Capitulo II

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Abrió la puerta y comenzó a bajar los escalones como si en aquello se le fuera la vida, miró sobre su hombro notando que sus padres casi corrían tras de ella, se giró de golpe, metió las manos bajo su falda en el momento justo en que conectó con l...

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Abrió la puerta y comenzó a bajar los escalones como si en aquello se le fuera la vida, miró sobre su hombro notando que sus padres casi corrían tras de ella, se giró de golpe, metió las manos bajo su falda en el momento justo en que conectó con los ojos confundidos de Jeremiah.

Él tenía el entrecejo fruncido y casi pudo ver como intentaba acercarse, pero ella no iba a hablar con nadie en ese momento.

Echó a correr por la calle, sin importar si alguien más le veía. Era muy rápida, en cuestión de un par de segundos estuvo de pie en las puertas de la iglesia, gran lugar para escapar de una boda ¿Verdad?

Que ironia.

—¡Padre! ¡Padre! —chillo como un animal herido traspasando las puertas de la iglesia, una corriente eléctrica descendió por su columna vertebral.

—¡Dios santo Vanessa! —se giró hasta que encontró al hombre de la sotana avanzar hacia ella, soltó un suspiro de alivio—. ¿Que te trae como demonio por la casa del señor? No puedes hacer eso.

—Disculpe mi abrupto padre pero tengo algo que contarle. —se aferró a la sotana del hombre quien la miró con curiosidad—. Padre... quieren que me case con Marcus... yo no puedo hacerlo... no quiero hacerlo.

Por un instante, en un momento efímero creyó que aquel hombre le iba a entender, que él iba a ver la verdad que sus ojos decían pero estaba equivocada, que ella era caprichosa y egoísta por no hacer lo que le pedían.

Vio lo mismo que veía en los ojos de sus padres todos los días.

Un dolor por no ser como su hermana.

Una decepción por ser una solterona sin remedio.

Un asco por no llenar las expectativas.

Dio un paso atrás y su rostro perdió emoción, apretó su mandíbula observando como aquel hombre negaba ante sus palabras.

—Tus padres tienen razón. —dio otro paso atrás cuando él intentó acercarse—. Solo eres una caprichosa que no entiende nada. ¿Sabes que puedes honrar el nombre de tu hermana? ¡Criar a sus hijos! Y solo piensas en lo que tu quieres.

Nego y levanto la barbilla, aquello fue como un sacrilegio para el sacerdote pues soltó un resoplido acercándose más, ella dio otro paso más atrás quedando por fuera del umbral de la iglesia.

—No voy a honrar a Luciana casandome con la bestia de su esposo. —el sacerdote ahogó un grito ante sus palabras—. Ella no va a descansar hasta que ese monstruo esté muerto y sus hijos estén a salvo.

—¡No digas esas cosas en la casa de Dios! —estiró sus brazos a los costados y sonrió de manera malévola, el sacerdote se santiguó.

—Si Dios no ayudó a mi hermana yo no voy a obedecer a unos simples títeres de la maldad. —borró su expresión y comenzó a bajar los escalones de la iglesia con destino lo más lejano a casa.

Lady CorbacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora