22 Las palabras que quiero decirte

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Fuera de las parejas conformadas por los siete pecados capitales, el Monspeeri es mi pareja favorita ^3^

***

Derieri observaba a Monspeet mientras hacía el desayuno e inundaba la casa con ese nostálgico aroma a café que tanto le gustaba. La pelinaranja insistía en que podía sobrevivir con un yogurt y un cigarrillo antes de trabajar, pero como él no estaba dispuesto a aceptar esa excusa como alimento, había tomado por hábito cocinar para los dos. Ese día dijo tener prisa, pero aún así, se tomó el tiempo para picar fruta, hacerle algunos waffles, y servirle el café en su taza favorita, esa que tenía la estampa con la frase "mi trasero dice...".

—No olvides lavar los platos querida. Paso por la tarde a recogerte al trabajo.

—¡Espera Monspeet!

Había tantas cosas que quería decirle. Quería halagar su elegante traje, comentar que se veía muy sexy con su corbata roja. Quería saltarle encima, abrazarlo, y pedirle que cogieran en cuanto volviera a casa. Quería pedirle que la dejara acompañarlo hasta la universidad, verlo trabajar e intimidar a los estudiantes con su feroz mirada, solo para que los dos se rieran de eso después . Pero no lo hizo.

—Yo solo... esto, ¿no quieres un poco? Aún estás a tiempo. Por un instante él pareció tentado, e incluso quitó su mano del picaporte; luego hizo una expresión misteriosa, una que ella no conocía ni lograba identificar, y abrió la puerta mientras sacaba las llaves del auto.

—Lo siento linda, esta vez no. —Acto seguido salió hecho una bala, dejando a la diablesa con una extraña sensación de opresión en el pecho.

*

Lo malo de haber conocido a Monspeet por tanto tiempo es que ella podía decir que prácticamente sabía todo de él. Sus hábitos, sus horarios, las cosas que le gustaban, e incluso había memorizado sus expresiones. Por eso le molestaba tanto no saber qué era lo que pasaba con él. Había estado actuando muy raro. Lo descubrió observándola cuando creía que no miraba, parecía evadirla cuando se acercaba demasiado, y aunque no tenía ninguna prueba, ella sentía que le estaba ocultando algo. Pensó seriamente en llamar a su hermana para preguntarle si alguna vez lo había visto así, pero al final no se atrevió a hacerlo. Después de todo, tal vez ella era parte del problema. La pelinaranja suspiró con pesadez, y cuando por fin terminó de archivar los documentos nuevos en la base de datos, vio como cierta parejita entraba a la hemeroteca.

—¿En serio Eli? No sabía que tu familia también era de Liones.

—Sí, pero ya no nos vemos tan seguido. Desde que mi hermana Margaret se casó, prefiero darle a ella y a Verónica su espacio.

—Aún así, es una pena que no hayas podido pasar a visitarlas, ¿tal vez la próxima vez? —Luego tomaron un par de tomos encuadernados del escritorio, y salieron de la estancia entre susurros. Derieri sonrió con ternura al ver que esos dos habían resuelto sus problemas, y aunque ella era más de actuar, esta vez realmente quería oírlos hablar de sus sentimientos. Sobre todo porque parecía que Eli había pasado por su mismo problema y logrado resolverlo.

—Tal vez después. —En cuanto terminó su parte del trabajo, un extraño vacío se le formó en la boca del estómago y sus ojos comenzaron a picar. No entendía lo que pasaba con ella misma, y se sintió tan enojada por eso que corrió a la cocina, tomó la primera dona que vio en la panera, y se la metió casi entera a la boca. Pero ni siquiera el doble chocolate logró llenar el hueco que sentía en su interior.

*

Afuera estaba lloviendo, y aunque por lo general le encantaba ese clima, no podía disfrutarlo estando tan impaciente. Era la primera vez que él llegaba tarde. Cuando escuchó risas a sus espaldas, le sorprendió descubrir que no había sido la última en salir.

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