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Susurros a la espalda. El origen de la fe ciega I
Esa noche fue distinta a las demás en la enfermería, pudo dormir un poco mejor, aun cuando la persona a su lado era parte de la provocación de sus malos sueños, algo irónico hasta cierto punto.
Fushiguro miraba el rostro de Caín con mucha concentración. Sus labios entreabiertos y los mechones de cabello despeinado que caen sobre su frente mientras duerme, y su cuerpo subiendo y bajando con cada respiración. Curioso y tranquilo viniendo de alguien a menudo irascible y amargado. La imagen se talla tan bien en su mente.
Levanta su mano y sus nudillos acarician la suave piel morena con tranquilidad. Tersa. Adora el dulce tacto que encuentra cada que la toca.
Si, esta tan embelesado con la imagen que solo piensa en quedarse ahí para siempre.
Hay un pequeño toqueteo en la puerta, que obliga a Fushiguro a levantarse con sumo cuidado para no despertar a Caín. Camina refunfuñando a la puerta y cuando la abre, encuentra a Itadori y Kugisaki, parados.
- Hola, nos mandaron a buscarte, ¡acaban de asignarnos una misión! - Dice el pelirosa emocionado, mientras mira a su compañero con una de sus típicas sonrisas matutinas que parecían nunca abandonar su cara.
- No encontramos a Caín, ¿Habrá salido? - Pregunta Kugisaki mirando a Fushiguro de manera inquisitiva.
Un gruñido molesto suena en el interior de la habitación. Los chicos afuera asoman la cabeza para mirar.
