37. Es algo que está mal en mí.

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Capítulo 37
Es algo que está en mí.

 
El vuelo de vuelta a Chicago es más animado que el de ida, o tal vez solo soy yo la que lo siente así. Cuando íbamos, todavía tenía la desconfianza hacia Ángel activa, en este momento solo siento curiosidad por lo su secreto, pero no quiero insistir. Además, mi relación con los demás ya no es tensa, estoy relajada en presencia de ellos y ellos en la mía, cosa que agradezco, porque es difícil estar en un grupo de personas a las que no les causas simpatía.
Tuve un pequeño ataque de pánico, algo muy mínimo, durante el despegue. El aterrizaje fue mejor porque Ángel me estuvo besando desde que anunciaron que debíamos abrochar nuestros cinturones hasta que las ruedas del avión hicieron contacto con el asfalto de la pista de aterrizaje. Hay que agradecerle al hombre por su hazaña. Quiso venir conmigo a casa, pero no se lo permití. Quiero relajarme un rato y aprovechar que no es tan tarde para llamar a Klein y hablar con él.
Le comenté a Dina, cuando estábamos a le espera de abordar el avión de regreso, que iba a hablar esta misma noche con mi ex, ella aún no está segura de que sea buena idea, pero volvió a repetirme que me apoya y que, si necesito algo, la llame de inmediato. Es como si creyera que Klein fuese a hacerme algún mal, y es una conjetura exagerada. Mi ex puede ser un infiel, pero nunca un abusivo.
Al entrar a casa y que Dama no venga corriendo, me pone de un humor apagado, extraño a ese huracán peludo. La dejé en casa de mamá por este fin de semana y espera que vaya por ella mañana. Mi madre, atenta como siempre, supuso que estaría cansada del viaje y me dijo que podía quedarse con Dama hasta mañana. Me hará una falta terrible no despertarme en medio de la noche porque ella ha decidido hacerme compañía en mi cama, sin embargo, no creo que eso vaya a ocurrir. Esta noche voy a dormir profundo, lo sé.
Subo a mi habitación y dejo la maleta junto a la puerta, haciendo una nota mental para deshacerla mañana. Ahora solo quiero darme un baño, llamar a Klein y quitarme esta conversación de encima.
Me quito los zapatos y los lanzo a un lado, ensuciando con arena allí donde caen. Me quito la ropa, lanzándola al mismo lugar que los zapatos, y entro a la ducha. Una hora después, cuando me aseguro de haberme sacado completamente la arena de todo el cuerpo, salgo de la ducha. Voy a mi clóset y tomo una camiseta y un pantalón de chándal, luego voy por ropa interior.
Después de vestirme, mientras cepillo mi cabello, busco mi bolso para sacar el teléfono y voy a mi lista de contactos.
Nunca pensé que haría esto, no creí que volvería a marcar el número de Klein en mi vida luego de aquella noche y los siguientes encuentros. Sin embargo, es algo que necesito hacer. Quiero dejar este asunto atrás, y no sé si solo escucharé sus razones o le diré sus verdades, o ambas cosas, pero quiero sacarlo de mi sistema.
Antes de acobardarme, presiono el pequeño teléfono verde junto a su nombre y me llevo el móvil a la oreja. Suena un par de veces antes de que la voz sorprendida de Klein se escuche al otro lado de la línea.
¿Yer? —Es evidente que no esperaba que lo llamase, y no lo culpo.
—Hola —saludo, insegura sobre qué decir.
Cuando no digo nada más, él dice:
No es que me queje, pero ¿a qué debo el placer de tu llamada?
¡Por Dios! No me digan que pretende ahora engañar a mi prima conmigo.
Simplemente patético.
—Quisiera hablar contigo sobre… —me detengo, buscando la mejor forma de terminar la frase— todo, supongo.
¡Oh, claro! —No suenes tan animado, amigo—. ¿Quieres que nos veamos ahora?
—Sí, ahora está bien. —Alejo el móvil para ver la hora y comprobar que no sea tarde; 7:30 pm es una hora aceptable para hablar con tu ex novio infiel—. ¿No hay problema en que vengas a mi casa?
No, claro que no. —Ruedo los ojos ante su entusiasmo—. Estaré allí en media hora, o tal vez cuarenta minutos.
—Bien, te espero.
Termino la llamada antes de que su delirio me haga cambiar de opinión. Aunque hay que admitir que es muy gracioso que se haga una película en la cabeza por la conversación que vamos a tener.
Pobre iluso, ha de venir con la mejor disposición para arreglar las cosas y va a terminar siendo lo contrario.
Mientras espero, bajo a la cocina a hacerme algo de cenar, le escribo a mamá para hacerle saber que ya estoy en casa y ella me da un reporte de los destrozos que ha causado Dama. Es un peligro para la civilización, ese animal.
Exactamente media hora después, el timbre suena, anunciando la llegada de Klein.
—Superación personal, aquí vamos —murmuro, caminando hacia la puerta.
Cuando abro, un Klein sonriente me devuelve la mirada y no sé si cerrar la puerta en su cara o reírme de él. No hago ninguna de las anteriores, muy a mi pesar.
—Yer —dice mi nombre con demasiada dulzura.
¿De verdad me gustaba que me hablara en ese tono cuando estábamos juntos?
Hay que revisarme la cabeza.
—Klein, pasa, por favor.
Me hago a un lado, dándole paso.
El muy idealista entra como si se tratase de su casa, yendo directo a la sala y tomando asiento sin que se lo indique.
Está mal de la cabeza si de verdad cree que voy a volver con él.
—¿Quieres algo de tomar? —pregunto por pura cortesía, deseando que diga que no.
—Agua estaría bien, gracias.
Me doy vuelta hacia la cocina y hago una mueca de desprecio antes de ir por lo que me pide. Cuando vuelvo, le entrego el agua y me siento en el sillón más le alejado de él.
—Sé que tienes curiosidad por saber de qué se va a tratar esta conversación…
—Sí, tu explicación no fue nada esclarecedora —sonríe y hago un esfuerzo descomunal por devolverle una sonrisa apretada.
—Voy a ser rápida para que puedas volver a… —me detengo, tenía la intención de nombrar a Daniella, pero no quiero discusiones ahora, solo respuestas— lo que sea que estabas haciendo.
—Lo que estaba haciendo no es importante, no te preocupes.
No sé si refiere a que estar con mi prima no es importante, pero no le voy a dar la satisfacción de preguntar.
—Igual, no voy a tardar mucho —reafirmo, llevándome las manos al regazo—. Tan solo me gustaría saber… ¿Por qué?
—¿Por qué? —repite, sabiendo exactamente lo que quiero decir. Asiento. Lleva su vista a la pared detrás de mí y respira profundo, la actitud confiada y entusiasta desapareciendo—. No lo sé, ¿por estúpido?
Bueno, ya eso lo sabía, no es la respuesta que quería.
—No, quiero la verdad, tus verdaderas motivaciones, lo que te llevó a engañarme.
Baja la vista a mis ojos por unos segundos, traga con dificultad y luego mira el suelo con gesto pensativo.
—Creo que no hay explicación —dice, segundos después—, solo lo hice, y no eres la única, a mis anteriores novias les hice lo mismo. Es algo que está en mí.
No esperaba una confesión en los primeros minutos de conversación, creí que tendría que insistir más para saber la verdad, lo que lo llevó a hacer lo que hizo. Y sé que está diciendo la verdad, si no lo hiciera, no se vería tan avergonzado.
—¿A Daniella también se lo has hecho? —increpo, aunque no necesito respuesta alguna. Alza la mirada, confundido.
—¿Te preocupas por ella aunque traicionara tu confianza?
Suelto un suspiro.
—Parece que no me conoces, Klein —declaro, y es extraño que no haya resentimiento en mis palabras. Klein tiene la decencia de parecer culpable, y la confirmación de mis palabras no me duele como pensé que haría. De hecho, no me causa nada—. Puede que Daniella haya actuado mal, pero eso no borró todos los recuerdos anteriores. No hizo bien y, sin embargo, sigue siendo mi familia.
—Sí, bueno, no fue poca cosa lo que hizo. —Alzo una ceja y él corrige—: Hicimos.
Cruzo las piernas, agitando la mano, restando importancia a su declaración.
—No quiero convertirme en una persona rencorosa, he decidido perdonar. —Me sorprendo a mí misma con mis palabras. No creí nunca que podría perdonarlos—. Si quiero avanzar, debo dejar el pasado atrás.
No oculta la sorpresa que le causo, y no es que pueda culparlo, yo misma me he sorprendido inmensamente.
Y, por ese asombro latente, sé que soy sincera.
Siento que algo dentro de mí se suelta y el alivio me recorre. Me siento verdaderamente libre, algo que no había sentido desde que los encontré en esta casa, engañándome. Puedo pensar de nuevo en Klein y Daniela juntos y, aunque todavía es molesto, ya no me enoja.
—Es bueno escucharlo, me carcome la consciencia saber que estabas sufriendo por lo que hice.
—En el principio, lo hizo, luego solo me irritaba que me hayan visto la cara de tonta —confieso—. Y ahora, solo queda una puya molesta que espero pase con el tiempo.
Klein se queda en silencio durante unos segundos antes de mirarme directo a los ojos.
—Gracias, Yer. No sabes lo bien que me hace tener tu perdón.
Le sonrío, feliz de haberle quitado también una carga.
—¿La quieres? —pregunto un minuto después.
Klein suelta una exhalación, pensativo, y espero que diga que sí, que causarme dolor sirvió de algo.
—Quiero creer que sí, aunque creo que es más un capricho por parte de ambos.
—Bueno —alzo ambas cejas—, eso es decepcionante.
—Lo sé —admite. Entonces, cuadra los hombros como si fuese a decir algo bastante serio—. Voy a terminar con ella.
—¿Eh? —Frunzo el ceño—. ¿Por qué?
—No es justo para ninguno continuar con una relación que no va a ningún lado y necesito pensar, estar solo un tiempo. —Se recuesta del respaldo del sofá con expresión cansada—. Y ella tiene que meditar si me quiere o si solo quiere es la gloria de haberme arrebatado de tus manos.
Parpadeo, sin palabras. Es bueno saber que Klein tiene los pies sobre la tierra y que tenga las ganas de pensar en lo que de verdad quiere.
Y pensar que esta reunión empezó diferente, con él creyendo que esto era una llamada para reconectar o algo por el estilo.
—Me alegra que pienses de esa manera, me hace recordar al hombre que conocí.
—Uno que se perdió, pero que está intentando volver. —Dándole un asentimiento, sonrío—. Espero que podamos ser amigos, si estás bien con ellos.
—No veo por qué no.
—Excelente. —Alza su muñeca y mira su reloj—. Creo que es hora de irme. Daniella me dijo que estabas de viaje. Asumo que llegaste hace poco y has de estar cansada.
Muy considerado de su parte.
—Así es, pero tenía que salir de esto antes.
—Entiendo. —Se levanta, camina hasta mí y extiende su mano—. Nos veremos por ahí, supongo.
No tomo su mano, me levanto y lo envuelvo en un abrazo que dura pocos segundos.
—Tenlo por seguro.
Lo acompaño a la salida y lo miro hasta que su auto se aleja de la calzada.
Eso fue bien, mejor de lo que creí.
Voy en busca de mi móvil para contarle a Dina cómo fue el encuentro y este suena antes de yo pueda marcar el número de la pelirroja.
Frunzo el ceño, mirando el nombre de Jared en la pantalla.
—Solo ha pasado una hora desde que me viste, Jared. ¿Ya me extrañas? —bromeo.
Yeraldine —dice mi nombre con aprensión. Me tenso.
—¿Ocurrió algo? —No responde de inmediato, pasando unos segundos en los que solo escucho su respiración trabajosa. Me desespero—. ¿Jared?
Es Ángel —dice al fin—. Tuvo un accidente de camino a casa.
El mundo se cae a mis pies.
 
 
 

Cuando todo esté dicho © | Bilogía King, Libro I.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora