El frío era cada vez más insoportable; las calles comenzaban a pintarse de blanco poco a poco y las fiestas de fin de año estaban a la vuelta de la esquina, lo cual solo significaba una cosa: vacaciones. La oportunidad perfecta para huir de su insoportable vida, lejos de todo y de todos.
—¿Entonces, te iras esta noche?
Merari asintió, mientras se colocaba su abrigo. Estaban por irse a casa, pues finalmente habían terminado el trabajo que tenían pendiente, por lo tanto, su última jornada del año ya había llegado a su fin.
—No es algo que esté a discusión.
—Lo sé, eres demasiado testaruda. —comentó Ellen, con aire divertido—. Solo preguntaba porque pensé que irías a la fiesta de Evan.
—No tengo ganas de ir. —respondió—. Honestamente, nada bueno me espera en esa fiesta, así que mejor me iré a mi departamento a arreglar mis maletas.
Ellen ladeo una pequeña sonrisa.
—Haces lo correcto. —sonrió, despues se acerco a darle un cálido abrazo—. Realmente espero que te la pases muy bien con tu familia, pero sobre todo que descanses y te relajes.
—Gracias por todo, Ellen. —contuvo las lagrimas, aferrándose—. Disfruta mucho de estos días de descanso con tu familia. Nos vemos.
Merari tomó su camino a «Vegan Coner» en donde fue bien recibida por Ian y ahí de quedo un buen rato, a solas, pensando seriamente en lo que iba a hacer, hasta que finalmente se fue a La Quinta Avenida para comprar algunos obsequios para su familia.
Horas más tarde regresó a su departamento y lo primero que hizo, fue dejar todas las bolsas sobre la mesa, luego se quito las miles de capas de ropa que llevaba encima, hasta que finalmente fue al sofá y tras un suspiro, llamó a su madre.
Al principió todo fue caótico, porque Elena no la dejó hablar y comenzó a contarle muy emocionada los planes que tenían para las fiestas; dijo que todos pasarían la Navidad en casa de su abuela, que en Año Nuevo estaría dispersos porque sus hermanos irian a casa de su padre, su abuela a casa de sus hijos que vivían en el Estado de Hidalgo, ella se iría a Tepoztlán a conocer a los padres de Sebastián y que Samara dijo que estaba invitada a pasar esa noche con ella, en casa.
—Má. —repitió Merari con voz débil.
—¿Qué pasa?
—Es que... no iré a casa en estos días.
Un silencio incomodo se apodero de la llamada, haciendo tambalear todo.
—Tengo mucho trabajo y no me dieron vacaciones —continuó firme, lo cual la hizo sentir como la peor persona del mundo al mentirle a su madre—. Lo siento mucho mamá, de verdad.
—No te preocupes, cariño. Lo entiendo —finalmente respondió—. Es solo que no me agrada la idea de que estés sola en estas fechas. No deberia ser así.
—No pienses en eso, voy a estar bien —respondió lo más relajada posible, aunque honestamente, deseaba estar sola—. Solo preocúpate por pasarla bien estos días.
—Está bien, lo haré. Solo prométe que llamaras si necesitas algo.
—Mamá, ya tengo veintidós años.
—¿Eso te impide necesitar algo?
—No. —respondió entre dientes.
—Te amo y así tengas cincuenta años, puedes llamarme si necesitas algo.
Merari sintió una pequeña y doloros punzada en el corazón, que se sentía bien al mismo tiempo. Tan bien, que estaba a punto de echarse a llorar.
—¿Te he dicho la falta que me has hecho? —su voz tembló—. Hay días en los que no se que hacer con tanto y sólo quiero ir corriendo contigo.
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ᴇʟ ᴀᴍᴏʀ sᴏᴍᴏs ɴᴏsᴏᴛʀᴏs
Ficción GeneralMerari está a punto de mudarse a Nueva York. Una ciudad que le cambiará la vida, que la sacudirá, arrastrará y alejará de todo aquello que creía que estaba bien, obligándola a ordenar sus prioridades. Se que suena horrible, pero no te preocupes, el...