—Vengo en paz. —Andrés sonrió.
Merari puso los ojos en blanco, luego se levantó del sofá para ir a su cuarto, con el corazón palpitando tan fuerte que sentía desgarraba su pecho. Entonces, escuchó los pasos de Andrés detrás de ella, así que se giró rápidamente recordando que hace unos días había lastimado su rostro.
—¿Ahora qué es lo que te pasa?
—Te dije que no quería verte.
—¡Ya ha pasado una semana!
—Vete de mi casa, Andrés.
—Primero escúchame, por favor.
No quería hacerlo más, porque sabía que todo lo que tenía por decir, no eran más que excusas para intentar protegerse a sí mismo. Andrés jamás pedía disculpas, pero siempre quería ser entendido.
—Lo que pasó fue un completo error —continuó—, pero me conoces como nadie y sabes que no era mi intención lastimarte, es solo que a veces tú sacas lo peor de mí y...
Merari sostuvo la puerta con fuerza.
—¡No quiero escucharte más! —alzó la voz a propósito, para poder poner el seguro de la puerta sigilosamente—. ¡Estoy harta de ti y tus excusas! Sé un maldito adulto por primera vez y hazte responsable de tus acciones. ¡Y déjame a mí, en paz! —Merari azotó la puerta en su cara y enseguida se colocó los audífonos, para no escuchó el resto de maldiciones e insultos que Andrés comenzó a decir al otro lado.
Fue una tarde tranquila, aunque un poco asfixiante y solitaria, debido al encierro. Tenía lo sensación de que no estaba en donde realmente quería estar, que no estaba haciendo nada con su vida, que estaba funcionando en automático y únicamente hacía las cosas porque tenía que hacerlas; todos los días se levantaba de la cama apenas sonaba la alarma, sin importar sí durmió bien o no, iba a la universidad a pesar de sentir que había perdido la pasión y la emoción que le motivaba a seguir, después al trabajo a cumplir con su jornada en un lugar que cada vez le resultaba más repugnate, solo porque era lo que ayudaba a pagar las cuentas. Tenía la sensación de que no estaba viviendo nada, solo existiendo en un lugar en donde no había nada bueno que sentir o disfrutar, a pesar de que estaba en medio de un sueño hecho realidad.
Llevaba tres meses en Nueva York. Y absolutamente nada había sido como lo esperaba. Nada. Había dejado atrás toda su vida en México, porque tenía un motivo por el que luchar, pero ahora ni siquiera podía recordarlo.
Y eso era deprimente.
‧₊˚✿༉:・゚
La segunda mitad de Noviembre, es una de las mejores temporadas en la ciudad, debido al montón de escaparates navideños que comienzan a poner, aunque también uno de los más caóticos por la cantidad de turistas que empiezan a llegar.
Era un día inusualmente lluvioso y muy frío, con un cielo enmarañado que combinaba perfectamente con su estado de ánimo y hacía resaltar el gorrito verde que su abuela tejió para que la acompañara, según sus palabras, en los días fríos de Nueva York.
Había sido una noche insoportable y se sentía fatal, pero al menos se veía fabulosa. Demasiado, como para solo estar encerrada en una insípida oficina.
—¿Tampoco saldrás a comer hoy?
Merari negó sin apartar la mirada de su ordenador. Ellen suspiró despacio.
—¿Quieres que te ordene algo?
—No gracias, ve a comer tranquila.
—Está bien. —respondió resignada.
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ᴇʟ ᴀᴍᴏʀ sᴏᴍᴏs ɴᴏsᴏᴛʀᴏs
General FictionMerari está a punto de mudarse a Nueva York. Una ciudad que le cambiará la vida, que la sacudirá, arrastrará y alejará de todo aquello que creía que estaba bien, obligándola a ordenar sus prioridades. Se que suena horrible, pero no te preocupes, el...