-¡Merari, abre la puerta! -gritó.
Axel continuó tocando con fuerza, pero no recibió ninguna respuesta y eso sólo aumentó su desesperación, pues los ruidos que provenían de adentro solo lo hacían pensar en lo peor. Así que solo siguió insistiendo.
-¡Merari, abre la maldita puerta!
Todo se quedó en silencio por lo que pareció una eternidad, hasta que Merari finalmente abrió la puerta.
-¿Se puede saber qué demonios te sucede? -preguntó molesta-. ¿Por qué tocas de esa manera mi puerta?
Axel la observó detenidamente por unos segundos. Su aspecto reflejaba que algo no andaba bien; tenía pequeños rasguños en los brazos y en las manos, los ojos irritados de tanto llorar y el cabello desordenado.
-¿Estás bien? -preguntó al verla.
-Estoy limpiando mi departamento, porque como puedes ver está hecho un desastre. ¿Vas a ayudarme o por qué tanto interés en saber?
Axel giró los ojos con fastidio, luego entró al departamento y le quitó el trapo que Merari llevaba sobre sus hombros sin decir nada, dispuesto a ayudarla. Sin embargo, se quedó paralizado al ver que todo era un completo desastre; había vidrios rotos en el suelo -algunos ya estaban dentro de una pequeña caja de cartón-, cientos de rosas rojas pisoteadas -más de la mitad estaban amontonadas en una bolsa negra que se estaba desbordando-, además de agua y un olor insoportable.
Jamás había visto así el departamento de Merari, ni por error. Ella era absurdamente ordenada.
Entoces giró a verla lleno dudas y reproches asomándose entre sus pupilas, por lo que Merari suspiró esperando a que comenzará con el interrogatorio, pero en su lugar, Axel solo se puso levantar los vidrios que estaban en el suelo en absoluto silencio, por lo que ella decidió darle tregua de la misma manera. Aunque, estuvo observándolo todo el tiempo.
Axel tenía el ceño fruncido y ocasionalmente negaba con la cabeza, como sí estuviera ayudándola en contra de su voluntad. No entendía por qué. En realidad, nunca podia entender su actitud.
Horas más tarde el departamento estaba un poco más despejado y limpio. Axel ahora tenía las manos igual de lastimadas que Merari -tal vez un poco más-, por lo que tomó asiento en el sofá muy cansado, mientras ella se acercaba con un par de limonadas.
-Gracias. -expresó Axel, tenso.
-Gracias a ti, por ayudarme -le respondió bastante incómoda, pero de manera honesta-. De no ser por ti, me hubiera pasado la noche entera ordenando este maldito desastre.
Axel asintió con seriedad y después se tomó la limonada de un solo trago para así no decir nada. Y todo se quedo en silencio por lo que pareció una eternidad.
-Axel. -pronunció más tranquila.
-¿Qué pasa? ¿Ahora qué hice?
Axel se puso a la defensiva de inmediato, por lo que Merari dudo en continuar con esa conversación. No sabía exactamente que era lo que estaba haciendo, pero necesitaba verse a través de los ojos de otras personas para poder repasar sus propios pasos y saber en donde fue que se equivocó.
-¿Por qué estas tan molesto?
-No estoy molesto.
-Parece que lo estas conmigo.
-Solo estoy harto de esta situación, de verte así solo porque no piensas bien lo que haces.
-No sé de que estas hablando.
-¿Ah, no? ¡Todo este desastre es por Andrés, porque sigues con él a pesar de todo! -exclamó, soltando toda la molestia que tenía desde que vio todo, desde que la vio a ella-. ¿Crees que un par de flores arreglaran todo lo que hace? ¿Por qué demonios no te das cuenta? ¡Nada de esto estaría pasando sí hicieras las cosas bien!
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ᴇʟ ᴀᴍᴏʀ sᴏᴍᴏs ɴᴏsᴏᴛʀᴏs
Ficción GeneralMerari está a punto de mudarse a Nueva York. Una ciudad que le cambiará la vida, que la sacudirá, arrastrará y alejará de todo aquello que creía que estaba bien, obligándola a ordenar sus prioridades. Se que suena horrible, pero no te preocupes, el...