10. Acepto, parte 2.

540 49 3
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Capítulo 10

Acepto, parte 2.


Ángel y yo nos acomodamos lado a lado en el auto y él sube la ventanilla que da a la parte delantera. Lo miro alzando una ceja.

—¿Vamos a necesitar privacidad? —ironizo y él me sonríe.

—No pensarás que voy a mantener las manos para mí mismo todo el camino a casa.

Una imagen de él con sus manos en sí mismo se me viene a la mente y admito que es de los más entretenido.

—Y, ¿qué se supone que harás?

—¿Qué te parece si te lo muestro en vez de decírtelo?

Una propuesta tentadora. Propuesta a la que no me da tiempo de responder porque me toma de la cintura y me sienta a horcajadas en su regazo.

—Puedes mostrarme los que quieras —susurro cerca de su boca.

Ángel me sonríe de medio lado y lleva sus manos a mis muslos para subir mi vestido hasta la cintura. Sin más premura, aplasto mis labios en los suyos y arremeto con mi lengua su boca. Las manos de Ángel siguen subiendo por mi cuerpo hasta llegar a mis pechos y los toma en sus manos, les da un apretón y yo gimo en su boca.

Su lengua se enreda con la mía con desesperación y ladea la cabeza para profundizar el beso. Nos devoramos con pasión mientras sus manos masajean mis pechos con fuerza. Su boca abandona la mía para dejar un rastro de besos en mi mandíbula y luego baja por mi cuello, me muerde justo ahí donde mi pulso está vuelto loco, sacándome un gemido desde lo más profundo de mi pecho.

—Me he vuelto loco esta semana pensando en ti y en lo que hicimos esa noche —susurra ronco—, y por un momento creí que no iba a tenerte de nuevo así.

Vuelve a morderme, como castigándome por hacerlo esperar.

—No creo que te hubieses rendido —jadeo.

—No, no lo habría hecho —gruñe. Sus manos dejan mis pechos y van a tener a mi cintura, la aprieta y luego me baja, alineando mi humedad con la protuberancia en sus pantalones y gimo en voz alta por lo bien que se siente—. ¿Eres capaz de venirte solo frotando tu coño en mi polla?

Sí, soy muy capaz de venirme solo con frotarme en su erección, pero no se lo afirmo.

—¿Qué somos, adolescentes? —bromeo.

Ángel me levanta de su regazo y vuelve a apretarme contra él, provocando un jadeo de mi parte.

—¿Te parezco un adolescente?

Niego.

—Para nada.

Vuelve a besarme, está vez feroz, mordiendo mi labio y metiendo su lengua hasta el fondo de mi boca. Me toma de las caderas y empieza a mecerlas sobre su erección, creando una fricción deliciosa entre nuestros cuerpos. Cuando mis caderas toman el ritmo por sí solas, me suelta y toma de nuevo mis pechos. Saca uno por mi escote y aprieta el pezón con sus dedos pulgar e índice. Meso mis caderas más rápido, deseosa por llegar al final de esto. Ángel se aleja unos centímetros de mi cara para mirarme a los ojos, se muerde el labio inferior y luego me sonríe.

Cuando todo esté dicho © | Bilogía King, Libro I.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora