La pequeña Lucy.

154 19 1
                                    



Lo cierto es que luego de develar su 'secreto' a sus nuevos amigos, aquello había dejado pensando a Medley y otra vez resonó en su cabeza la misma pregunta.

¿Qué soy?

Algunas respuestas me hacían recordar mi anterior vida, en la que decía que era un monstruo, pero realmente lo sentía así. 

También recordó mencionar que no era humana, pero.. ¿realmente no lo era? a este punto lo dudaba. 

Desearía tanto poder obtener las respuestas que tanto anhelaba de la boca de Sira, pero por algún motivo, él no quería que así fuera, o eso le dejó en claro la última vez que lo vió. 

Sira.. Al aparecer en sus pensamientos, nubló todos los otros, ocupando cada espacio de su mente y al parecer de su corazón. 

Extrañar duele, y por fuera de lo que cualquier médico o científico pudiera decir, realmente dolía, en el cuerpo, en carne viva, era abrumador, como si una parte de su alma estuviera retorciéndose de dolor intentando buscar su otra mitad perdida. 

¿Acaso eso sentirán todos los seres humanos cuando se separan de la persona que aman?

La taza de café yacía fría sobre mi mesa, estaba tan concentrada en mis pensamientos que olvidé que la tenía. 

Comenzaba a pensar que quizás había abandonado a Sira inútilmente y que ésto no serviría si ni siquiera sabía por donde empezar a buscar. 

Medley tenía algo muy claro, era casi como su dilema y era que donde quiera que estés, lo que es para ti, va a suceder, siempre, sólo que también ocurría con las cosas malas y que había ocasiones en las que uno debía entregarse a la situación, lo cuál muchas veces la sacó de apuros, es decir, si un problema no tiene una solución aparente, entonces deja de serlo. 

Sin más tomó su campera negra y salió del departamento, encerrada sólo conseguía atormentarse más y más con pensamientos que no le eran útiles. 

La noche comenzaba a caer y con ella, algunos copos de nieve, dispersos, pero que le golpeaban las pestañas de vez en cuando. No era una sensación molesta, si no todo lo contrario, se sentía viva. 

En las calles parecía como si la gente olvidara el frío y la noche que se aproximaba, Medley observaba parejas riendo, grupos de amigos de la misma manera, algunas personas solitarias que sólo se limitaban a sentarse en alguna silla de aquellos bares acompañados con su café.

Pero alguien le llamaba mucho la atención, una niña, pequeña, por lo que pudo deducir de unos 7 años de edad, delgada y muy escasa de ropa para el frío que hacía, pero en su piel reinaba un color blancuzco, casi como si tuviera hipotermia. Ella sólo caminaba por el medio de la gente, como buscando a alguien, una mirada, un atisbo de reconocimiento, se la veía tan desorientada que el corazón de Medley sintió que crujía. 
No tuvo que acercarse a ella para ayudarla, ya que de un momento a otro se chocó con su cuerpo.

—¡Oh! Cuidado.— Le dijo Medley mientras que la tomaba por los hombros para que no cayera. La pequeña niña con pelo lacio la miró asombrada, e ilusionada. 

—¿Me hablas a mí?— Contestó con su tierna voz y sus grandes ojos marrones se iluminaron. 

—Sí, niña, te congelarás aquí.— Continuó Medley. —¿Dónde están tus padres?— Preguntó mientras buscaba entre la multitud alguien que esté buscando a la pequeña.

—No lo sé, no sé dónde estoy, he estado aquí mucho tiempo pero me ignoran.— Con su última palabra dicha empezaron a brotar lágrimas de sus ojos pero impidiendo inútilmente que la viera se las quitó de un momento.

—Tranquila, espera, ven.— Medley quiso llevarla a un lugar donde no hubiera tanto ruido ni tanta gente para que se sintiera mejor, allí en el medio de esa gente sentía que las estaban observando mucho. Al tomar su mano para guiarla, la sintió helada, sólo pudo pensar en el frío que estaría sintiendo. 

—Tú no me ignoras.—Susurró mientras llegábamos a una calle de adentro, donde la gente no llegaba y el sonido era lejano. 

—No niña. ¿Por qué lo haría?—Cuando iba a continuar hablando fue interrumpida.

—He pedido ayuda durante mucho tiempo.— Contestó con la voz quebrada y su boca se torneaba hacia abajo y su labio inferior comenzaba a temblar.—Pero nadie, nadie me escucha, me ignoran.— Contestó.

—Escúchame.— Medley se agachó a su altura para poder verla a los ojos, pero vio algo diferente en ellos, o más bien, una ausencia, una sensación extraña, que ignoro.—¿Quieres que hable con la policía? Ellos encontraran un lugar para ti, te prometo que estaré contigo.— 

—No.— Dijo sin más.—No lo entiendes.—Miró hacia el suelo.

—Ten.— Medley se quitó su abrigo y lo depositó en los hombros de la niña, el cual le quedaba enorme.—¿Cómo te llamas?— Le pregunté amablemente. 

—Lucy.—Agachó la cabeza y elevó sus ojos en mi dirección.

—Es un bello nombre Lucy.— Mis palabras hicieron que sonriera y me sentí completamente feliz.—¿Qué te parece si vamos con la policía para que puedan encontrar a tus padres?— Le pregunté mientras tomaba sus dos manos, pero ella sólo negaba con su cabeza.—¿No quieres encontrar a tus padres?—

—No es eso.— Contestó tímida.

—¿Qué ocurre entonces? Puedes contarme.— Medley observó una pareja que pasó a su lado y la miraban extrañados. 

—La última vez que los vi ellos.. ellos tenían mucha sangre, no lo sé, no se donde están.— De repente liberó toda la angustia acumulada en un llanto estrepitoso y se lanzó a mi cuello en un fuerte abrazo, el cual sólo pude corresponder. 

—Tranquila.— Le dije mientras la rodeaba con mis brazos y acariciaba su cabeza. —Mírame.— Me hizo caso y sequé con mis pulgares las gotas que caían sin cesar de sus ojos. 

Y ahí pude verlo, tan claro que la realidad me chocó estrepitosamente haciendo que mis oídos pitaran en un abrupto cambio de presión sanguínea. Me recompuse en el instante.

—¿Dices que, te ignoran?— Pregunté con algo de temor en su respuesta, pero ella asintió con la cabeza.

Claro que lo entendía, las miradas de las personas, no eran porque veían a una niña llorando, si no porque me veían a mí hablando sola, ella vio a sus padres ensangrentados porque probablemente hayan tenido un accidente de algún tipo, pero sus ojos fueron los que me dieron la respuesta.
Sus ojos, hermosos, llenos de inocencia y de pureza, estaban vacíos, con un alma atormentada queriendo escapar, lo gritaba. Era su alma, atascada aquí, en éste mundo, en ese cuerpo.

Lucy estaba muerta.

Ya no era simplemente una sospecha, luego de que al no quedarme tranquila con mis pensamientos y llevar a la niña a mi departamento, me adentré en una búsqueda de diarios, como si mi camino estuviera marcado, y así fue, en la portada de un periódico la nota era clara.

''Fatal accidente automovilístico que se cargó con la vida de una familia.''

Sólo me bastó ver la imagen, los padres abrazando a una niña, a Lucy y en el otro extremo las palabras sobraban. 'No hubo sobrevivientes.' Entre algunos detalles más de cómo había sido producido. 

Las piezas se estaban acomodando por fin, aunque no de la manera que quisiera.

Me sentía perdida. 

¿Por qué podía verme sólo a mí? ¿Qué haría con ella? ¿Cómo podría ayudarla?

Las preguntas se atropellaban frenéticas en mis pensamientos. Así que sólo pude preguntarle una cosa.

—¿Tienes hambre?— Pregunté mientras la observaba cómodamente sentada en mi sofá. 

𝕯 𝖊 𝖒 𝖔 𝖓' 𝖘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora