20. 24hs.

1.3K 72 76
                                        


• Primera parte •

Valentina

En veinticuatro horas, los Spallatti se reunían con nosotros. Mañana es la firma del contrato, y no se lo conté a él.

Mi última noche en su casa y su última casa en capital hasta dentro de dos, casi tres semanas, todo depende si le surge otro show allá.

En este instante estaba acariciando su pelo y parte de su rostro mientras él veía videos, más específicamente de personas construyendo casas en medio de la nada con sus propias manos. Mis ojos se distraían en la pantalla de mi celular cada dos por tres, desde que le mandé la ubicación a Ignacio me dejó de hablar, y hace unos minutos atrás lo bloqueé para siempre. Y sí, me arrepentí de la impulsividad del momento.

—¿En qué pensás, amor?— preguntó soltando su celular en su pecho y aprovechó para darse vuelta, ahora me miraba y con sus manos acariciaba mi rostro para que le preste atención.

—En nada, ¿por qué?

—No, para saber.— contestó siendo completamente sincero.— ¿Le contestaste a tu viejo?— interrogó volviendo a su antigua posición, esta vez sin usar el celular y se quedó charlando conmigo. Yo negué con mi cabeza repetidas veces.— Hablale, Valen. Se van a poner peor las cosas y va ser más complicado de lo que ya es.— dijo mientras miraba para el techo.

—¿Para qué le voy a hablar si siempre termina confiando y creyendo en todos menos en mi?— cuestioné recostando mi cuerpo sobre el respaldo de la cama.— No parece mi papá, Mateo, y me jode eso. Se supone que tenemos que tener una buena relación y es todo lo contrario, cada vez se desgasta más que antes.

—Ya sé que es re estresante, pero ¿cómo vas a hacer para volver a tu casa si ni siquiera tenés conversación con él?— continuó acomodando mejor su cabeza sobre mi regazo.

—Me preguntás como si nunca hubiese hecho algo por mi propia voluntad o cuenta, me sorprende.— aclaré mirándolo desde arriba, él también me miraba pero se notaba desde lejos que estaba pensando algo para hacerme recapacitar y ayudarme.— Sino me voy a lo de Mauro unos días más y listo, no tengo ganas de verle la cara a mi viejo.— ideé en el momento que vi que nada iba a llevar a una buena conclusión.

—Realmente sos cabeza dura.

—Mentes desorganizadas son mentes brillantes.— excusé tratando de salvarme de mi imagen de "caprichosa", admito que lo soy pero en esto sí que no, tengo mis sabias razones.— ¿Por qué no en vez de hablar de esta mierda hablamos de lo mucho que la vas a romper allá? Acordate de mi cuando te llamen de Miami.— pedí para cambiar el horrible ambiente que se había formado.

Mateo ensanchó una linda sonrisa ante lo que le había dicho y respondió:—Me hacés replantearme en si tengo que ir o mandar todo a la mierda para quedarme con vos.

—Te diría que te quedes, pero va en contra de mis principios de que todos necesitamos despegarnos de lo habitual.— parafraseé ahora jugando con su mandíbula, a la cual le hacía pequeños círculos como caricias.— Olvidate de mi y pasala bien, ¿sabés? Yo voy a estar bien, extrañándote, pero bien.— exigí ya notando que se me empezaba a nublar la vista a causa de las lágrimas, sin embargo pude disimularlo por la poca luz que había en la habitación y que justo no apuntaba mi cara.

—¿Cómo vas a pedir que me olvide de vos? ¿Estás loca?— hizo montón con la mano, y la misma la acercó para apenas acariciarme la mejilla y transmitirme una paz inmensa.— No digas boludeces que para eso estoy yo, ahora me abrazás.— ordenó ahora acomodando su cuerpo sobre el mío y no tuve mejor opción que enredar mis brazos por detrás y mantenerme cerca de su espalda por un largo rato, al estar sentada atrás de él imponía que me ponga en esta posición, como un koala agarrado de su rama.

polaca; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora