38 El cuarto de archivos

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Hola a todos, aquí Coco, en esta fría, bella noche de domingo, cada vez más emocionada y feliz al ver que nos aproximamos al clímax de esta historia. Cuando comencé a escribirla, les juro que jamás creí que llegaría a encariñarme tanto, a disfrutarla, ¡y hacer que mis cocoamigos lo disfrutaran también! ^w^ Estamos llegando al final del año, y cuando este termine, los bibliotecarios también terminaran su aventura. Pero aún no ^3^ y mientras ese momento llega, ¿por qué no vamos a disfrutar de la pequeña paz antes de la tormenta? Este capítulo es el comienzo del fin, fufufu. Ya saben qué hacer.

***

—No, es que no puede ser posible.

—Helbram, cálmate. No sé por qué reaccionas así, debería ser todo lo contrario. Tendrías que estar feliz por ella. —King miraba la cara de angustia del peliverde al ver el diagnóstico de la paciente, comprendiendo que él albergaba fuertes sentimientos hacia ella, cuando quizá ya era demasiado tarde para admitirlos. Tal vez fue por las recomendaciones que le hizo de socializar más, o porque Dayana no mintió lo suficientemente en su última evaluación, pero la bella chica con heterocromía había recibido un "diagnóstico favorable" en su última revisión, y a condición de seguir el tratamiento, sus médicos le dijeron que ahora podía salir del sanatorio y volver a su antigua vida. Solo que en el fondo nadie deseaba eso.

Helbram lo sabía bien: Dayana solo había comenzado a ser feliz cuando llegó con él. Antes su vida era un infierno. Siempre sola, siempre juzgada y maltratada por su familia, que solo deseaba de ella que fuera una niña perfecta y obedeciera todas sus represivas reglas. No había nadie ahí para ver sus dibujos, nadie para escuchar sus silencios, nadie para cuidarla. En primer lugar, fue el estar completamente sola en la mansión lo que la había vuelto loca, y ahora pretendían que regresara ahí para convertirse en una "señorita de sociedad". Helbram sentía que podría estallar de ira o tristeza en cualquier momento.

Mientras tanto, King se sentía igual de mal o peor. El sentimiento que predominaba en él era la culpa, después de todo, había estado tan concentrado en su nueva relación con Diane, que no había prestado suficiente atención a los sentimientos de su mejor amigo. Sin embargo, si tenía que ser honesto, tampoco hubiera hecho algo tan bajo como alterar los resultados médicos de Dayana solo por retenerla ahí. Si acaso en verdad había algo más entre esos dos, el chico de pelo verde debía conseguirlo fuera del sanatorio. De otra forma, simplemente parecería un médico aprovechándose de una paciente.

—Tienes que hablar con ella. Su familia vendrá a recogerla mañana, así que será mejor que te despidas y le ayudes a despedirse de los amigos que hizo aquí. Y Lovehelm... lo siento mucho. —Él sabía que tenía razón, pero igual le echó a King una mirada agria al verlo alejarse. No era su culpa, eso Helbram lo entendía, pero como todos los sentimientos que había albergado hasta ese momento estaban queriendo salir al mismo tiempo, simplemente asintió con la cabeza y se alejó lo más rápidamente que podía para no explotar contra él.

Dayana, su Dayana, se iba. Lo dejaría solo entre los ecos del hospital, entre las decenas de enfermos que habían perdido su sonrisa. Oh diosas, ¿cómo se lo iban a decir a Liz? Ambas se habían vuelto muy cercanas en ese corto tiempo. ¿Y las aves? ¿Quién iba a cuidar de esos pájaros verdes que solo cantaban en las mañanas? ¿Quién iba a pintarlos? ¿Quién iba a mancharle la cara con óleos de colores, solo por tener una excusa para acariciar su rostro? Entre más caminaba por los pasillos buscándola, más tenía en claro lo que sentía: se había enamorado de ella.

No importó cuánto había tratado de negarlo, tampoco la mentira piadosa de "solo amigos", ni el miedo a que lo rechazara debido a su condición psiquiátrica. La amaba tal cual era. Y más aún. Cada paso que daba evocaba la imagen de la joven, y un sentimiento nuevo y más violento brotó de él: se dio cuenta de que la deseaba. Su pelo negro como ala de cuervo, sus ojos del color de la miel y la sangre, sus pequeñas y suaves curvas. Deseaba a Dayana como mujer, y si no la tenía ese mismo día no podría tenerla nunca.

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