13 Fichas bibliográficas

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Hola a todos, aquí Coco... ¡quien tiene que irse corriendo porque tiene demasiada tarea a su &#$%! Lo siento mucho XD es que en serio, creo que voy a morir. Disculpen el saludo tan al aventón por la prisa, pero creo que muchos me comprenderán cuando digo que se debe a los finales. Solo les diré tres cosas: uno, los capítulos de hoy les van a encantar; dos, los quiero mucho; y tres... ya saben qué hacer, fufufu ^u^

***

Elizabeth iba sentada en el copiloto de un bello automóvil negro mientras Meliodas conducía hacia el centro de la ciudad. Hacía mucho que no iba por ahí: los altos rascacielos, el tráfico, luces por todas partes. En realidad, era un lugar que le encantaba, pero justo en ese momento tenía demasiadas cosas en la cabeza como para poder disfrutar el paisaje.

—¿Estás nerviosa Eli? —Su adorado rubio no apartaba la vista del frente, pero su sonrisa delataba que toda esa situación le parecía divertida.

—¡No! O bueno... tal vez un poco. —Su risa cristalina rebotó contra las ventanas del auto y la envolvió en el sonido cálido que ella más adoraba escuchar.

—No lo estés. Yo creo que te llevarás muy bien con la doctora Belialuin, y como no es la primera vez que hablo de ti durante la terapia, técnicamente ella ya te conoce.

—Oh por dios, ¿le has hablado de mi? —El ojiverde pestañeó lentamente, haciendo que sus pupilas relucieran y brillaran más bajo la luz del mediodía.

—Eres la persona más importante de mi vida en este momento, Elizabeth. Obviamente debía hablarle sobre ti —Saber eso hizo que la albina sintiera su pecho lleno de mariposas. No pudo contener la sonrisa que se formó en sus labios, y puso ambas manos sobre sus mejillas ruborizadas, casi saltando de la emoción. Luego la luz roja del semáforo los hizo detenerse en su camino, y el rubio aprovechó ese instante para voltear a ver a su bella compañera—. No sabes lo mucho que aprecio el hecho de que aceptaras venir a verla.

—Es lo mismo para mí, Meliodas. El saber que me tienes tanta confianza como para abrirte así conmigo... —Ella detuvo sus palabras al percibir la intensa mirada que él le estaba dedicando.

En verdad, parecía que el riesgo que tomó la otra noche había valido la pena. Su tímido y tierno bibliotecario había comenzado a dar vistazos de una personalidad diferente. Era más sexy y valiente, justo como su lado oscuro. Solo que este aún no había vuelto a aparecer. Y era precisamente por eso que la pareja decidió ir por ayuda profesional. No sabían si él podía tener un "rebote", una recaída que pusiera en riesgo su estabilidad e incluso la seguridad de Elizabeth. Más valía estar prevenidos. El semáforo volvió a estar en verde, y la pareja siguió avanzando hacia la tan esperada cita.

—No sabía que supieras conducir.

—Claro que sí. Después de todo, este desastre comenzó con un accidente automovilístico, ¿lo recuerdas Eli?

—Es... es cierto —La albina se le quedó viendo fijamente al concentrado conductor, y de pronto sintió que ahí estaba pasando algo mucho más importante de lo que había admitido—. Cariño, ¿y estás bien? ¿Esto no te genera ninguna...? —De nuevo, no la dejó hablar. Aun atento y con la vista hacia adelante, estiró su mano para alcanzar la de ella, y luego se la llevó a la boca para imprimirle un intenso beso en su dorso.

—Te amo tanto linda —Elizabeth se derritió ante esas palabras. Un par de besos más, y el rubio devolvió la mano a su lugar, colocándola sobre sus piernas—. No tienes que preocuparte. Estoy bien. Te confieso que al inicio si me asustaba la idea de tomar el volante pero, después de considerar las cosas valientes que has hecho por mi hasta ahora... bueno, llevarte en coche me parecía una hazaña menor.

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