Valentina
Revolví el café y luego me lleve la taza a la boca para tragar un poco, era temprano y no estaba apurada por llegar tarde al colegio. Había un silencio en el comedor, no solo que mi papá estaba mirándose al espejo del living acomodándose la corbata, sino que desde murió mi mamá se sentía un vacío enorme en la mesa. La misma era grande, larga y ancha, yo siempre me sentaba en frente de ella, y ahora solo me queda observar la cruda realidad de que ya no se encontraba bailando por los pasillos de esta casa.
Ya no se encontraba cocinando esos canelones que le quedaban de diez, ya no estaba sentada en su sillón leyendo libros interminables, ya no lucía sus característicos tacones para salir a trabajar, ya no hacía que mi papá sonría como antes. Y eso me dolía, me dolía más de lo que me imaginaba.
—Ya está Guillermo viniendo para acá, así que apenas termines de desayunar andá con él. No lo dejes esperando.— ordenó mi progenitor volviendo a sentarse en su lugar, acto seguido agarró su diario y lo continuó leyendo. Hasta el momento no escuché un buenos días.
—Antonella se va a quedar en Europa por una semana más.— informé apoyando mi taza en la mesa, esa era otra de las razones por las cuales me cuesta mucho mantener el hilo de mi salud mental.
—Es lindo Europa, podemos ir el feriado que viene, de paso la visitás.— propuso pero yo negué, Europa era el lugar favorito de mamá y no estaba lista para recordarla tan seguido.— Tenemos que despejarnos, hija. En serio, ¿no querés viajar a Cancún? ¿O a Rio de Janeiro? Dicen que las playas ahora están más lindas de lo que ya son.
—No tengo ganas, pa.— murmuré rascando mi nuca con nerviosismo.— Aparte vos mañana viajás a Uruguay de vuelta y vas a estar re cansado, yo estoy bien.— dije convencida.
La conversación finalizó ahí y lo noté muy concentrado en su diario, la mucama vino para ofrecerme otro poco de café y le agradecí con una sonrisa, lo necesitaba bastante.
Mucha gente dice que la mejor vida que te puede tocar es la de tener sirvientes, casa grande, viajes todo el tiempo, padres reconocidos en el país y obviamente, lujos. Pero es lo contrario, mi papá se la pasa viajando por trabajo y me siento muy sola en mi casa, mi mejor amiga está viendo la oportunidad en irse a vive a otro continente y yo quedo sola, capaz que tengo algún que otro grupito para socializar pero no es lo mismo. También la necesito a ella.
—Hilda, ya me voy al trabajo.— le avisó a la mucama, o bueno, una de las tantas.— En una hora o dos va a llegar un paquete a mi nombre, recibilo y dejalo en la mesa, por favor.— pidió doblando su periódico en dos.
—Como diga, señor.— asintió la canosa.— ¿Qué va a querer almorzar, chiquitina?— me preguntó, Hilda es como una abuela para mí.
—¿Podrás hacerme una tarta de verduras?— consulté, mi comida favorita siempre fue y va a ser la tarta de verduras.
—Con mucho gusto.— me sonrió cordialmente.— Voy a limpiar un poco los cuartos, que tengan un muy lindo día.— nos deseó con buen humor.
—El paquete que va a llegar es para vos, cuando llegues del colegio abrilo.— me dijo mi papá una vez que la mucama se retiró.
Ya me imaginé lo que podía ser así que no le contesté nada, mi celular vibró encima de la mesa y di vuelta la pantalla para saber de qué se trataba, eran mensajes de Ignacio, un compañero del curso. Más específicamente, Ignacio Spallatti. Morocho de labios gruesos y con una sonrisa hermosa, digamos que un pibe encantador para los ojos de cualquier persona. Pero mi felicidad desapareció al ver lo que me había puesto, que fue todo lo contrario a lo que pensé.

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polaca; trueno.
FanfictionP || "Terminé de caer que era tan real el amor que sentía, que hasta me apenaba por la gente que todavía no pasó por este sentimiento de ver a alguien y decir «no sé cómo ni cuándo, pero sé que sos vos»" Donde Valentina hace lo que sea para que su p...