40. La vida continúa su curso.

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Capítulo 40
La vida continúa su curso.

 
Una semana después del accidente, la inflamación en el cerebro de Ángel había disminuido un 50%, pero los doctores no querían despertarlo aún hasta que la inflación fuera inexistente. Del resto, se iba recuperando bien; los hematomas ya estaban cambiando de color a medida que sanaban y el brazo roto iba bien.

Esta mañana Jeremy llamó para preguntar si ya estaba recuperada de la gripe y, cuando le dije que sí ‒no podía seguir mintiendo con respecto a mi estado de salud‒, me dijo que mañana quería verme en la oficina a primera hora. No sé para qué, espero que no vaya a tratar de engatusarme de nuevo para conseguirle una propiedad.

Esa tarde, con los padres de Ángel descansando en el hotel y sin rastro Ximena, me reúno con los amigos de Ángel para pasar el rato en la clínica mientras entramos a verlo. Aarón está dentro, según él, dando un informe del estado de la empresa. Ángel no está escuchando, el doctor lo dejó muy claro, pero los cuatro seguimos entrando a hablarle.

 No sé si sus padres y Ximena hacen lo mismo.

—Le voy a pedir a Harry que te haga de chofer —suelta Gabriel de pronto, tomándome desprevenida.

—¿Qué?

—Le voy a pedir a Harry… —empieza a decir de nuevo, pero interrumpo.

—Lo escuché la primera vez —lo corto—. Lo que quise decir es, ¿por qué?

—Mi hermano no querría que anduvieras de aquí para allá, cansada y sin alguien que te cuide —responde Jared—, y nosotros, por más que nos guste hacerlo, no podemos estar para ti todo el día, menos ahora que empezarás a trabajar.

Sacudo la cabeza, un tanto perdida.

—No es necesario que hagan eso, yo puedo moverme sola en mi auto —replico—. Dejen a Harry con los Sres. King y Ximena.

—Mamá y papá no quieren chofer y Ximena puede resolverlo sola. El hotel no está lejos y ellos pueden venir e irse en taxi tantas veces como quieran.

—No estoy de acuerdo —niego—. Ellos necesitan a Harry más que yo.

Gabriel respira profundo y mira al techo, como si mi negativa lo estuviese sacando de sus casillas.

Dramático.

—Ahora entiendo las quejas de Ángel cada vez que te negabas a algo. Mira que eres terca —refunfuña—. ¡Acepta el chofer y calla, mujer! Mi amigo nos mataría si no te cuidamos bien.

No estoy siendo terca, ellos lo son. Esto de querer ponerme un escolta que me lleve y me traiga es mucho para mí. Puede que me gusten un tanto los lujos, pero eso de tener niñera nunca ha sido lo mío. Sin embargo, no voy a negar que ir en auto con Harry al trabajo sería bueno para mi agotado cuerpo. Me he pasado mucho tiempo en esta sala de espera y mi espina dorsal está pidiendo un descanso.

Y una noche entera de sueño.

Desde el accidente, solo he dormido de cuatro a cinco horas por la noche. En la universidad, muchas noches dormí menos que eso, pero trato de ser regular en mis horas de sueño y he estado incumpliendo mi regularidad. Sin embargo, es imposible conciliar el sueño sabiendo que Ángel está en esa cama, convaleciente. Estoy segura que apenas despierte, podré dormir una noche entera, pero mientras eso no acurra, me la voy a pasar en vela, pidiendo por su mejoría.

—¿Dónde está Harry, por cierto? —Cambio de tema, aún indecisa sobre aceptar o no.

—Tiene el día libre, es domingo.

Oh, es cierto. Estoy perdida de los días de la semana. Para mí, son los mismos, no hay diferencia en ninguno.

—¿Vas a aceptarlo? —insiste Jared. Ruedo los ojos.

Cuando todo esté dicho © | Bilogía King, Libro I.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora