Su cama estaba vacía, lo había estado por cinco días consecutivos y eso se sentía realmente maravilloso, como todo desde que terminó con Andrés. Sin embargo, en el fondo no podía evitar sentirse abrumada. Y no entendía porqué. No tenía sentido.
Así que se arrastró fuera del colchón para tomar un baño antes de iniciar su día. Finalmente era domingo, uno de sus días favoritos, porque no tenía que ir al trabajo, ni a la universidad. Era un día exclusivo para ella misma.
El primero que tenía en mucho tiempo.
Posteriormente, fue a la cocina para preparar su desayuno, así que revisó la alacena y el refrigerador. Entonces se dio cuenta que no había casi nada, que todo estaba prácticamente vacío.
-Una tacita de avena, leche de coco a nada de echarse a perder y trocitos de chocolate amargo -dijo mientras ponía todo en la encimera-. Me sirve.
Merari tomó las cosas y las llevó a la encimera, en donde tuvo que mover una de sus plantas para poder hacer espacio para preparar su avena. Fue entonces cuando noto que estaba un poco decaída, que todas sus plantas estaban suplicando por su atención. Así que miró a su alrededor, por unos segundos, con detenimiento. Todo su departamento era un desastre; estaba desordenado, sucio, sin vida, y había muchas cosas que no eran suyas. En realidad, no parecía su departamento.
¿Hace cuanto tiempo no me ocupo de mi departamento, mis plantas y de mí?
Merari supo de inmediato cuál era la respuesta. Lo sabía desde hace mucho tiempo, pero hasta ahora no se había detenido a pensar en el impacto que tenía la constante presencia de Andrés en su vida; era como tener las manos y las piernas atadas a una ancla muy pensada, que le impedía moverse. Y aunque se había liberado, su cuerpo aún estaba entumecido. Casi inmovil. Así que suspiró profundamente antes de comenzar a hacer su desayuno en silencio. Estaba abrumada. Sin saber que hacer, ni por dónde empezar. Por lo que fue a su balcón para comer su avena, mientras hacía una lista:
pendientes importantes:
☆limpiar departamento a fondo.
☆ordenar habitación.
☆sacar y tirar las cosas de Andres.
☆regar y cuidar plantitas.
☆hacer lista para surtir despensa.
☆ir al supermercado.
☆ir por un café con Ian.Una vez realizados los primeros cinco puntos de la lista, Merari tomó un par de bolsas de tela junto con audífonos y salió de su departamento con todas las cosas de Andrés en una bolsa para tirarlas en el contenedor de basura y cumplir con los últimos dos puntos.
Hasta que de pronto, tropezo con algo.
En la puerta había un enorme ramo de rosas amarillas, en una canasta de madera, con una nota escrita a mano adornando su centro, que decía: «¡No voy a rendirme jamás! Eres mi vida.»
Merari retrocedió un paso de manera inconsciente, mirando a su alrededor tensa, con la nota estrujandose entre sus manos y el corazón latiendo cada vez más rápido. Hasta que su teléfono comenzó a vibrar en su bolsa de tela.
Era de Andrés.
Por supuesto.
-¿Te gustaron las flores, mi vida?
-¿Qué mierda tienes en la cabeza?
-Amor. -le respondió tan seguro.
Marari frunció el ceño asqueada y en seguida terminó la llamada, después cerró la puerta de su departamento y tomó la canasta completamente fuera de sí, para llevarla al contenedor de basura. Lo primero que arrojó fue la bolsa con las cosas de Andrés, luego la canasta llena de flores. Y comenzó a pisotearlas con una furia desmedida.
ESTÁS LEYENDO
ᴇʟ ᴀᴍᴏʀ sᴏᴍᴏs ɴᴏsᴏᴛʀᴏs
Ficción GeneralMerari está a punto de mudarse a Nueva York. Una ciudad que le cambiará la vida, que la sacudirá, arrastrará y alejará de todo aquello que creía que estaba bien, obligándola a ordenar sus prioridades. Se que suena horrible, pero no te preocupes, el...