Se pasó todo el trayecto a su departamento pensando en mil cosas de las que podría ser.
Ella era alguien que ayudaba a los demás a encontrar la paz.
Ya no era un monstruo como lo venía creyendo anteriormente y eso la reconfortaba demasiado.
Venía tan ensimismada en sus pensamientos que no notó cuando alguien mucho más alto que ella venía caminando al lado suyo, con una expresión cómoda y desfachatada. Aún con su traje negro y su pelo perfectamente ordenado.
No se asustó.
—Ya se quien soy.—Le dijo como si se tratara de un viejo amigo.
—Así que ya estás lista para volver a casa, imagino.— Continuó sus pasos Lucifer.
—Aún no.—la expresión del ser se endureció un poco.
—Bien.— Meneó los hombros, aún con las manos en sus bolsillos del pantalón negro.—Sabes que jamás he tenido problemas con el caos y tener más almas para mortificar me parece una grata idea así que no interferiré en tus decisiones.—
—Pero.—Medley se frenó y lo detuvo a él tomando suavemente su brazo.—Se supone que yo les traigo paz a esas almas, he venido de liberar una Lucifer.—Frunció el ceño.
—Querida.—Echó su cuello hacia atrás y rio, con todas sus fuerzas, aunque las personas de al rededor parecían no notarlo.—Lo único que estás haciendo es quitarles la vida. Las almas, quedan estancadas.— Una sonrisa leve permaneció en sus labios y sus ojos adoptaron una expresión brillante.
El mundo de Medley volvió a estar de cabezas nuevamente. ¿Cómo podía ser que las almas queden estancadas si ella sentía que estaba liberándolos?
—¿De qué estás hablando? ¿Cómo que les quito la vid...—La interrumpió la soledad, al ver que él ya no estaba más allí, si no que la había dejado sola, en el medio de un tumulto de gente, gente que no la veía.
Al cabo de unos minutos llegó al departamento. Cansada, física y emocionalmente.
—Med, hay algo que tengo que decirte.—La interceptó Sira en la puerta. Ella se estiró por encima de su hombro para ver aquello que le estaba ocultando, pero la tomó de los brazos.
—¿Qué pasa?—Se asustó Medley intentando de salir de su agarre.
—Es Lucy.— Esas dos palabras, las únicas dos palabras que arruinaron su día más que cualquier otra cosa.
Y allí la vio, en el sofá, con la expresión más vacía que jamás había visto. Se acercó a ella corriendo y le tocó la cara, tan fría que la mano con la que la tocó también se estaba congelando.
—Lucy.—Le habló.
—Viniste.— Emitió una voz forzada y una leve sonrisa. —¿Jugaremos a las muñecas?— Preguntó.
—Claro que vine princesa y por supuesto que jugaremos.— A Medley no le importó el frío en sus brazos cuando la acunó encima de ella. —¿Cómo te sientes?— Le preguntó.
—Me siento mal, tengo mucho frío.—Pronunció tartamudeando mientras temblaba.
—Eso puede solucionarse.—Le sonrió Medley y se dirigió a Sira con la mirada.—Sira ¿Nos traes una manta?— Él se movió a sus órdenes y llegó con una enorme manta rosa.
—¿Así está mejor?—Preguntó Medley mientras la tapaba.
Lucy negó suavemente con la cabeza. Y claro que no estaba mejor, el frío que tenía no era mundano, era el frío de su alma, de su alma inquieta que vagaba por aquí hace tanto tiempo. Se estaba desintegrando, estuvo aquí mucho tiempo estancada.
Y la naturaleza siempre, siempre reclama lo suyo para enviarlo a donde pertenece.
—Espérame aquí.— Le dijo Medley a Lucy mientras la tumbaba nuevamente en el sofá y se dirigió a la cocina.
Caminó en círculos por la cocina, desesperada, la agitación en su pecho se estaba haciendo presente de nuevo y la angustia añoraba con salir por sus ojos. Se obligó a calmarse.
—¿Qué haremos?— Le preguntó a Sira quien estaba a su lado.
—No hay algo que podamos hacer Medley.— La tomó del brazo.
—Siempre hay algo por hacer, tiene que haberlo.—Se detuvo pensando.—No puede ser justo que no haya paz para ella.—Lo miró.—¿Qué pasará si empeora?— Sira no le contestó, se notaba la incomodidad en sus ojos. —¿Qué pasará?— Volvió a preguntarle sin obtener respuesta.
—Desaparecerá.—
Desaparecerá, desaparecerá, desaparecerá.
Se repetía en su cabeza una y otra vez, la vista se le encegueció un poco, con las manos temblorosas de los nervios su cerebro procesaba información a mil por hora, buscando alternativas, respuestas, ella no podría desaparecer.
De repente olvidó que estaba saliendo disparada de su departamento, con Sira siguiéndole los pies sin escuchar sus llamados.
Estaba en frente a la puerta de al lado tocando frenética con el puño.
—¿Qué demoni..—Dan se interrumpió a verla, con esa expresión sombría en su rostro.
—Necesito preguntarte algo y necesito que me ayudes.—Pero más como un pedido de ayuda, sonó como algo imperativo.
Medley se dirigió nuevamente a su departamento y eso le dio la pauta a Dan de que debía seguirla, al igual que Sira.
Al entrar al departamento donde yacía Lucy tan vacía, un ambiente deplorable se sintió.
—¿Cómo puedo liberar su alma?—Le preguntó.
De repente las palabras de Lucifer resonaron en su conciencia, con ecos, como si de una broma de mal gusto se tratara.
