34. No quiero que te vayas.

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Capítulo 34

No quiero que te vayas.


Dejo que el agua de la ducha caiga en mi cara luego haber enjuagado todo el jabón de mi cuerpo. Tuve otro sueño húmedo anoche con Ángel, tan vívido como los demás, que me dejó deseando que fuera una realidad. Necesito sacarlo de mi sistema y todavía no sé cómo.

Cierro la llave de la ducha y abro la puerta de cristal de la ducha.

El cuarto de baño es tan hermoso como la habitación. Los azulejos color verde agua junto a la bañera donde podrían entrar dos personas tranquilamente y el cristal que separa la ducha del resto del lugar, resplandecen de limpio. Hay dos lavabos, y no puedo evitar imaginar a Ángel aquí con otras mujeres. ¿Trajo aquí a Susana? Tuvo que hacerlo, ellos no tienen mucho de haber terminado, solo unos meses y esta propiedad parece estar en sus manos desde hace un tiempo. Además, Ángel ha sido claro en lo que a su vida sexual se refiere; él es un jugador de primera.

Tomo la toalla mullida pequeña y envuelvo mi cabello, luego hago lo mismo con mi cuerpo, con una toalla un poco más grande, pero no lo suficiente para cubrirme por debajo de la mitad de los muslos. Salgo del cuarto de baño justo cuando un golpe suena en mi puerta. Voy hacia allí y abro, revelando a Ángel.

—Hola, estaba por salir.

Abro del todo la puerta para dejarlo entrar y camino hacia la cómoda, saco mi traje de baño, unos pantalones vaqueros cortos y una blusa ligera sin mangas.

—Vine a decirte que el desayuno está listo. —Su voz sale ronca. Miro sobre mi hombro y lo encuentro mirando mi trasero.

Estás usando una toalla corta, idiota.

Cohibida, llevo la ropa que tengo en mis manos a mi pecho.

Los ojos de Ángel me recorren las piernas desnudas sin ningún tipo de vergüenza, hambre brillando en ojos. Su recorrido termina en cara, sus pupilas se han dilatado y su respiración está acelerada.

—Voy en... —aclaro mi garganta cuando mi voz se quiebra—. Voy en un minuto.

Lo estoy despidiendo, eso es claro, pero no quiero que se vaya. Quiero que se acerque, ponga su boca en la mía y otras partes de su cuerpo dentro del mío. Ángel tampoco quiere irse y lo demuestra dando un paso adelante y cerrando la puerta detrás de él.

Trago fuerte.

—Yeraldine, estoy haciendo un esfuerzo descomunal por no ir hacia ti y devorarte como quiero. —Sus palabras van directo a mi centro y siento la humedad empezar a formarse—. Dime que me vaya, por favor.

Abro la boca, dispuesta a decir lo que me pide, pero no sale nada. Yo también quiero esto.

—Yo... —jadeo— no quiero.

—No quieres ¿qué? —Da otro paso al frente y luego otro, lentamente acercándose a donde estoy parada.

—No quiero que... —me callo, sopesando si terminar de hablar o si mandarlo fuera de esta habitación. Respiro profundo, más allá del punto de retorno—. No quiero que te vayas.

Hace el resto del camino en tres zancadas y de pronto lo tengo frente a mí, su pecho rozando el mío.

—¿Segura?

¿Lo estoy? ¿No me arrepentiré luego?

Lo más probable es que lo haga, pero ahora, en este instante, me parece una idea excelente que se quede y haga lo que acaba de decirme y más. Ya habrá tiempo luego para reprocharme severamente por haber caído, luego me molesto conmigo misma y me doy cachetadas mentales. Ahora solo quiero disfrutar de la cercanía de este hombre que ha invadido mis sueños desde hace muchos días.

Cuando todo esté dicho © | Bilogía King, Libro I.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora