11 Somos tuyos - Parte 1

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¡Hola a todos! Aquí Coco, que de alguna forma milagrosa logró hacer tiempo para sus correcciones, y comienza su semana con una nueva actualización, ¡yei! ^u^ Mil disculpas por la demora y ausencias, siento que ahora si estoy trabajando a marchas forzadas >o< Sin embargo, las vacaciones están cerca, ¡y también nuestra fiesta por los 300! <3 Así que pronto espero poder compensarlos por todo y agradecerles su apoyo y amor °3^ Mientras... estoy segura de que disfrutaran los capítulos de hoy, ¡son de lo mejor! Ya saben qué hacer. 

***

—¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! ¡Aaaaahhhh! Galand... —Pasando un minuto después de las nueve, la secretaria del decano se encontraba atendiéndolo en el último asunto urgente de la agenda de ese día: coger para celebrar su recuperación. Se encontraban en la oficina del maduro profesor, felices de volver a verse tras casi una semana de separación. El pobre había estado tantos días enfermo que el no haber tenido una de sus "charlas profesionales" con ella lo tenía desesperado. Mientras, la pelimorada estaba disfrutando enormemente el regreso de su jefe.

Sonreía como loca mientras sacaba la lengua y tenía el trasero levantado mientras él la empalaba con violencia. Sus pechos desnudos descansaban sobre el escritorio, su cabello largo se desparramaba sobre plumas y papeles, y para rematar aquel glorioso momento, su amado de pelo cano le había traído un obsequio: un adorable tapón anal, que además, tenía la forma de una pequeña cabeza de serpiente. Lo metió en la parte más oscura de su interior apenas se dilató lo suficiente, y doblemente penetrada, se estaba dejando llevar por las intensas caricias del hombre de la gabardina roja.

—Aguanta querida, solo un poco más... —Por si fuera poco, y para consentirla, su novio secreto había envuelto su miembro en un delicioso condón texturizado. Tras casi siete minutos de total y perverso placer, por fin la pequeña secretaria logró alcanzar el clímax.

—No puedo aguantar más... ¡Me vengo! ¡Aaahhh! —Y así fue. A pesar del latex que lo cubría, Galand se deleitó al sentir la explosión líquida que había en su interior, y tras retirar también la dulce serpiente, la tomó entre sus brazos y la abrazó con ternura.

—Es bueno estar de vuelta... ¿Quieres tener otra charla en mi casa? —La pelimorada le echó los brazos al cuello para darle un intenso y rápido beso, y después tomó sus cosas con la velocidad de un corredor de autos.

—Si no llegamos en veinte minutos, me temo que tendrás que mandar a lavar tu coche, viejo diablo.

—¡Jiajajajajajaja! —Salieron corriendo tomados de la mano, y cuando llegaron a la puerta principal, Galand recordó un detalle importante que debían considerar—. Espera, Mela, ¿no deberíamos cerrar con llave la oficina?

—No te preocupes querido. Alguien más la cerrará por nosotros. —Y tenía razón, pues mientras ella se dejaba llevar por el deleite de su demonio rojo, otra parejita estaba haciendo lo mismo a solo unos pasos.

A la izquierda de la oficina, detrás de aquel enorme escritorio, existía un cuarto pequeño que servía para guardar archivos y alguna papelería. Era poco más que un cuarto de escobas, con una cerradura vieja a través de la cual podía verse al otro lado, y solo tres personas tenían llave de ese lugar: el profesor Galand, su secretaria... y el bibliotecario, que tenía una copia de cada puerta del lugar.

Esto está mal... es voyerista... ¡Pero se siente taaaan bien! —Una hermosa peliplateada estaba en cuatro puntos desde un lugar donde podía ver a través de la cerradura.

Ella y su novio habían estado observando a la otra pareja durante todo el acto, y cuando estos se habían retirado, ellos siguieron con su juego de excitación. Aquel rubio tenía su lengua bien metida en su interior, haciéndole un oral que sólo un experto podría. Con una mano apretaba suavemente su trasero, y con la otra se masturbaba a sí mismo, todo de forma lenta e intensa. Aunque solo ella pudo ver la escena con sus ojos, para él, los sonidos bastaron para ponerlo a mil, sobre todo porque él estaba muy ocupado con el sabor y olor de aquella deliciosa fruta prohibida. Cuando las contracciones dentro de la chica llegaron a un punto crítico, él despegó la boca de ese alimento sensual y se apresuró a ponerse el condón, que por cierto, también era texturizado.

El BibliotecarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora