Capitulo XVIII

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Toda su vida su madre había pedido que fueran silenciosas por las noches, pues después de que se apagara todo nadie debía estar por los pasillos y ni qué decir de la calle

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Toda su vida su madre había pedido que fueran silenciosas por las noches, pues después de que se apagara todo nadie debía estar por los pasillos y ni qué decir de la calle.

Por lo que su madre se escandalizaría si supiera que no pasaba las noches en su habitación.

Tiro mejor de su capa para que le cubriera el rostro, intentaba que las personas que aún rondaban las calles no reconocieran quién era ella y mucho menos quería que la asocian con algo que no era. Guardo uno de sus mechones oscuros debajo de la tela, era un privilegio poder llevarlo sin que fueran rizos obligados.

Le gustaría salir más con su cabello lacio, pero su madre se seguía empeñado en convertirla en una especie de muñeca humana.

No sentía frío alguno, es más, llevaba la capa solo para evitar ser reconocida.

Se detuvo en la puerta correspondiente, a la que había estado esperando poder tocar desde hacía meses, estiró su mano para llamar a la puerta mediante la clavija. Formuló su mejor sonrisa y fue lo más convincente, casi nadie podía ver qué se ocultaba tras de esta.

—Buenas noches —saludó un hombre de la edad de su padre tal vez, estiró su comisura más arriba.

—Buenas noches —correspondió el saludo, notó la mirada lasciva que le dedicaba antes de dejarla pasar.

No quería ni imaginar que pasaba por esa mente.

—Déjeme y le ayudo. —asintió tragándose el asco que el tacto poco disimulado de aquel hombre sobre su piel mientras le quitaba la capa.

Acomodó sus guantes de encaje cruzando sus manos sobre su regazo mientras el hombre colgaba su prenda en el perchero, sonrió un poco mientras la guiaba por los pasillos de la casa hasta el corazón de la misma, podía escuchar las risas provenientes del salón y el humo que traspasaba las puertas.

El hombre le abrió la puerta para que pasara delante de él, sabía que era una excusa para volver a verla la piel expuesta de su espalda. Las risas se detuvieron y todos los ojos cayeron sobre ella, casi pudo sonreír con suficiencia al ver que su cometido estaba hecho.

—¡Mirad lo que la noche no ha traído! —sonrió un poco más cuando la mano de él se posó sobre su hombro desnudo.

Su madre le mataría al saber que llevaba su mejor vestido.

Ese que había sido mandado a confeccionar para la siguiente temporada, que había estado guardando con tanto recelo de que ninguna otra chica le viera, que tenía un leve escote recto sobre su pecho que se extendía sobre su pecho hasta su espalda, dejando a la vista la piel pálida de su pecho y cuello.

Sus pálidas clavículas.

Y su cuello apenas cubierto por una cinta negra.

Su madre se había vanagloriado de aquella prenda.

Lady CorbacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora