Hoy era el segundo cumpleaños del pequeño Demian. Como habíamos hecho el año anterior, solo habíamos invitado a nuestra familia más cercana a nuestra casa para festejarlo. En realidad, Seleste me dijo que las fiestas de cumpleaños eran el mejor recuerdo para los niños, pero yo no recordaba mis cumpleaños antes de mis cuatro o cinco años de edad, por lo que me negaba a estresarme organizando una fiesta cuando mi hijo ni siquiera lo recordaría.
Seguía siendo un bebé, después de todo.
En fin, como el otoño estaba comenzando, los días todavía no eran demasiado fríos, así que la mayoría del día lo pasamos afuera. Como el almuerzo había sido tan generoso, al igual que los postres y el pastel, solo tomamos té sobre la hora de la cena. Y, como los niños se la pasaron jugando y correteando todo el día, la "fiesta" terminó antes de lo esperado. Casi todos se fueron con sus hijos dormidos en brazos.
La única que seguía en mi casa, era Candace. Souffiane había decidido irse, pues su hijo Lance estaba siendo afectado por el malhumor de no poder dormir la siesta en otro lugar que no fuera su casa.
—Los niños están creciendo tan rápido —comentó mi amiga, mientras calentábamos nuestros pies junto al hogar, en la sala familiar.
—¿Cierto? —tercié en acuerdo—. A veces me gustaría que el tiempo baje un poco la velocidad.
Ella sonrió.
—Las cosas también han cambiado. Me parece que fue ayer cuando me sentía intimidada por Lucinda, y ahora es una abuela que no puede más que babearse por sus nietos. ¿Acaso soltó a Noelle en algún momento?
Reí en voz baja.
—Solo para dejar que Lynn amamantara.
Poco después del primer año de Demian, la Reina Lynn y el rey Alaric habían tenido sido bendecidos con un hijo más, aparentemente el último, según ellos. Esta vez, una niña, a quien llamaron Noelle. La infante cumpliría un año en algunos meses y se la pasó, la mayor parte del tiempo, en brazos de su abuela paterna. Tal y como habían sido Alaric, Evan y Jacqueline, los reyes actuales también tenían tres hijos, con los géneros en el mismo orden: Joël, Mathias y Noëlle.
Joël, de hecho, seguía en mi casa. Se quedaría a dormir junto a Neva, pues Gemma lo había pedido. Hacía tiempo no tenían una pijamada.
—¡Ah! —exclamó Candace antes de tomar su celular y desbloquearlo—. Tomé una foto para ti mientras ayudabas a Nenna a entrar las cosas.
Alcé las cejas, curiosa, y tomé el aparato cuando me lo tendió. Sonreí al instante: era una fotografía de Evan con Demian y Sophia en brazos. Lo curioso era que mientras Demian tenía la cabeza apoyada sobre el hombro de su padre y observaba a su hermana con atención, Sophia rodeaba el cuello de Evan y miraba a su hermano con recelo, como declarando que su papá era solo suyo. Me hizo reír, porque Evan estaba sonriendo bien grande, bastante feliz con ser el objeto de discordia entre sus hijos.
—Esto no tiene precio —declaré—. Envíamela, por favor.
—No, no —negó Candace—. Todavía no viste lo mejor. Pasa a la siguiente.
Volví a reír, esta vez un poco más fuerte, pues Gemma se había unido y estaba mirando hacia arriba mientras empuñaba la camiseta de Evan. No se le veía la cara, ya que estaba de espaldas a la cámara, solo podía ver sus rizos despeinados (había intentado peinarla, pero al final del día siempre era inútil). Sin embargo, casi que podía imaginar su puchero, queriendo estar en los brazos de su padre al mismo tiempo que sus hermanos.
A pesar de tener seis años de edad y siempre mostrar cierta independencia, seguía siendo una niña que adoraba a Evan.
—Quiero estas fotos y todas las que hayas sacado hoy —le dije.
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Entre tú y yo
Short StoryPorque su historia es muy linda como para tener un final. Sigue a Brenda y a Evan a través de los años. *Es necesario leer "Mitades perfectas" para entender estos cuentos cortos.