𝚎𝚙𝚒́𝚕𝚘𝚐𝚘

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Meses más tarde...


—Oh sr. Barnes, creo que llegó temprano, ¿cómo se encuentra hoy? —saludó la recepcionista.

—Hola Linda, no muy bien —murmuró, pegado al mostrador, sosteniendo su nariz—, ¿crees que podría pasar al consultorio a esperar a la Dra. Raynor?

Ante la sonrisa bonita del hombre, Linda asintió. Caminó, moviendo sus caderas exageradamente mientras el sargento la seguía y abrió la puerta para él.

—Gracias —dijo Bucky, ella le arrojó una última sonrisa coqueta y lo dejó cuando lo vio caminando directamente al baño.

Bucky se miró al espejo, preocupado y vio la pequeña hemorragia bajando a su boca.

—¡Por todos los cielos! ¿Ahora, en serio? —masculló, sacando un poco de papel higiénico para limpiar la sangre de su nariz.

Estaba casi saliendo del baño cuando volvió y tomó el rollo para llevarlo al sillón. Se apoyó allí, mirando el techo y esperó a calmarse. Miró su celular, sintiéndose mareado y decidió que era mejor empezar a respirar como le enseñó su terapeuta para cuando tenía un ataque de pánico.

—Eres un maldito hijo de puta, ¿lo sabías? —masculló a la nada. El consultorio estaba vacío. Estaba sudando y se quitó la chaqueta de cuero, y se quedó totalmente quieto luego de eso, intentando no vomitar.

Miró un punto fijo y vacío por largos minutos, concentrándose en inhalar y exhalar pausada y consientemente, se sentía confundido y ansioso, pero luego su respiración se empezó a ralentizar y se calmó. Un extraño adormeciendo lo invadió mientras su visión borrosa volvía a enfocarse con lentitud. Por otra parte, su mente en blanco volvió a calibrarse y su lengua pareció cobrar vida otra vez, luego de adormilarse.

Pasó alrededor de un cuarto de hora para que él reaccionara otra vez, gracias a los suaves masajes que hizo en su cara, como si estuviese comprobando que realmente estaba allí. Pero un llamado en su celular fue lo suficientemente oportuno como para que él supiera que ahora estaba con vida. Sacó un poco de papel higiénico, limpió la sangre que estaba seca en su boca y atendió la llamada.

—Hola Buck —le saludó—. Acabo de recibir un paquete tuyo y no sé si deba abrirlo, ¿son cosas tuyas o es para mí?

—Hey, Sam, que lindo oírte —dijo él—. Es un regalo, ábrelo.

—¿Qué me compraste? —preguntó intrigado—. ¿Una camisa?

—Te escuchas emocionado, revisa, bombón. Es mejor que una camisa.

Sam sonrió al otro lado del teléfono, y se escuchó el ruido de papeles.

—Me gusta cuando me llamas así, no lo haces seguido —susurró, poniéndolo en altavoz mientras quitaba el papel fino que protegía la prenda que llegó por correo. Bucky también sonrió mordiendo sus labios.

—¿Te gusta? —preguntó, al escuchar un gemido de sorpresa.

—¿Qué demonios es esto?

—Oh, ¿no te agrada? —preguntó James, entusiasmado, mientras escuchaba la sorpresa de Sam al otro lado del teléfono.

—¿Me compraste lencería?

—Sí, ¿por qué no? —dijo el otro, divertido por lo descolocado que estaba su novio al otro lado.

—No pensé que gustara esto —dijo Sam, claramente avergonzado, mientras levantaba las distintas prendas y revisaba, totalmente anonadado.

—¿Sabes... lo que extraño nuestras noches en el barco? —murmuró James, comenzando a darle a la conversación un giro inesperado—. Y... ¿Lo mucho que extraño sentir tus nalgas en mis manos?

𝙋𝙧𝙤𝙗𝙡𝙚𝙢𝙨 » 𝙒𝙞𝙣𝙩𝙚𝙧𝙛𝙖𝙡𝙘𝙤𝙣 / 𝘽𝙖𝙧𝙤́𝙣𝙒𝙞𝙣𝙩𝙚𝙧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora