Me desperté con dolores. Quise ignorarlos, pues el estar embaraza de Sophia era lo más impredecible de mi vida, pero incluso me costaba comer. Lucinda y Richard habían venido para desayunar con nosotros y ni siquiera podía obligarme a disfrutar de su compañía. Bebí el jugo de naranja que quedaba en mi vaso y me senté en el borde de la piscina, estirando mis piernas y apoyándome en mis brazos. Tiré mi cabeza hacia atrás, recibiendo el calor del sol. Aproveché que Gemma estaba aun comiendo con Evan, pues no sentía las fuerzas necesarias para cargarla.
Sentí a Lucinda a mi lado antes de verla.
Estaba agradecida de su apoyo en el último tiempo. Mi mamá estaba demasiado ocupada en Nueva York con sus negocios, por lo que darme consejos por teléfono era lo único que podía hacer. Mi perra-reina, en cambio... Quise odiarme por tardar tan poco tiempo en perdonarla, o por menos menos tiempo del que yo había planificado.
Fue cuando me enteré de que estaba embarazada de Sophia. No me sentía bien, Nenna se había ido a Burdeos a visitar a su familia por una semana por el fin del verano y Evan se la pasaba haciendo viajes cortos a Milán, por lo que yo estaba sola. Mi querido esposo me obligó a pasar unos días en la casa de sus padres mientras él se encargaba de algunos detalles administrativos del bar italiano.
Richard se la pasaba en el castillo, preparando todo para retirarse dentro de unos años. Lamentablemente, no podía retirarse con tanta rapidez. A menos que constara de su muerte, el pasaje de la... corona no podía ser apresurado. Por eso mismo, el actual rey había programado su retirada para dentro de, más o menos, un año.
Aunque eso no era nada. Desde hacía dos años que quería ceder el lugar al príncipe heredero y no podía. No solo porque el pueblo requería una atención tan fuerte que el rey quería encargarse él mismo, sino que los miembros del Parlamento no querían saber nada con el cambio. Ellos alaban a Richard Bourque, y aunque todos nosotros creíamos a Alaric lo suficiente inteligente y capaz para tomar el cargo, ellos no.
Por eso mismo, actualmente, mi cuñado estaba tomando parte en el liderazgo del reino junto a su padre, tomando decisiones y demostrando que no era ningún estúpido.
En fin, estábamos solas en la gran casa que los reyes habían compartido de jóvenes. Era más o menos del mismo tamaño que la nuestra; en pocas palabras: un mini castillo personal. Aunque este tenía muchas personas de servicio; nosotros solo contábamos con Nenna y Horace.
Ese día me sentía pésimo. Cansada, mareada, asqueada de todo. Lo presentía, pero no quería admitirlo. Quiero decir, tenía veinte y Gemma había cumplido un año hacía pocos meses. No creía estar lista para ser madre tan pronto. Me quedé acostada en la cama, dormitando con Gemma a mi lado y pensando en cómo sería la vida con otro bebé. Ella estaba abrazada a mi lado, dándome besos en la mejilla.
¿Acaso se podía amar más a alguien?
Eventualmente, tuve que salir de la habitación y bajar, pues mi teléfono había quedado abajo y quería hablar con Evan. No oía su voz hacía más de un día y con lo mierda que me estaba sintiendo no solo deseaba, sino que lo necesitaba.
Tomé a Gemma en brazos y bajé despacio las escaleras. Al bajarla en la sala contigua, me agarró una ola de náuseas y lo último que vi antes de correr al baño fue la cara de preocupación de Lucinda. Al vaciar mi estómago en el retrete, supe que estaba embarazada. A menos que estuviera envenenada.
Cuando salí, luego de hacer gárgaras con agua, encontré a Gemma sentada en las piernas de su abuela, sonriendo y mostrando los únicos ocho dientes que tenía. Lucinda le hablaba y le hacía cosquillas. Aunque no importaba lo que ella le dijera, Gemma la adoraba y sonreía apenas la veía.
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Entre tú y yo
Historia CortaPorque su historia es muy linda como para tener un final. Sigue a Brenda y a Evan a través de los años. *Es necesario leer "Mitades perfectas" para entender estos cuentos cortos.