4. Huyendo.

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Capítulo 4

Huyendo.

 
Me remuevo en la cama y estiro el cuerpo. Mis músculos internos protestan y sonrío.

Ángel y yo tuvimos una noche movida.

La primera vez que tuvimos sexo fue en el pasillo del vestíbulo de su apartamento porque no pudimos esperar a llegar a la cama. Fue rápido y brusco, lleno de desesperación. Luego, trasladamos fiesta a la cama. Ese vez fue un poco descarada, conmigo a cuatro patas mientras él tiraba de mi cabello y me daba unas nalgadas. Después pasamos a la ducha, donde ambos demostramos nuestras habilidades orales. Habilidades en las que Ángel es un experto. Fuimos a dormir luego la ducha, pero las cosas no terminaron ahí. Ángel me despertó en la madrugada, metiendo los dedos dentro de mí hasta que me tuvo lo suficiente preparada para recibirlo. En posición de cucharita, cerramos con broche de oro, con movimientos lentos y somnolientos.

Sonrío ante los recuerdos y me giro para mirar a mi tentación hecha hombre.

Su cara mira al otro lado de la habitación, tiene la espalda descubierta y los músculos relajados. Su cuerpo sube y baja con cada respiración, y yo babeo sobre él.

Subo un poco mi vista y me encuentro con un reloj digital que marca las 07:30 a.m.

Hora de irme.

Bajo de la cama y me visto silenciosa. Una vez cubierta, tomo mis zapatos en una mano y con la otra levanto mi bolso del suelo.

Le doy una última mirada a Ángel y agradezco a quien me esté escuchando por poner a este espécimen de hombre en el camino.

Una vez fuera de la habitación, saco mi teléfono del bolso y marco el número de Dina.

—¡Buen día, solecito! —contesta alegre—. ¿Son requerido mis servicios como chofer?

—Has dado en el clavo. —Corro hacia la puerta y salgo al pasillo—. Te envío mi ubicación y por favor, consigue algo de ropa para mí, no puedo llegar al trabajo en estas fachas.

—Como ordene, mi capitán.
Cuelga.

Entro al ascensor y maldigo mi mala suerte al encontrarme con una mujer mayor y remilgada bajando.

—Buen día —saludo cuando entro y me calzo los zapatos. Ella no responde.

El ascensor se abre en planta baja y yo corro hacia la salida, rogando porque Dina esté cerca.

Solo pasan diez minutos cuando ella aparece. Me subo al auto rápidamente y subo la ventanilla.

—Toma, linda. —Me tiende una bolsa de papel con el logo de una panadería y un café—. En el asiento trasero está la ropa que me pediste y un par de zapatos para que te quites esa preciosidad y los guardes.

Cuando todo esté dicho © | Bilogía King, Libro I.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora