Quince

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Había llamado a Martha para ver si podíamos quedarnos en su casa. Ella se había mudado a Quebec después de la boda. Quería alejarse de Toronto y de los recuerdos.

— Mamá tengo frío - escuché la voz de Alice.

Miré por el espejo retrovisor y la vi acurrucarse.

Paré en el arcén y me quité el cinturón. Bajé del coche y el frío de la noche me hizo estremecerme. Abrí el maletero y saqué la manta y el cojín que había cogido de la casa de Cody. Me monté de nuevo y se lo di a Alice.

— No te quites el cinturón. - ella negó con la cabeza y la vi taparse con la manta.

El aire ya estaba empezando a calentar el coche. Me asustaba la idea de que nos siguieran fuera donde fuéramos.

Vi el depósito en reserva, así que decidí parar en la próxima gasolinera que vi. Entré y aparqué. Me bajé dejando a Alice dentro. Me dirigí a la ventanilla y le di el dinero al chico que estaba detrás.

Eché gasolina, bostezando y mirando como corrían los números.

Cuando llegó a la cifra, saqué la manguera del depósito y la coloqué en su sitio. Me dirigí perezosa de nuevo a mi asiento y entré cerrando la puerta.

Me dejé caer sobre el volante respirando profundamente. Me incorporé y levanté la mirada para mirar por el espejo retrovisor cuando vi a alguien. Me sobresalté y mi corazón latió fuertemente contra mi pecho.

— Conduce o si no, mataré a tu hija, y después a ti.

— ¿Quién eres? - fui a mirar hacia atrás.

— No mires atrás, solo arranca y conduce, no esperaré mucho más.

Hice lo que me pedía mientras que mis manos temblaban. Salí de la gasolinera, encendí las luces y volví a la oscura carretera. Estaba aterrada. El aire se me quedaba atrapado y ni siquiera podía respirar bien.

— ¿Qué quieres? - le pregunté lo suficientemente alto.

— Aria Watson - chasqueó la lengua - He oído hablar mucho de ti, demasiado, has llegado a ser un dolor en el culo. Conduce hasta que veas la primera salida. Donde te llevo no es por la autopista.

Mi móvil sonó y miré hacia mi derecha para ver mi móvil vibrando en el asiento del copiloto. En la pantalla ponía "Jared". Mordí mi labio y me golpeé mentalmente, no debería de haber salido huyendo. Sabiendo lo peligroso que podía ser. Quería llorar de la impotencia.

— Tienes una hija muy guapa - miré por el espejo y vi que iba a tocarla.

— No la toques - gruñí.

— Tranquila - volvió a poner la mano sobre el arma que llevaba.

— ¿Qué quieres? ¿Qué haces aquí?

— Cumplo órdenes - se encogió de hombros - Y mis órdenes son que te lleve de vuelta a Toronto. Si cambias de dirección, te mato, si intentas huir, te mato, y si haces cualquier cosa estúpida...

— Me matas, lo he entendido - suspiré y cogí la próxima salida, vuelta a Toronto.

Lamí mis labios. Miraba por el espejo retrovisor de vez en cuando, mirando a ese hombre y mirando a Alice. Rezaba mentalmente para que todo esto saliera bien, aunque estaba prácticamente atrapada, ni siquiera podía hacer un movimiento para poder sacar el arma, y aunque pudiera sacar, él sería más rápido que yo y nos mataría.

— Si haces todo lo que te digo, tu hija saldrá viva de todo esto. Aumenta la velocidad - ¿Qué edad tienes? - me preguntó.

— Veinte y nueve - murmuré.

2. Saga Cree en mi -Recuerda DiciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora