Cuando todo estuvo dicho.

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Epílogo.
Cuando todo estuvo dicho.

 
Ángel.
Sabía que pasaría, que me dejaría cuando lo supera todo, pero no estaba preparado para el dolor que sentiría al verla alejarse. Mi pecho se siente abierto, desgarrado, sangrando, y al mismo tiempo estoy enojado conmigo mismo. Tenía que hablar con ella desde hace mucho tiempo, tenía que haber sido sincero y contarle todo, pero el miedo a perderla no me dejaba hacerlo.
Irónico que por culpa de ese mismo miedo la haya perdido.
Regreso a la casa y voy directo a la licorera, tomo la primera botella que veo y me la llevo conmigo a la sala, donde me tiro en el sofá y empiezo a beber. El sol se va ocultando de a poco y para cuando ya está todo oscuro, la mitad del contenido de la botella ha desaparecido.
No tengo idea de lo que voy a hacer sin ella, no tengo una vida más allá de ella. Meto la mano en el bolsillo de mi pantalón y saco el anillo que compré esta misma tarde. Era mentira que Aarón me estaba llamando, las cosas en la empresa van bien, fui a comprar esto. Abro la caja y el anillo de compromiso se burla de mí, brillando con la poca luz que entra desde el exterior.
No le iba a pedir matrimonio hoy, lo iba a hacer luego de ir a Nueva York y mandar al diablo a Susana. Le había prometido a esa lunática que me casaría con ella para que me dejara en paz mientras buscaba el momento preciso para contarle todo a Yeraldine. Pero fui un cobarde y lo pospuse demasiado.
Mis amigos me lo advirtieron, que Yeraldine terminaría enterándose por otro medio y me dejaría por no haber sido sincero con ella, pero fui un idiota y no les hice caso, creyendo que tenía el mundo en mis manos.
Soy un imbécil de primera.
La puerta se abre y se enciende mi esperanza de que sea ella. Corro hacia el vestíbulo, y mi esperanza es pisoteada al ver con son ellos; Gabriel, Aarón y Jared.
—¿Qué hacen aquí?
—Dina me llamó histérica, reclamándome por no haberle contado lo que estabas ocultado. —El tono de Gabriel es de reproche y solo puedo asumir que lo ha mandado a paseo.
—¿También cortó contigo? —le pregunto y él gruñe.
—Sí, me mandó al diablo por encubrirte.
—Lo siento —murmuro.
—No, no lo sientes —contesta, amargo.
—Eres mi amigo, me duele lo que te pase.
—Si de verdad te duele, debes buscar ayuda, Ángel —interviene Jared, su cara es de preocupación y no de enfado, gracias a Dios.
—Jared tiene razón —secunda Aarón—, si quieres que Yeraldine vuelva, debes buscar ayuda.
—Eso no la regresará.
—No, tienes que luchar para recuperarla, pero antes —Gabriel camina hacia mí con determinación—, vas a buscar un maldito terapeuta y vas ir con él.
Soltando un suspiro de derrota, me giro y regreso a la sala, dejándome caer de nuevo en el sofá.
—Sé que lo tengo que hacer, es solo que no creo que ella vuelva.
—Hazlo por ti, entonces —alega Jared, parado a un costado de la sala—. Y por nosotros, por mamá y papá.
—Busca una motivación y hazlo —dice Gabriel desde la entrada de la sala, cruzado de brazos—. Pero hazlo.
Miro de uno a otro, sus caras reflejando determinación. No van a dejar que me zafe de esto y por eso es que agradezco por tenerlos como amigos. Cuando es necesaria una intervención, ellos están allí, ayudándome.
—Y, con respecto a Yeraldine —comenta Aarón, lo miro—, será mejor que la dejes sola por un tiempo. Tienes que dejar que se le baje el enojo. Luego, búscala.
Asiento y tomo un trago de la botella.
—Bien, puedo hacerlo. —Me acuesto en el sofá, mirando al techo—. Porque la amo, lo haré.
 
●●●
 
Yeraldine.
Una semana después.
 
No sé cómo demonios mi hermano hizo para adaptarse a esta ciudad, pero para mí es imposible. Hay mucho movimiento, la gente siempre está corriendo, no se puede tener un auto propio porque es más fácil andar en metro o en taxi, todos los espacios son cerrados y los edificios demasiado grandes. Sin embargo, me gusta. Saber que estoy lejos de todo lo que me hizo daño es un alivio.
Ese mismo día en que ocurrió todo, llamé a Jeremy y le pedí que me enviara a Nueva York, no con el puesto que ya le dieron a Ian, le pedí un puesto igual que el que tenía en Chicago. A Jeremy casi le da un infarto al escucharme y luego me acusó de ser una indecisa. Acepté el regaño de buena gana y después supliqué para que me consiguiera un trabajo aquí. Es una suerte que lo haya conseguido tan rápido.
Me mudé ayer con mi hermano, aunque estoy buscando un sitio para irme sola porque Jake está saliendo con una chica y me niego a seguir viviendo allí, no es lindo esa tu hermano teniendo sexo, es la cosa más horrible que le puede pasar a alguien.
Y hay otras razones por las que quiero mi propio espacio, razones que sostengo en mi mano en este momento.
Me hice una prueba de embarazo en el apartamento, aprovechando que Jake está es el trabajo. Sin embargo, no pude continuar encerrada en esa caja de fósforos por un minuto para saber la respuesta. Tomé mis llaves, me guardé la prueba en un bolsillo, le puse la correa a Dama y salí, rumbo al pequeño parque que está a la vuelta de la esquina. No es lo más recomendable ver el resultado de una prueba de embarazo en un lugar público, pero es mejor que estar encerrado.
Levanto la cabeza, viendo a Dama corretear detrás de una paloma.
Está loca.
Aunque no tan loca como yo.
Regreso la vista al palito en mis manos. Estoy perdida, total y absolutamente perdida.
—¿Yeraldine?
Giro hacia el lugar de donde viene el llamado y es una sorpresa encontrarme con Ian, el chico que enviaron por mí.
—Ian, ¿cómo estás?
—Bien —camina hacia mí, una sonrisa confundida en sus labios mientras se sienta a mi lado—. ¿Qué haces aquí?
—Pedí transferencia. Digamos que me arrepentí de no aceptar y le rogué a Jeremy que me enviara de todos modos, pero con un puesto igual que el que tenía allá.
—Vaya, no lo sabía. —Baja la vista y se fija en lo que tengo en las manos. Intento esconderlo, pero él ya ha visto el resultado—. ¿Quieres hablar de ello?
Niego.
—No puedo.
—Supongo que el padre no está en el panorama.
—Supones bien.
—¿Puedo preguntar por qué? Si no es una intromisión, claro —se apresura a decir.
No debería decirle, pero es la única persona que conozco en esta ciudad, aparte de mi hermano y ahora su novia. No puedo llamar a las chicas porque querrán que le diga a Ángel y a mis padres les dará un infarto. Es mejor él que nadie.
—Me ocultó cosas, y cuando todo estuvo dicho entre nosotros, quedó claro que no podíamos vernos de nuevo.
—Tiene pinta de ser una historia interesante. —Se apoya del respaldo del banco y me mira expectante—. Te escucho.
Allí, en un parque de Brooklyn, le cuento toda la historia a Ian; cómo conocí a Ángel, nuestro acuerdo después, cómo me fui enamorando de él de a poco, hasta llegar a la parte de sus secretos y la forma en fueron revelados. Me escucha atento, sin interrumpir, y admito que decirlo todo es como soltar un peso que traía en los hombros. Cuando termino, se queda callado por uno segundos, mirándome a los ojos.
—No soy nadie para decirte lo que vas a hacer a continuación, apenas nos conocemos —sonríe—. Lo que sí quiero que sepas es que, de ahora en adelante, tienes un amigo en mí, alguien que te va apoyar en tus decisiones, y, sobre todo, con ese niño.
Miro las dos rayitas de nuevo, una lágrima corriendo por mi mejilla.
—Gracias, es bueno saber que alguien está conmigo en esta ciudad tan grande.
Suelta una carcajada y yo lo imito.
—Ay, Yeraldine —suspira—. Ya verás que aquí nos va mejor.
Y, aunque es prácticamente un desconocido, le creo.
 







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La segunda parte de esta historia está disponible en booknet bajo el nombre "Cuando Todo Esté Hecho" y está en suscripción (venta). Si estás interesado en saber la continuación, pasa por mi perfil de booknet (Ana Román).
 
 

Cuando todo esté dicho © | Bilogía King, Libro I.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora