Abril es uno de los meses más dulces del año en Nueva York, porque según todos, la nieve comienza a desvanecer abriendo paso a un clima más cálido.
Aunque era mentira, porque no había nada de cálido en ese clima, al menos no para Merari. Sin embargo las cosas marchaban cada vez mejor, al menos en la escuela y el trabajo, pues su vida personal parecía ser el mismo infierno.
—¿Otra vez tuviste mucho trabajo?
Andrés había estado llegando a altas horas de la noche a su departamento, sin invitación, ni previo aviso, lo cual era un verdadero fastidio porque no la dejaba descansar bien en los pocos momentos que se permitía hacerlo.
Había robado las llaves. Era ruidoso al llegar. Olía muy mal. Y siempre quería quitarle la ropa, antes que saber cómo se sentía, qué había sucedido en su día o sí quería ella estar a solas con él.
—No te importa. —gruñó.
—Y apestas a alcohol, como siempre.
—¿De qué mierda estás hablando?
—Por favor Andrés, puedo olerte.
—Pues entonces revístate la nariz.
Camila tenía razón, aunque lo parecía, Andrés no era un imbécil. Era bueno en todo lo que hacía para herirla, para tenerla sumida en el mismo infierno.
Y lo peor de todo es que lo disfrutaba.
Por eso, mientras Andrés ganaba más seguridad, Merari estaba perdiéndose. Pues todo el miedo al que era sometida, junto a las inseguridades que cada día aumentaban, la hacían olvidarse cada vez un poco más, de quién era ella.
Andrés se quitó la ropa dejándola en el suelo, quedando únicamente en bóxer para después meterse a la cama —como si fuera bienvenido en ella—. Y como siempre empezó a mover sus manos de forma imprudente en un asqueroso intento de tener intimidad.
Fastidiada de lo mismo tomó su cobija de color verde, junto a su almohada y después salió huyendo de su cuarto.
—¿A dónde demonios vas?
—¡Al maldito sofá, lejos de ti!
—¡Vuelve acá, maldita Merari!
No escucho el resto de maldiciones e insultos que Andrés, su novio, aquella persona que decía quererla con toda el alma, le dijo cuando azotó la puerta.
Una vez que se acostó en el sofá, soltó un profundo suspiro, mientras dejaba caer sus lágrimas por aquel camino tan conocido, tan marcado por el tiempo.
¿Por qué es tan difícil alejarse de él? ¿Por qué siento que no tengo ninguna otra opción, que esto es todo para mí?
No tenía la respuesta a ninguna de sus preguntas. No sabía lo que sentía, ni lo que estaba haciendo. Ya no sabía nada.
A la mañana siguiente cuando Merari iba a la universidad, se encontró con Andrés afuera de su edificio, pues iba llegando en su auto, con un grandioso ramo de flores amarillas, para darselo.
—Claro, las flores lo arreglaran todo. —murmuró para sí misma mientras veía como Andrés se acercaba a ella.
—Quería disculparme contigo.
—Te disculpas demasiado, pero no sirve de nada porque no cambias tu maldita actitud. —explicó, molesta.
—Tú eres la que debería cambiar de puta actitud. Cada día te vuelves más insoportable —apretó el ramo—. ¡Te molestas, hasta por querer hacer lo que las parejas normalmente hacen!
ESTÁS LEYENDO
ᴇʟ ᴀᴍᴏʀ sᴏᴍᴏs ɴᴏsᴏᴛʀᴏs
General FictionMerari está a punto de mudarse a Nueva York. Una ciudad que le cambiará la vida, que la sacudirá, arrastrará y alejará de todo aquello que creía que estaba bien, obligándola a ordenar sus prioridades. Se que suena horrible, pero no te preocupes, el...