Capítulo 23.

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—Evan quiere verte en su oficina.

Leonardo apartó la mirada de los documentos que estaba leyendo, luego miró a su asistente con pesar, esperando que fuera una broma. Había sido una mañana horrible y lo último que quería era ver a su jefe.

—¿Te dijo para qué?

—No, pero al parecer es urgente.

—Está bien, gracias por avisarme.

Su asistente se limitó a asentir y salió de la oficina, por lo que Leonardo apagó su ordenador, suspiro con pesar y se dirigió a la oficina de Evan, sin embargo, al llegar al final del pasillo se detuvo por un breve instante y se quedó mirando hacia la oficina de Merari, formando una sutil sonrisa en la comisura de sus labios, después continuo su camino y todo rastro de su sonrisa se borró cuando entró a la oficina y se encontró con Ellen y Nate.

—Me enteré que ustedes son buenos amigos de Merari, así que los mandé a llamar para que me hicieran el favor de sacar sus cosas de esa oficina y entregarle su carta de despido. —soltó de la nada, con tal calma.

—¿Carta de despido? ¿De qué demonios estás hablando? —cuestionó Nate.

—Se lo ganó, por insolente.

—¿Por insolente o por qué sencillamente no pudiste manejarla a tu antojo?

—No tengo que explicarte nada, Nate.

—No es necesario. Eres tan predecible.

Leonardo permaneció en silencio, después intercambió miradas con Ellen.

—¿Qué le hiciste? —preguntó con bastante seriedad, que causó escalofríos.

—¿Yo? Nada más que apoyarla, pero es una maldita malagradecida.

Ellen tensó sus hombros, sintiendo como la sangre en sus venas comenzaba a arder.

—¿Apoyarla? —expresó incrédula ante su cinismo y muy molesta—. ¡Quiso obligarla a reunirse con Ethan Wilde después de que la acosó y amenazó con arruinarla! La hizo pasar un infierno a manos de sus socios, chantajeándola con el contrato que tenían, aprovechándose de su necesidad y lo peor de todo, es que esta no es la primera vez que hace eso.

—Eso no es cierto.

—¡Yo estaba ahí cuando llegó llorando por lo que ustedes le hicieron!

—Nadie le hizo nada —Evan respondió con una voz sorpresivamente tranquila—. No es mi culpa que sea una dramática. Al final del día, es mujer y ustedes son así todo el tiempo. Merari no tenía nada de qué preocuparse, estaba rodeada de verdaderos hombres.

—¿No tenía nada de qué preocuparse? ¡Ustedes son el problema y lo peor de todo, es que no solo para ella! ¿Cuál es el objetivo de ponernos en situaciones incómodas? ¿Demostrar quién tiene el poder? ¡Vaya porquería!

Leonardo arqueo la ceja sorprendido, pues en todos los años que llevaba de conocer a Ellen nunca la había visto levantar la voz de esa manera. Fue sensacional.

—No desperdicies tu tiempo, ni tu energía en esto, Ellen —intervino Nate, luego miro fijamente a Evan—. Eres absolutamente repulsivo y estás cometiendo un grave error, porque para cubrir todo lo que hacía Merari vas a tener que contratar como mínimo a seis personas y sumándole con todo lo que Ellen la apoyaba, van a tener que ser diez personas. Y para reemplazar todo lo que hago yo, vas a tener que buscar toda la vida, porque sabes perfectamente que nadie lleva las relaciones públicas mejor que yo, así que si despides a Merari y no te disculpas con ellas, tendrás que despedirnos a todos.

Evan le sostuvo la mirada, con el ceño fruncido y los puños tensos, mientras Nate formaba una sonrisa victoriosa en sus labios.

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ᴇʟ ᴀᴍᴏʀ sᴏᴍᴏs ɴᴏsᴏᴛʀᴏsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora