8. Valor.

1.8K 100 122
                                        

Valentina

Estaba esperando a que mi papá me termine de dar la plata que supuestamente me va a servir para el viaje, en cinco minutos iban a pasar a buscarme en una caravana que, por obvias razones, era del falopa de Valentín.

—Tomá, seis mil cien, en tu tarjeta tenés un límite de cincuenta mil.— informó dándome un montón de puros billetes de cien, yo lo agarré medio asqueada, odio que me den plata, pero no me dejó negarme.

—¿Estás seguro que querés que vaya?— pregunté guardando lo que me dio en el bolsillo de mi mochila, es raro que no me haya hecho un reproche.

—Vos ya sabés qué es lo que te dejo hacer y qué no cuando no estoy con vos.— recordó mirándome a los ojos.— Voy a contratar a un guardia de seguridad para la puerta.— avisó.

—¿Por? ¿Entraron a robar al barrio?— consulté atontada, aunque es medio imposible que entren a robar a un barrio privado.

—No, va a dejar pasar a la casa las personas que estén autorizadas por mí, y si no es así, no van a pasar.— me respondió la pregunta y yo me quedé sin palabras.— Y ya te voy advirtiendo que ese Mateo, el chico que pasó el otro día, no va a tener autorización.

—¿Por qué siempre me tenés que joder con todo el mundo? ¿Qué te hago?

—Ese chico no está a tu altura ni nivel, Valentina.— ejemplificó esquivando mi mirada.— Con solo mirarlo me doy cuenta la clase de persona que es...

—¿Nivel?— interrumpí riendo.— ¿Ser un corrupto con tus clientes, estafar a la gente y poner a tus empleados en negro, es nivel, altura?— interrogué haciendo que él me vuelva a mirar.

—No te lo permito, Valentina...

—Yo no te permito que me digas con quién juntarme y con quién no, ya bastante con ser novia de Ignacio, que encima anda desaparecido y querés que me junte con él.— mentí como la mejor.— Me voy, lo charlamos en otro momento.— dije rendida y me acerqué a mi progenitor para saludarlo con un simple beso en la mejilla.

—Avisame apenas llegues allá.— pidió ya más calmado.

No le respondí una sola palabra y cerré la puerta de su despacho. Cada vez me cae peor. Recibí un mensaje de mis amigas avisando que ya estaban afuera, así que apresuré mi paso y atravesé la casa entera para ir hacia la puerta principal, cuando la abrí me encontré a Venecia y Morena con una botella de jugo y un mate.

—Son dos horas y media con el culo aplastado.— fue lo primero que dijo la morocha, yo reí cerrando la puerta con llave y viendo la caravana detrás de ellas.

—Y unos buenos tererés nos van a salvar.— continuó la pelirroja señalando la botella.— ¿Solo una mochila vas a llevar?— preguntó al ver lo que traía a mis espaldas.

—Es una semana chicas, no un año.— reí avanzando con ellas, Valentín estaba con el pequeño baúl abierto tratando de que entren todos los bolsos.— ¿'Ta complicado?— fruncí el ceño llamando la atención del ojiazul.

—¿Por qué las mujeres se traen ocho bolsos, tres mochilas y cinco maletas?— consultó todavía haciendo fuerza, refiriéndose claramente a mis amigas.

—Con esos bracitos mucho no creo que logres.— admitió Mauro apareciendo por detrás de él.— Hola polaquita.— me saludó con un beso en mi mejilla y a eso lo acompañaba un abrazo.

polaca; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora