Me encanta ver a Mel y Eli trabajando juntos, fufufu *u*
***
Cuando Elizabeth vio la casa, toda su determinación se desmoronó. Ir le había parecido una buena idea hasta ese momento. Ahora, de pie frente al que fue el hogar de su novio, de pronto se sintió intimidada y pequeña. Ella ya lo sabía, o al menos lo presentía, tras imaginarse la factura de la psiquiatra y el nivel de su departamento, pero enfrentarse con la realidad era... abrumador. La enorme casa era prácticamente una mansión, todos los autos aparcados eran modelos de lujo, y además tenían sistema de seguridad. Meliodas sí que venía de una familia rica.
—Fue mala idea venir, ¿verdad? —Si ella estaba nerviosa, su novio estaba aún peor. La cara pálida, manos sudorosas, y una expresión de terror que parecía que en cualquier momento se echaría a correr. Elizabeth intentó concentrarse en que también estaba para comérselo: traje formal, gabardina negra, y elegante suéter rojo. Pensó que, en realidad, hubiera preferido verlo vestido así en una cita los dos solos, y no a punto de entrar en lo que parecía su funeral—. Aún no nos han visto. Podemos irnos antes de que...
—¡Hermano! —Tan sorpresivamente que ambos saltaron del susto, la pareja fue rodeada por los hombros y abrazada por un hombre alto y peliplateado—. ¡Me alegra tanto que sí vinieras!
—Sí, esto...
—Y tú debes ser... —Al mirar a la chica, se quedó sin palabras. Con los ojos como platos y la boca abierta, aquel hombre se le quedó viendo con tal cara de confusión que la albina se puso aún más nerviosa.
—E... Elizabeth. Hola, es un gusto conocerte.
—El gusto es... mío —Ella no podía entender qué era lo que le pasaba, pero antes de poder indagar un poco más, su anfitrión agitó la cabeza como saliendo de un transe—. Me llamo Estarossa, bienvenida a mi casa. Bueno, ¿qué estamos esperando? ¡Entremos! —Casi empujándolos, el peliplateado los condujo hacia la lujosa entrada.
Cristal y madera, hermosas lámparas, Elizabeth pensó que hacía mucho que no veía un lugar tan lujoso. La puerta fue abierta por una bella ama de llaves, y otra sirvienta tomó sus abrigos antes de acompañarlos al recibidor. La pobre estaba mareada, quería sentarse, abrazarse a Meliodas, pero antes de poder hacer cualquiera de las dos cosas, sintió como era tomada nuevamente por los hombros.
—Entonces, ¿tú eres la chica maravillosa que volvió a hacer sonreír a mi hermano? Bienvenida a mi hogar, me encantará oír la historia de cómo se conocieron y otros detalles, estoy seguro de que será muy interesante.
—Déjala en paz —Cuando Elizabeth volvió a ver a su novio, se obligó a inhalar profundamente y ser valiente. Él se estaba muriendo, parecía que quería vomitar, su cara estaba contraída con una expresión de dolor y asco que apenas podía disimular, y aunque había una chispa de ira en sus ojos, tenía tantas emociones cruzadas que no atinaba ni a moverse. Preocupada, se acercó a él con la intención de tomar su mano, pero no pudo hacerlo, pues otra voz los interrumpió.
—¿Corazón? ¿Ya llegó Zel con su nueva novia?
Bajando por las elegantes escaleras de mármol, venía una mujer despampanante. Una pelirroja voluptuosa de cabello corto, con ojos azul intenso, enfundada en un vestido rojo cereza; a pesar de las mangas largas y el escote recatado, la prenda era tan ajustada que apenas dejaba nada a la imaginación; su maquillaje era perfecto, y sus labios como la sangre hicieron que la albina sintiera que venía de devorar a alguien. Pero aquella mujer no quedó menos sorprendida. Tuvo la misma reacción que su primer anfitrión, con la única diferencia de que logró disimularlo mucho más rápido antes de terminar de bajar y sonreírle de forma radiante.
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El Bibliotecario
Hayran KurguNo juzgues un libro por su portada. Cuando Elizabeth conoce al sexy bibliotecario de la Universidad de Camelot, cree que se trata del hombre más perfecto del mundo: guapo, dulce y absolutamente tierno. Lo que no sabe es que hay mucho más en él de lo...