'No liberas sus almas, esas almas están estancadas'
—No puedes.—Le dijo mientras observaba a Lucy y la expresión de Medley se endureció aún más. —Ya es tarde para eso.— Se dirigió a la puerta de entrada.
—Espera.—Empujó la puerta nuevamente impidiéndole el paso.—¿Qué pasará si ya es tarde? ¿Dónde irá su alma?— Las preguntas se pisaban unas con las otras.
—Quedará por la eternidad en el río de las almas perdidas, las que no se reclaman.—Esta vez fue Sira el que contestó.—Allí van las almas por ejemplo de las personas que eligen terminar con su vida.—Prosiguió.
—No lo entiendo, alguien tiene que regular eso, hay alguien a quien podamos pedirle la liberación de su alma, no puede simplemente irse y desaparecer.—Medley sonó enfadada y frenética.
—Si, tú.—Respondió seco Dan y el mundo de Medley pareció caerse una vez más a sus pies. —Pero incluso aunque quisieras ya es tarde, está desapareciendo.— La señaló a Lucy.
Antes tenía una expresión fría, pero ahora estaba pálida, fría, violeta, entumecida.
Medley la socorrió de inmediato y cayó a su lado tomándole la mano.
—Lo siento tanto.—Las lágrimas afloraron de sus ojos, una tras otra.—Lo siento, lo siento Lucy, perdóname.—Le imploró. —No he podido...—Las palabras salían de su boca con una expresión de dolor que hasta Dan se estremeció. —No he podido llevarte con tu familia, te he fallado.— Explotó en llanto.
—Mh..—Gimió un poco la niña.—Pero tengo el mejor osito del mundo.—Pronunció haciendo referencia al regalo que ella le había dado y emitió una pequeña sonrisa, con las pocas fuerzas que le quedaban.
—Y va a ser tuyo siempre.—Le acarició la frente.
—Med.—La llamó.
—Dime.—la miró de costado.
—Te quiero y te extrañaré.— Sus ojos se estaban difuminando, como si fuese agua.
—No digas que me extrañarás si no iremos a ningún lado.—Medley la removió un poco para que no se durmiera, pero la niña no estaba respondiendo. —Lu.— La movió nuevamente.
Se dio vuelta temblorosa y con los ojos rojos de las lágrimas para encontrarse con Sira y Dan en el umbral de la puerta, ambos cruzados de brazos, contemplando la situación.
—Lucy.—La volvió a llamar.—Lucy no te duermas.—Intentó sentarla.
De repente, la figura de la niña comenzó a translucirse, como si se estuviera difuminando, desaparecía.
—¿Qué?—Se sobresaltó Medley e intentó sujetarla pero era como tomar el aire. —No, no, no.— Se exasperó.
—Basta, Med, no puedes hacer nada, ya está.— Sira la levantó pero ella forcejeó con él.
—Espera, podemos..—Estaba fuera de sí.—Podemos llevarla a un hospital.—Se volvió a agachar a su lado con lo poco que quedaba de Lucy.— Despierta Lu.—Le dijo.
—Ven aquí, ven aquí.— Sira volvió a tomarla, pero ella no se resignaba.— Mírame a los ojos, mírame.— Le dijo Sira en el medio del forcejeo y le tomó la cara llena de lágrimas con las dos manos. —Ya está, se fue, no puedes hacer nada.—
La cara sin expresión de Medley no emitía nada, tan sólo lágrimas y lágrimas. Se sentía vacía y un poco también era como si Lucy se hubiera llevado parte de su alma.
Para cuando volteó a verla otra vez, ya no estaba allí, tan solo la manta rosa y por supuesto.. su osito.
Sus extremidades estaban blandas, como una gelatina, sentía que no podría mantenerse en pie mucho tiempo de no ser por Sira que la sostenía.
—Si puedes hacer algo en realidad.— Dan habló y una chispa, pequeña chispa de esperanza la inundó a Medley.—Volver a tu lugar, donde perteneces, para que ya ningún alma tenga que sufrir de esta manera.—
—Basta.—Pronunció Sira.—Vete de aquí.—
—Es la verdad y lo sabes, ella no pertenece aquí, almas están sufriendo por su culpa, por su egoísmo.—Se acercó a Sira amenazadoramente.—Y tú.—Lo señaló.—Eres culpable también de lo que le pasa, incluso más que ella misma— Dijo esto y se marchó.
Las palabras resonaban lejanas en los oídos de Medley, seguía en un estado de shock que jamás había experimentado, era como si nada tuviera en su conciencia ahora mismo, como si sus párpados abrieran y cerraran en cámara lenta y estuviera anestesiada por un sueño agotador.
Esa sensación era la más mundana que iba a tener alguna vez y allí sintió, o más bien Izraíl sintió que su cometido allí ya estaba hecho.
La frustración, la desdicha la carcomía por dentro.
Sólo de algo estaba segura.
Jamás sintió tantas ganas de volver al lugar donde pertenecía, aunque ni siquiera sabía cual era.
Pero ahora en su mente lo único que afloraba y pronunciaba tan fuerte eran cinco palabras, que esperaba resonaran y llegaran en algún recóndito lugar de aquél río de almas perdidas, tan fuerte para que ella pudiera llegar a oírlas. Incluso eso le quedó pendiente decirle.
Yo también te quiero Lucy.
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𝕯 𝖊 𝖒 𝖔 𝖓' 𝖘
Fantasy-Recuérdame-fue el susurro fugaz que escuchó antes de sumirse en una neblina de acontecimientos pasados. Algo nunca antes visto en la historia de la humanidad y no tan humanidad. ¿Acaso el amor podía desafiar todo? ¿Acaso el amor trasciende vidas y...