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Leash apenas si recordaba como se veía aquel cuarto, no es como que pasará mucho tiempo en el, los años que estuvo en aquella casa, se los pasaba entrenando, siendo sometida a trabajos y entrenamientos brutales que cualquier niño hubiera fallado en realizar. Leash llegaba muy tarde a su cuarto y para cuando lo hacía, estaba exhausta y llegaba a dormir, excepto claro, cuando su madre se quedaba esperando a que volviera y cuando Leash abría el cuarto y veía a su mamá, recuperaba su energía, hasta espero verla ahí dentro en ese momento, pero abrió la puerta y el cuarto estaba solo.

Su cama era grande para una niña pero eso siempre le gusto, así cuando Sade se escabullía a su cuarto podían dormir juntos, había muchos dibujos colgados y pegados en las paredes, la mayoría ni eran de ella, ella no tenía tiempo para pintar, así que Sade y su madre le solían dibujar imágenes o le escribían mensajes, su madre era increíblemente talentosa así que los dibujos siempre eran hermosos.

Leash podía tener muy malos recuerdos de la casa, pero ese dormitorio, no podía recordar ni un mal momento en el, aquel era su espacio seguro, en donde podía refugiarse de todo el mal que sentía, era donde se dejaba descansar y disfrutar, por lo cual no pudo evitar sonreír al notar las cosas que dejo atrás aquella noche. El closet estaba lleno de su ropa, recordó como su madre no quiso cargar mucho entonces dejaron la mayoría, rio al pensar que alguna vez llegó a estar de ese tamaño.

Se sentó en la cama y acarició las cobijas con cariño, ese cuarto le transmitía tanta seguridad que hasta llegó a olvidar donde estaba, sentía que podía quedarse dormida ahí mismo y que su madre llegaría en cualquier momento a abrazarle y desearle buenas noches. Pero antes de que la chica pudiera hacer algo más, escucho algo, unas notas, una melodía que ella conocía a la perfección.

Se levantó rápidamente de la cama y salió corriendo hacía el piso de abajo en donde se encontraba el salón de música, al llegar al pasillo notó que Sade y Fred también lo habían escuchado, ya que llegaron corriendo al igual que ella. Los chicos esperaron a que ella diera la orden y Leash abrió las puertas del estudio, las manos temblándole y un brazo extendido con su varita en alto.

El estudio era inmenso, por supuesto, pero lo que más llamaba la atención no eran los varios instrumentos, si no los grandes ventanales por los cuales se veía el bosque de afuera, y sobre todo, la figura que estaba enfrente de ellos, tocando un violín, dándoles la espalda. El hombre escuchó el ruido e inmediatamente volteó sorprendido.

-¿Margaret?- preguntó en un susurro

Leash lo estaba viendo con una intensidad que podría incendiarlo, su brazo seguía extendido hacia él y su mandíbula estaba tan tensa que se escuchaban sus dientes rechinar.

-No la llames así- dijo Sade poniéndose al lado de su hermana, también varita en alto- No tienes derecho a llamarla así- reclamó

Fred se quedó atrás de ellos, no estaba muy seguro de lo que debía hacer, pero aprovecho aquella oportunidad para observar al hombre mejor. En definitiva era muy parecido a Sade, pero él tenía la sombra de una barba en su rostro, haciéndolo lucir mayor, era más bajo que Sade por unos centímetros y tenía menos cabello, pero fuera de eso, eran extremadamente parecidos. Traía un traje color café oscuro y tenía las manos llenas de anillos grandes que parecían de plata, al igual que el resto de los hermanos de ambos, tenía el cabello blanco y los ojos verdes.

Fitzgerald se veía sorprendido, perplejo, como si estuviera viendo un fantasma, bajo su violín con rapidez, sin entender que estaba pasando.

-¿Sade, tú...?- pero entonces entendió- Leash ¿Eres tú?- dijo reconociendo a la chica, era obvio que la había confundido con su madre al principio.

-¿No reconoces tu trabajo?- preguntó Leash con veneno, señalando la cicatriz en su rostro- Te estas volviendo viejo si la memoria te está fallando tanto- dijo con ira pero él no pareció notarlo

No Lo Hagas-4 (Draco Malfoy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora