tiempo. Podría describir la sensación como cuando de imprevisto la fuerte lluvia te sucumbe en una fría tarde de invierno y llegas a tu casa a tomar una ducha caliente. Eso era Sira para mi, el alivio después de la tempestad, mi paz. 

—¿Qué piensas?— Me preguntó luego de que me haya hecho un café caliente y me haya informado que Lucy se había quedado dormida. 

—En todo y nada al mismo tiempo.—Lo miré. —¿Es eso posible?— 

—Lo es.—Contestó compasivo. 

—Sira.—llamé su atención.— ¿Por qué un ser como lo era yo quisiera rebajarse al mundo de los humanos?—pensé un tiempo lo que estaba diciendo y continué.—Es decir, me veía tan, tan pulcra y tan empoderada que no parecía yo.—dejé la taza a un lado.

—A veces hasta las divinidades más grandes quisieran experimentar la simpleza de ser humano Medley, eso no es sinónimo de rebaja.— Me tomó la mano y me observó directamente a los ojos.—No hay nada más difícil que hallar las cosas más simples.—Pronunció y simbólicamente mi cabeza explotó en mil pedazos. 



La mañana no llegó sola, si no que la lluvia caía como baldes de agua y yo sólo sentía la necesidad, la enorme necesidad de dirigirme al hospital. 

No porque me sintiera mal.

Algo me decía que tenía algo pendiente allí. 

No era yo quien quería visitar aquél lugar, era mi espíritu, lo sabía, el mismo que había salido a la luz cuando aquel hombre en mi trabajo falleció en mis brazos. 

—Tengo que irme.—Le dije a Sira luego de limpiar mi taza. Sira y Lucy me observaban desde el otro lado del mostrador.

—Pero, no jugamos a las muñecas hoy—Lucy hizo puchero y sus ojos se humedecieron un poco. 

—No iré muy lejos.—Me acerqué a ella y me agaché a su altura.—Si quieres cuando vuelva, te compraré otra muñeca y vamos a jugar toda la tarde.— Le retoqué la coleta que ya se le estaba cayendo. Ella solo sonrió complacida con mi propuesta y siguió comiendo su tostada.

—Med.—Me llamó Sira.— ¿Dónde iras?— Preguntó preocupado.

—Hay algo que tengo que hacer, pero no te preocupes, de verdad.— Le sonreí y lo saludé con un beso. 

Él ni siquiera se ofreció a acompañarme porque claramente tenía que cuidar a Lucy. 

Estaba llegando al elevador cuando casi se cerraron las puertas, corrí y finalmente pude poner el pie. 

—¿No oíste que tomaría el elevador?— Pregunté algo enojada sin ver quien estaba dentro. 

—La verdad no.—Exclamó con expresión seria Dan. 

Me pareció inútil discutir y además, el hecho de saber que es un ángel caído al igual que Sira, me intimidó un poco. 

—¿Cómo has estado con tu...—Señaló su cuello.— Herida— Terminó la frase.

—Mejor, gracias.—Las palabras de Medley salieron más secas de lo que esperaba. —¿Tu?— Preguntó de vuelta para romper el hielo.

—Perfectamente, como siempre.— 

Los pisos parecían eternos, Medley sintió que jamás había tardado tanto el elevador en terminar su recorrido. 

—Lo sé todo.— Pronunció sin miedo Medley.

—Sé que lo sabes, yo también lo sé todo. Izraíl.— La miró, lo cual hizo que Medley se estremeciera. 

—Entonces dime.— Le dirigió la mirada también. —¿Por qué me dicen Izraíl?— Las puertas del elevador se abrieron y Dan salió primero, por supuesto ella lo siguió y no se quedó atrás.

—Parte del trato que hiciste con Lucifer y parte de ese encantamiento no permite que los demás podamos decirte el por qué estás aquí ni quien eres.—Se detuvo en seco y con actitud cansada le dijo.—Sólo debo decirte, que tu estadía aquí ya es lujo, intenta averiguarlo por ti misma antes de que todo sea un caos, si tanto quieres la humanidad como para haber renunciado a todo por ella, entonces vete, allí te necesitan y los muertos aún más.— No la dejó reprocharle nada ya que desapareció entre el tumulto de gente. 



Los pasillos del hospital estaban algo vacíos, pero ella sólo se dirigía a un lugar, el área de cuidados intensivos. 

—Señorita.— La llamaron a sus espaldas. —No puede estar aquí.— Medley se dio vuelta. 

—Lo siento, vengo a visitar a alguien, hace mucho no la veo.— Pronunció. 

—Si, pero no es horario de visita, ni tampoco el área, necesito que salg..— La interrumpieron.

—Enfermera, la necesitamos urgente en la 212.—Gritó una doctora desde el otro lado del pasillo, lo cuál hizo que la enfermera se diera vuelta una milésima de segundo y para cuando volvió a dirigirse a Medley ella ya no estaba allí.


La anciana de la habitación a la que Medley se había dirigido estaba rígida, en su último lecho de vida. Con algunas cosas conectadas a su piel que Medley no pudo distinguir demasiado, pero su cuerpo lucía sin..vida.

—Viniste.— Le dijo la señora con gran esfuerzo. 

—He venido.—Contestó Medley mientras le tomaba la mano, pero realemente no era Medley quien hablaba, si no su espíritu, era Izraíl en ese momento. —¿Cómo te encuentras?—

—Pues aquí me ves.—Sonrió amargada. —Ya no lo resisto.—

—¿Has tenido una buena vida Irma?— Le preguntó ya sabiendo su nombre. 

—Sí.—los ojos se le comenzaron a impregnar de lágrimas.

Pues Izraíl sabia que por los ojos de la anciana, estaba viendo pasar toda su vida, con sus altibajos, complicaciones y alegrías. Veía pasar todo, como una película. 

—Es momento entonces.— Le sonrió Izraíl mientras ladeaba la cabeza.

—Estoy lista.— Los ojos vidriosos de Irma se hicieron aún más vidriosos e iban perdiendo luminosidad, perdía su alma, o mas bien la liberaba.

—Buen viaje.— Izraíl cerró sus ojos, mientras aún tenía la mano tomada de Irma, quien poco a poco fue perdiendo fuerza  y su cuerpo se hizo más liviano, pues su alma ya no estaba allí. 

Medley volvió a ser Medley con el sonido de la máquina que controlaba los látidos del corazón de Irma. El cuál era un beeep constante. 

Se fue de aquel lugar antes de que los médicos llegaran corriendo. Sabía que no había nada que pudieran hacer. 

Con una sonrisa en la cara y lágrimas en los ojos, se sintió liberada, al ver y presenciar la liberación del alma de Irma. Encontró su propósito. Su razón de ser. 


𝕯 𝖊 𝖒 𝖔 𝖓' 𝖘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora