Medley Empoderada.

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Dos días después ya me encontraba más asentada en lo que a mi salud respecta y con Lucy nos volvimos grandes amigas. Le he explicado un poco la situación que ni siquiera yo lograba entender, pero quise decirlo de una forma en la cuál todavía existiera la mágia en su vida de niña. 

Le dije que no podían verla porque ella no estaba en el mismo plano que nosotros, que ella era más bien como una princesa a la cuál vendrían a buscar para llevarla a su castillo. Aún puedo recordar como le brillaron los ojos y su entusiasmo se hacía notar. 

'¿Mi familia estará allí esperándome?' Había preguntado Lucy y con un dolor en el pecho le aseguré que sí, que así sería y que su madre seguramente estaría preparando ricas comidas para su llegada. 

'¿Pero, tu eres una princesa también? ¿Por eso puedes verme?' Preguntó minutos después, sólo que ésta, la tomó por sorpresa ya que ni Medley sabía por qué podía verla. Sólo le sonrió y evitó responder. Lucy no había insistido. 

—¡Hey!— Le gritó alguien mientras Medley cerraba la puerta de su departamento, haciendo que se diera vuelta hacia la dirección en la cuál la llamaban. 

—¿Qué pasa Dan?— Pregunté mientras me acercaba hacia la dirección del ascensor. 

—Dile a Dina que Aisha irá unos 20 minutos más tarde, está con problemas estomacales, yo te encontraré en el camino.—

—Okey.— Contestó Medley mientras se metía al ascensor y oprimía el botón de planta baja. 

Las puertas se iban cerrando hasta casi chocarse cuando en una mísera rendija que había quedado abierta pudo ver su silueta y sus ojos, desde el otro lado del pasillo. 

¿Sira? ¿Qué hacía aquí? Entonces no había tenido alucinaciones, o quizás ésta sólo era otra de ellas. 

Intentó colocar el pie en el medio de las dos puertas que se cerraban pero ya fue tarde, las enormes puertas de metal, estaban cerradas. 

Su respiración agitada y su rostro asombrado se dejaron ver en el enorme espejo del ascensor. 

¿Acaso me estoy volviendo loca? Se preguntó a sí misma. 

Mientras caminaba por las frías calles de Alaska se detuvo en un lugar de unas calles de adentro que le llamó la atención. 

'Tarot y Espiritismo'  Decía en el letrero.

Sólo observó un poco hacia adentro y encontró muchas estatuas de distintos dioses, todos los que te imaginaras, era algo raro encontrar a Dios y al Diablo uno al lado del otro. 
Atrás de todo había unas telas rojas colgadas casi como si fueran vestidores, y en los estantes, algunas velas rojas, negras, violetas, y todo lo que podrías imaginarte. 

Con un poco de pesar entró. 

—¿Hola?—Preguntó mientras se adentraba. No había nadie.

—Voy en un momento.— Contestó una persona, por su voz parecía una anciana.

Medley no contestó y sólo se dispuso a observar el lugar con más cercanía. 

Crucifijos, crucifijos al revés, ¿tablas ouija? sí, tablas ouija..

Arañas disecadas en enormes frascos, botellas con líquidos, parecía sacado de una película de terror. 

—Aquí estoy.— Contestó la señora de pelo blanco, muy baja y con bastante arrugas en su cara, aún ni siquiera me había visto ya que estaba colocando unas velas blancas en mostradores de abajo. 

—Si, necesitaba preguntarle algo..yo— Dudé si contestar ya que sentía que no me estaba prestando atención. 

—Continúa.—Dijo mientras seguía acomodando cosas en sus estantes sin siquiera mirarme. 

—Pues, hace poco conocí a una niña, que aparentemente nadie la ve, pero yo sí, realmente quiero ayudarla pero no sé cómo.— 

—Bueno, es un poco..—Dirigió su vista hacia mí, por primera vez desde que llegué. 

—¿Un poco qué?— Continué mientras observaba su mirada posada en mí. 

Su mirada ensombreció, como si hubiera visto al mismísimo Lucifer postrado aquí en su tienda.

¿Qué rayos le pasaba a la gente?

La anciana camino hacia atrás temerosa.

—Señora. ¿Está bien?— Le pregunté acercándome, la noté pálida, como si fuera a desvanecerse. 

—No te acerques.— Pronunció con la poca voz que le salía.  —Váyase de mi tienda por favor.— Respondió.

—¿Pero qué..?—Medley fue interrumpida. 

—Por favor, no quiero tenerla aquí, tengo familia, hijos, váyase, se lo suplico.— Contestó con la voz temblorosa y casi podía sentir que se arrodillaba en súplicas. 

—No vengo por usted.— Respondió Medley con determinación y se desconoció a sí misma. —He venido a que me ayude.— Contestó segura de la posición que tenía allí y de repente le gustó sentirse con esa autoridad. 

—Pero.— Continuó.—¿Cómo podría ayudarla yo?—Preguntó como si aquello fuera lo más estúpido del mundo.

—¿Piensa que le haré daño? ¿Señora Elina?—Preguntó clavando su mirada en sus ojos, mientras levantaba el mentón. 

Era como si no fuera ella la que hablaba, si no su alma.

—S..Sí.— Contestó titubeando. 

—No lo haré, le doy mi palabra.—Respondió mientras llevaba una mano a su corazón.—Pero realmente necesito de su ayuda.—Continuó.—¿Lo hará?— 

—Lo haré si luego te marchas y jamás vuelves por aquí.— Se acercó temerosa hacia donde estaba antes.

—Sabe que no puedo prometer eso, y sabe que algún día inevitablemente volveré.—Respondió Medley sin reconocer aquellas palabras, como si estuviera poseída por..¿ella misma?

—Concédeme ese deseo, por favor.—Suplicó.

—Usted sabe bien que yo no soy la que concede deseos, se ha equivocado de persona.—De repente Medley se sintió enorme, se sintió fuerte.

—Está bien. Te ayudaré.— Contestó. Y cuando Medley estaba a punto de hablar la interrumpió.—Pero no hoy. Puedes venir mañana.—

—Bien, espero encontrarla aquí Elina, ha sido un placer.—Medley extendió su mano para que la señora la tomara, pero ella no se movió de su sitio.—Vamos, no sea tímida.—Contestó Medley maliciosa. Ella no era así.

—¿Cómo sabías mi nombre?— Preguntó la señora mientras le daba la mano temblorosa.

—Bueno..—Respondió Medley apretando su mano.—Creo que ya sabe la respuesta, incluso más que yo.—Sonrió de costado y salió de la tienda.

Y al chocar con el frío aire se sintió extraña, como si hubiera sido otra persona la que habló antes e incluso algunas cosas no recordaba ya de lo que había dicho. 

En la esquina del bar se topó con Dan, apurado. 

—Hey.—Lo llamó por la espalda. 

—Oh, hola Medley, creí que estarías en el bar ya.—Contestó mientras cruzabamos.

—Pues sí, es que, he ido a otro lado primero.—Sonrió.—¿Aisha está mejor?—

—Creo que sí, dijo que vendría luego, si es que se siente mejor.—Respondió mientras llegábamos a la puerta del bar y nos dirigíamos luego hacia el depósito. 

𝕯 𝖊 𝖒 𝖔 𝖓' 𝖘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora