27. La despedida.

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La despedida

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La despedida.


—Yaraldine, tu rendimientos este mes ha ido de maravilla. —Parpadeo varias veces para enfocar a Jeremy, mi jefe, luego de haber tenido la vista clavada en la pantalla del ordenador mientras redactaba un informe.

—¿En serio? —Frunzo el ceño. Mi rendimiento ha estado normal, nada digno de alabanza.

—Por supuesto, ¡ha sido esplendido!

Entrecierro los ojos con desconfianza, Jeremy no es de elogiar el trabajo de nadie, solo si se hace una venta grande, y esa la hice hace casi una semana, el lunes, si no me equivoco, hoy estamos a viernes y no he estado involucrada en ninguna venta grande desde ese día. Además, ya me lanzó flores en el camino por esa venta.

—Gracias, supongo —respondo, recelosa.

Entra a mi oficina y se sienta en una de las sillas frente a mí.

—Verás, Yeraldine, necesito que hagas algo por mí. —He aquí el motivo de su amabilidad—. Hay una joyería que está en venta y está en una ubicación excelente, pero la competencia, el maldito Carlan, la quiere. Necesito que vayas y convenzas a esas personas de que vendan con nosotros.

Es impresionante la confianza que tiene en mí para pedirme una cosa como aquella, y a cualquiera le encantaría que su jefe le tuviera ese tipo de confidencialidad, pero a mí no. Jeremy es un cretino en todas sus letras y quiere esa joyería por pura avaricia y envidia. ¿Voy a aceptar ser parte de esto? Ni loca, que haga sus trampas él mismo.

—Ese no es parte de mi trabajo —digo lento, mirándolo a los ojos—. Hazle una oferta, o que tus chicos lo hagan.

—Ya me rechazaron y uno de mis chicos tuvo un pequeño altercado con el dueño. —Recalca la palabra "mis".

Pues, que se jodan.

—Una lástima —chasqueo—. Pero esa parte del trabajo no me toca.

Jeremy aprieta los labios y presiento un berrinche acercándose, pero no voy a aceptar, él no me va a pagar las horas de mi tiempo perdida para hacer mi propio trabajo.

—Si lo consigues, la podrás vender tú. —Me alaga su súplica, aunque no lo muestro—. Será una venta rápida y buena.

—Es una propuesta tentadora, pero no puedo hacerlo, no tengo la culpa que tus chicos sean unos incompetentes.

La vena en su frente palpita y su mandíbula se aprieta. Estoy segura que me hará la vida imposible por unos días y me dará las propiedades más difíciles de vender. Sin embargo, no venderé mi alma al diablo, decirle que sí significa que volverá a pedirlo en un futuro no muy lejano.

Me niego a ser su mula.

—Eres una tonta al no aceptar esta propuesta.

—No, soy inteligente por no aceptar más trabajo del que ya tengo.

Cuando todo esté dicho © | Bilogía King, Libro I.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora