Dursnte los siguientes días Merari se había concentrado únicamente en acomodar sus cosas en su departamento y establecer su nueva vida en Nueva York; se despertaba emocionada para iniciar su rutina de mañana, ponía su música favorita, mientras pasaba el día entero encerrada en su departamento. El día jueves buscó algunos viveros cerca de su edificio. El viernes compró algunas plantas para terminar con los últimos detalles de la decoración. Y finalmente, el sábado aquel espacio vacío se había llenado de calidez, convirtiéndose así en un espacio seguro para vivir en paz.
Lo siguiente en la lista de «Mi vida en Nueva York» era encontrar trabajo de medio tiempo, así que ordenó una pizzay se preparó un poco de refresco natural de limón, después tomó su ordenador y se sentó sobre la alfombra, hasta que logró reunir cuatro entrevistas, programadas para el día lunes.
Dos días después Merari iba saliendo de su penúltima entrevista, con toda su esperanza a punto de desaparecer debido a que todo el día había escuchado lo mismo, con ese tono hipócrita que en el fondo ocultaba algo más que sólo desprecio: «No te llamaremos aunque dijimos que sí, porque no nos importa lo bien preparada que estés». Aún así no se daría por vencida tan fácil e iría a su última entrevista. Haría lo que sea necesario con tal de obtener el trabajo.
Su universidad quedaba de paso, por lo que decidió pasar a echar un pequeño vistazo. Estaba justo frente a una de las residencias para los de nuevo ingreso, que estaba enfrente del Washington Square Park, en donde se visualizaba por las tardes al salir de alguna clase. Luego, continuó caminando hasta la librería, aquel grandioso edificio que le emocionaba conocer. Y finalmente terminó su recorrido en el edificio de la facultad de negocios: Stern, lugar donde estudiaría para obtener su MBA.
—Aún no puedo creerlo. —murmuró con una enorme sonrisa en su rostro.
Sin embargo la alarma de su teléfono comenzó a sonar, por lo que dejó de admirar el edificio y tomó su camino a la última entrevista del día, con la esperanza aferrandose a su corazón.
Una vez en el lugar tuvo que esperar alrededor de quince minutos, junto a otras dos personas que no le quitaban la mirada de encima. Hasta que más tarde apareció un señor que la llamó para dejarla pasar a un despacho, por lo que Merari cambió su actitud antes de entrar al despacho y tomó asiento enfrente de un hombre maduro, con una expresión demasiado seria.
—¡Estoy fascinado con tu currículo! —expresó—. Es perfecto.
—Lo sé. —Merari sonrió con modestia.
—Evan. —se presentó formalmente—. CEO y accionista mayoritario de esta empresa, a la que quiero que te unas de inmediato.
—¿De verdad?
—Sí, aunque para el puesto necesito a alguien con un poco más experiencia —aclaró su garganta—. Eres muy joven aún pero tienes todo lo que se necesita, así que te cite para negociar.
Marari sabía que iba a aceptar el trabajo con un buen trato o no, porque era la única oportunidad que tenía en sus manos, porque sabía también que nadie más iba contratarla a pesar de su talento y destacable preparación. Eso era un hecho. Por eso sentía que tenía que conseguir el trabajo a toda costa, pero sin mostrarse demasiado necesitada o dispuesta a todo, porque hace tiempo que había aprendido de muy mala manera, que las personas usualmente se aprovechaban de eso, así que intentó manipular todo a su favor, mostrándose realmente interesada en lo que Evan y su empresa tenían por ofrecer, para así conseguir lo único que le interesaba: tiempo y dinero, porque sin eso, no había nada.
—No me parece que sea conveniente.
—¿Por qué no? —preguntó alerta.
—Yo tengo todo lo que necesitas, pero no sé qué es lo que está empresa tiene para ofrecerme. —dijo, tratando de no sonar arrogante, ocultando su anhelo.
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ᴇʟ ᴀᴍᴏʀ sᴏᴍᴏs ɴᴏsᴏᴛʀᴏs
Ficción GeneralMerari está a punto de mudarse a Nueva York. Una ciudad que le cambiará la vida, que la sacudirá, arrastrará y alejará de todo aquello que creía que estaba bien, obligándola a ordenar sus prioridades. Se que suena horrible, pero no te preocupes, el...