Hola a todos, aquí Coco, en esta bonita tarde de domingo, esperando el momento en que llegará nuestra mágica y terrorífica fiesta de Halloween ^u^ Lo siento, simplemente no puedo resistirme a comentarlo cada que puedo <3 Pero mientras, la espera es dulce y divertida. El capítulo de hoy ejemplifica todo eso, ya que a veces, posponerla gratificación resulta ser... fufufu, placentero >u< Ya saben qué hacer.
***
Merlín se tomó una última taza de café mientras tecleaba en su laptop y suspiró para tratar de sacar todo el cansancio de sus esfuerzos de la semana, pero no pudo conseguirlo. A pesar de que todo estaba listo, a pesar de que tenía a las personas correctas y de que había planificado cada paso, igual no se sentía tranquila respecto a su último caso. Aún no habían llegado a la parte más difícil de todo aquel asunto. Repaso una última vez el expediente de la señora Liz Demon y, de nuevo, estuvo segura de que había un solo camino posible para ella: su terapia especial de colapso.
Sí, no tenía ni una duda de que tendría éxito al sanarla, por algo era la mejor profesional en su área, pero ese no era el problema. Lo que más le preocupaba en realidad no era el futuro de su paciente en sí, sino de los peculiares asistentes que eligió para esa ocasión. Meliodas y Elizabeth habían pasado por una situación muy difícil el fin de semana pasado, y ella sabía que apenas estaban recuperándose de su propia terapia en pareja. Pero por supuesto, lo que sea que hubieran vivido en el cuarto oscuro no era suficiente para lograrlo. Si en verdad querían ser libres del pasado doloroso del capitán, si en verdad querían superar todas barreras emocionales y seguir adelante como pareja, esa también era la única forma para ellos.
—Se... ¿señorita Merlín? —La pelinegra estaba tan absorta en sus pensamientos que no se dio cuenta de que su adorable asistente llevaba algunos segundos de pie en su puerta. Con su bata blanca, una nueva taza de café humeante en sus manos y su sonrisa llena de inocencia, le hizo recordar a la astuta médico que era el momento de dejar de pensar y enfocarse en otras cosas.
—Gracias Arthur, pero al parecer ese repuesto ya no va a ser necesario.
—¿Ya terminó el trabajo? Entonces, ¿quiere que me vaya? —La pelinegra soltó una leve risita y miró a su joven protegido, deleitándose con la expresión que estaba haciendo. Era obvio que él no quería irse.
—Yo no dije eso —En el segundo de silencio que siguió a esas palabras, la expresión del chico dio un cambio radical, y fue como ver a un perrito a punto de recibir un premio—. Ven aquí querido... —El ojimorado se acercó a ella de forma dócil, dejó el brebaje a un lado, y se quedó observándola con fascinación—. Inclínate. —No tuvo que decirlo dos veces. Él obedeció inmediatamente, y al hacerlo, la hermosa doctora lo tomó de la barbilla y le imprimió un apasionado beso en la boca.
—Mmmm... ahmmm... —Le fascinaba. Todo de él le fascinaba. Los ruiditos que hacía cuando se besaban, sus mejillas sonrojadas, los suaves gemidos que él creía que no se oían pero que eran música para sus oídos. Y había una cosita más que también le gustaba mucho—. ¡Aaaahhh!, Merlín... —La pelinegra había bajado las manos de la cara del chico hacia sus hombros, sus brazos, su espalda, y antes de que el pobre se diera cuenta, tenía enterradas las uñas rojas de la dama en su redondo y firme trasero. No pasaría mucho antes de que esas manos pasaran al frente así que, antes de perder la cordura del todo, decidió preguntar lo único que faltaba para que ambos se relajaran por completo—. Entonces, ¿puedo quedarme? —La mujer de los ojos ámbar rió de nuevo, le dio un beso fugaz, y tomó su bolso antes de soltarlo del todo.
—Aquí no cariño. Pero llama a tu casa. Hoy te va a tocar hacer guardia toda la noche... en mi departamento. —Por toda respuesta, él se lanzó de nuevo a besarla, y por lo abultado que estaban sus pantalones, la morena supo que no iban a llegar. Resignada a pasar otra noche en su sofá, la sensual mujer se quitó la bata, apagó las luces, y se permitió un segundo para contemplar la asombrosa vista de la ciudad que se apreciaba desde su prestigioso consultorio.
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El Bibliotecario
FanfictionNo juzgues un libro por su portada. Cuando Elizabeth conoce al sexy bibliotecario de la Universidad de Camelot, cree que se trata del hombre más perfecto del mundo: guapo, dulce y absolutamente tierno. Lo que no sabe es que hay mucho más en él de lo...