¿Algún día me atreveré a confrontarlo todo sin titubear o solo seguiré así hasta morir?
Durante los últimos días, tras salir del encierro al que el dolor la confinó, Merari finalmente se atrevió a confrontar algunas cosas de las que había huido durante mucho tiempo y que alguna manera la habían llevado a rendirse y aceptar que necesitaba ayuda. Sin embargo, había una que tenía que ver con las palabras que Lois pronunció y la reunión con Catherine que se negaba a aceptar, pues había un profundo miedo escondido en un rincón de su ser, desde hace mucho tiempo. Un miedo que la intimidaba y la tenía paralizada. Miedo a ser definida por lo que pasó, a tomar las decisiones equivocadas y empeorar todo, a fracasar y volver a quedarse en blanco. Miedo a volver a sentirse así de vacía, sin rumbo fijo y no tener idea de por dónde empezar.
—¿Merari?
Escuchó la voz de Leonardo a lo lejos e inmediatamente reaccionó, saliendo de su mente y continuaron subiendo las escaleras, a nada de llegar al sexto piso. Merari había llamado a Leonardo alrededor de las once de la noche, tras mucho dudarlo y sentir que una profunda desesperación la consumía lentamente, luego de que sus mejores amigos dejaran su departamento y les asegurara que todo estaba bien, porque pensó que podría sobrellevar mejor las cosas a solas, tal y como lo hacía antes, pues creía que el estar acompañada y sentirse protegida la dejaba en una situación mucho más vulnerable, que cuando se sentía sola y lo sobrellevaba con cierta entereza.
—¿Qué pasa?
—¿Estás bien?
Merari asintió.
—Lamento haberte llamado a esta hora.
—Por favor, no lo hagas —comentó con voz suave. Merari detuvo sus pasos de inmediato y lo miró de frente, justo cuando llegaron al sexto piso. Leonardo era tan solo un par de centímetros más alto que ella, pero aún así tenía que levantar un poco, pero solo un poco la mirada para conectar sus ojos con los suyos—. Te extrañaba y mucho.
—¿De verdad?
Leonardo profundizó su mirada y contuvo la respiración, luego asintió. Estar tan cerca de Merari era insoportable, pero al mismo tiempo insuficiente. La atracción que sentía por ella, ya era demasiada. Estaba a punto de volverse loco.
—No tienes idea de cuanto.
El corazón de Merari comenzó a latir con fuerza, mientras el frío en sus mejillas era reemplazado por un sutil ardor ante su cercanía, ante su voz suave y profunda, su mirada azul profundo. Entonces dejó caer las llaves de su departamento al suelo, sin intención alguna y Leonardo las levantó de inmediato.
—Lindo llavero. —comentó con una sonrisa al observar las fotografías que colgaban junto a un par de fresas y flores de metal, después le extendió las llaves—. ¿Quiénes son ellos?
—Mi familia y mi mejor amiga, Samara —tomó las llaves y las miro por un segundo, conteniendo las lágrimas—. Ese día, era el cumpleaños de mi abuela y decidimos irnos a Mineral del Chico a celebrar. Fue uno de los mejores días de mi vida.
Merari abrió la puerta tras un profundo suspiro y encendió las luces, después se dirigió a la cocina dando por terminada la conversación, pues su corazón se rompía un poco más cada vez que recordaba a su familia y su vida en México, antes de Andrés. Una vida que ya no existía más.
Mientras tanto, Leonardo tomó asiento en el sofá y pronto se dio cuenta de dos cosas: que los amigos de Merari se habían ido y que la estación de café seguía intacta, con las flores apagándose lentamente.
—¿Qué te gustaría tomar? —preguntó Merari más tarde, desde la cocina.
—Un vaso con agua y hielos está bien, por favor.
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ᴇʟ ᴀᴍᴏʀ sᴏᴍᴏs ɴᴏsᴏᴛʀᴏs
Fiction généraleMerari está a punto de mudarse a Nueva York. Una ciudad que le cambiará la vida, que la sacudirá, arrastrará y alejará de todo aquello que creía que estaba bien, obligándola a ordenar sus prioridades. Se que suena horrible, pero no te preocupes, el...