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• Segunda parte •

Valentina

Hace fácil cinco minutos me levanté de la siesta, después de días volví a mi habitación pero por suerte mi papá no se encontraba en casa como para empezar a pelear como de costumbre. Cuando los que trabajan en casa me recibieron, se sorprendieron de lo moretoneado que tenía los brazos y las piernas. Me hicieron todo tipo de preguntas que se puedan imaginar, desde dónde estuve hasta si me violaron y secuestraron.

Me salí de las sábanas y me dirigí al baño para lavarme la cara, la tenía toda marcada de lágrimas de lo mucho que lloré por todo lo que está pasando últimamente. Fue increíble lo que me descargue, aparte no tenía a Mateo al lado como para que me consuele y eso fue el doble de doloroso. Ya seco mi rostro, volví y me puse a acomodar la ropa en mi armario, la misma la puse a lavar y ya había terminado de escurrirse y secarse.

Una vez que finalicé con eso, me tiré a la cama con mi celular y me puse a ver, como de costumbre, historias de Instagram. Se me sanó el corazón cuando vi que Mateo había subido a mejores amigos unas cuantas; puso un sticker de preguntar porque se aburría y escribió "háganme sentir influencer como polaca". Le escribí unas cuantas boludeces y vi qué le pusieron los otros en las siguientes historias, identificaba al toque quienes le escribían.

Mis oídos captaron la puerta principal cerrarse con fuerza, esta sí que es la peor pesadilla.

Agarré las llaves de mi habitación y trabé la puerta con miedo de que sea cualquiera de los dos, estoy entre Ignacio y papá. Ninguno me da buenas vibras como para hablar. Me alejé de la puerta a paso lento para escuchar si se acercaba a mi habitación, pero no, entonces la destrabé y salí para escuchar la voz de esa persona. Mi papá.

—Valentina me dijo que no quería ver ni hablar con nadie, señor. Yo no quiero no hacerle caso a usted, pero tampoco quiero hacerla pasar por un mal momento a su hija.— habló Hilda, me senté en la escalera para tener una mejor audición, sin embargo no podía ver ni contemplar nada.

—Yo no le pago para que le haga de mamá a mi propia hija ni que la cubra, acá el que da y pone órdenes soy yo, ¿está claro?— cuestionó con tono firme. Me aferré a mis rodillas y apoyé mi mentón sobre las mismas, simulando abrazarlas.

—Y lo entiendo perfectamente, señor. No me quiero entrometer, fue un pedido de ella.— justificó sin miedo alguno.

—¿Dónde está ella?— preguntó.— Ya sé, te pido que me sirvas un vaso de agua mientras la voy a buscar para hablar...

—Deje, yo la voy a buscar.— interrumpió formando un silencio en la sala.— Los dos sabemos que no lo va a querer ver por ahora, y para no generar más conflictos, creo que lo mejor va a ser que yo la busque.— explicó para romper el ambiente tan incómodo.

—Está bien, pero que no tarde. Tengo que ir a buscar los vinos todavía.— informó y escuché pasos alejándose del lugar, los cuales me dieron indicios de que se había ido a la cocina.

Me quedé sentada en la escalera aún con la cabeza sobre mis rodillas y vi la sombra de Hilda subiendo las mismas; por ende levanté mi mirada y la encontré a ella, mirándome apenada y con la expresión de perdoname. Pero yo no podía hacer nada al respecto, es mi papá y por mucho que me cueste lo tengo que aguantar, no lo puedo esquivar por más que me cueste.

polaca; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora