Capítulo 16
Pero, ¿quién somos nosotras para juzgar?
Las manos de Ángel sostienen mis caderas mientras empuja desde atrás.
Esta mañana me ha levantado temprano porque tiene una reunión a las 8 y porque tenía que llevarme a mi casa y así poder cambiarme a mi ropa de trabajo. Decidimos tomar una ducha juntos, lo que conllevó a estar desnudos en un espacio cerrado y el lívido despertó en ambos de inmediato.
Lo que nos llevó a este momento; yo, con las manos apoyadas en la pared de la ducha y Ángel detrás, empujando con fuerza en mi interior. El agua cae sobre nosotros y, pese a que la estamos desperdiciando, no tengo cabeza para cerrar el grifo, solo para sentir.
—Este es mi lugar favorito —masculla Ángel en mi oído—, dentro de ti.
Suelta un lado de mis caderas y toma mi cabello, halando para dejar mi cuello a su merced. Arrastra sus labios por la piel expuesta y luego son reemplazados por sus dientes.
—¡Ángel! —chillo, moviendo mis caderas hacia atrás, encontrándome con las suyas.
—¿Más fuertes? —pregunta divertido, adivinando me siguientes palabras. Asiento—. No tienes que pedirlo dos veces.
Aumenta el ritmo y la contundencia de sus embestidas, tanto así que tengo que sostenerme con más fuerza de las baldosas.
El agua cayendo sobre nosotros, sus labios y dientes en cuello, sus caderas chocando con las mías; uno pensaría que ya con ello él tiene suficiente para volverme loca, pero, tal parece, quiere aumentar las sensaciones en mi cuerpo, porque suelta mi cabello y lleva su mano a mis pechos, tira de mis pezones y luego arrastra sus dedos por mi tórax, mi abdomen y, finalmente, se mete entre mis piernas.
Suelto un jadeo cuando presiona mi clítoris y muevo la caderas más rápido cuando empieza a hacer círculos allí.
—¡Oh, Dios!
Echo la cabeza hacia atrás y mi boca se abre. No me importa que las gotas de agua caigan en mi cara, solo quiero llegar al orgasmo.
—Eres tan hermosa, así, en tu estado natural de placer —jadea Ángel en mi oído, y es voz lo que me lanza al vacío.
Grito de nuevo su nombre alcanzando mi punto máximo y él no tarda en seguirme. Gruñe con una última embestida y permanecemos así por uno minutos hasta que procedemos a lavarnos.
Mientras él se arregla para llevarme a casa, yo me pongo mi vestido de anoche y seco mi cabello con una toalla.
Mi teléfono suena y corro a atender.
Es mi madre.
—Hola, mamá.
—Hola, cariño, ¿cómo has estado?
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Cuando todo esté dicho © | Bilogía King, Libro I.
Roman d'amour"Qué difícil es poner en palabras aquello que sentimos, y es aún más difícil cuando la persona que se ama no siente lo mismo. Sin embargo, el cuerpo es capaz de decir lo que la boca no se atreve". Luego de encontrar a su novio engañándola, Yeraldine...