Capítulo 21. [Nuevo 4]

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—¡Todo es tu culpa! —gritó alguien a lo lejos, llamando su atención.

Merari iba caminando por las calles de la ciudad, de regreso a casa, cuando se detuvo al oír los gritos justo detrás de ella y su expresión se horrorizó al ver el rostro difuso de aquella persona. Entonces intentó alejarse, pero pronto se dio cuenta que estaba rodeada de personas con el rostro difuso, que comenzaron a gritarle cientos de cosas a la vez: «Las flores no son acoso» «Mereces algo mejor, ¿por qué no puedes verlo, Merari?» «¡Tienes que hacer algo!» «¿Cómo pudiste volver con él?» «No mereces que te ame en lo absoluto» «Sí tan solo fueras alguien que mereciera amor y buenos tratos, todo sería diferente». Y mientras gritaban, se iban acercando a ella cada vez más, encerrándola.

—¡Ya basta! —gritó Merari, cubriendo sus oídos— ¡Cállense todos!

Merari despertó gritando, con el corazón palpitando de forma agresiva dentro de su pecho y se abrazó a sí misma, convenciéndose de que solo había sido una pesadilla, con las lágrimas rodando por sus mejillas, hasta que su alarma comenzó a sonar.

Entonces se levantó de la cama en contra de su voluntad y trató de iniciar con su rutina, igual que todos los días. Sentía el cuerpo aletargado, suplicando desesperadamente por volver a la cama, aunque sabía que no podía hacerlo, así que continuó; abrió su armario y tomo lo primero que encontró —de nuevo—, después salió de su habitación sin siquiera tender su cama y fue directo a la cocina —tropezando con una de las bolsas llenas de flores que había prometido sacar hace dos días— pero, ni siquiera fue capaz de preparar su desayuno, así que solo tomo sus cosas y salió de su departamento.

Una vez en la empresa suspiro profundo antes de obligarse a entrar y tomar el elevador. No tenía ganas de nada, mucho menos de pasar la tarde encerrada en su oficina, aunque, era mejor que estar en su deprimente departamento y además, le daba un poco de ánimo por fin usar su nueva cafetera.

No obstante, al bajar del elevador y ver la expresión de Ellen se dio cuenta de que algo no andaba bien y que probablemente, tendría un asqueroso día en el trabajo.

—Ellen, dime que sucede. —pidió Merari.

—Evan está en tu oficina y... está molesto.

Merari comenzó a sentir como su piel se calentaba poco a poco y su corazón empezaba a latir con tal fuerza, que terminó sustituyendo el sonido del exterior. Intentó calmarse como pudo, para no alterar a Ellen pues ella estaba al tanto de lo que había pasado el día anterior con Ethan, por lo que tomó su mano y le aseguró que todo iba a estar bien, que confiara en ella y quitara esa cara de preocupación, hasta que Ellen la dejó ir.

Evan estaba sentando en la silla detrás del escritorio, con una expresión bastante sería que la hizo titubear, aunque no lo demostró. ¿Qué más podría pasarle a estas alturas?

—¿Se puede saber qué haces aquí?

—Puedo estar donde me dé la gana, es mi empresa.

Evan se levantó de su asiento y se acercó a ella, alertando sus sentidos.

—Tengo buenas noticias, estrellita.

—Te he dicho que no me digas así.

—¿Quieres escucharlas o no?

Merari levantó la ceja y se cruzó de brazos, retrocediendo sutilmente.

—Ethan Wilde está dispuesto a perdonarte por tu actitud de ayer y accedió a tener otra reunión contigo en su oficina —comentó como si fuera la mejor noticia del mundo, mientras Merari deseaba soltarle un puñetazo en la cara.

—¿Es una maldita broma, Evan?

—No, no lo es —respondió relajado, con una sonrisa.

—Es un absoluto no, Evan. No puedes obligarme a ir.

ᴇʟ ᴀᴍᴏʀ sᴏᴍᴏs ɴᴏsᴏᴛʀᴏsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora