4 Tarea para la casa

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Último capítulo  de hoy, ¡espero les esté gustando! Muchas gracias por seguir aquí conmigo, y sin más, los dejó seguir leyendo la historia del bibliotecario.

***

Los jefes de la sección de biología y geología de la universidad, Drole y Gloxinia, estaban en la oficina de Galand atendiendo algunos asuntos muy urgentes. Solo que estos, en realidad, no estaban relacionados al trabajo.

—¡Aaahhh! Drole... más despacio. Estás demasiado grande, ¡no podré tenerte por completo si primero no me lubricas! —El delgado y frágil especialista en botánica estaba intentando engullir por detrás la largura de su colega mientras el otro tenía una botella de aceite en la mano. Su apretado orificio hacía sonidos extraños que al corpulento hombre le encantaban y lo hacían perder el control. Abrió la botella con el aceite especial que el mismo pelirrojo había hecho en su laboratorio, y en vez de verterlo en él... prácticamente intentó meterlo al mismo tiempo que su miembro— ¡Aaaahhhh! No... ¡no intentes con dos cosas a la vez! Solo una... solo una...

Sabía que su amigo estaba excitado porque había comenzado a decir las cosas por dos. Se apuró a vaciar el contenido aceitoso sobre el trasero de su colega, poniendo especial atención a la línea entre sus nalgas, y tras darle un buen masaje en toda esa zona, comenzó a balancear sus caderas de adelante hacia atrás, llegando más profundo en cada embestida.

—¿Está mejor?

—¡Sí! Sí, está mejor. ¡Mmmmm!

—La puerta de nuevo está cerrada con llave. ¿Por qué, Mela? —La bibliotecaria pelinaranja estaba afuera de la oficina intentando entrar por unos documentos, pero después de varios intentos infructuosos de girar la perilla, finalmente se rindió. Su compañera solo la miró y soltó una risita juguetona.

—Sabes porqué. Hoy es el tercer sábado del mes, y el profesor Galand se ausenta una hora antes de ver a "sus colegas", que por cierto, siempre deciden "pasar a esperarlo en su oficina".

—¡Oooooh! ¿Y ya saben que el profesor no va a poder llegar a la cita por su visita al médico? —La pelimorada sonrió complacida mientras ponía la música de fondo un poco más fuerte.

—No, no lo saben Derieri. Creo que olvide mencionárselos. Pero bueno ya se cansaran de "esperar". No los interrumpas, y dejemos que salgan por su cuenta.

—¡Aaahhh! Oh sí, ¡Drole! Dame más, ¡mételo todo! —Después de otro par de embestidas, el gigante pelinegro por fin se vació dentro del pelirojo, que llegó a un orgasmo tan fuerte que lo dejó temblando en el piso—. La próxima vez, me toca a mi hacértelo.

—Anotado, profesor. Lo pondré en nuestra lista de tareas pendientes para la casa.

*

Habían pasado las dos, luego las tres, y a las cuatro Elizabeth estuvo completamente segura de que el señor Meliodas no había ido a trabajar. Aún estaba impactada por lo que ocurrió la noche anterior, pero por alguna razón que ni ella misma entendía, le pareció que todo aquello fue en gran medida su culpa. Tal vez su extraño comportamiento tenía que ver con esa advertencia que le hizo Gelda en su primer día de trabajo. Esa sobre no mirarlo a los ojos. Decidió ir a tratar de preguntárselo sin revelar lo que había pasado.

—Gelda, ¿hoy no vino el señor Meliodas?

—No, tienes razón. Y es muy extraño, porque no falta ni un día al trabajo a menos que esté enfermo de cama o que...

—¿Qué? —Por un momento, la rubia la miró con suspicacia, y al instante siguiente, con una inconfundible mueca de enfado.

—Elizabeth, lo viste directo a los ojos, ¿cierto?

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