Apenas había despedido a Candace, un mes después de nuestra conversación, cuando Nueva York volvió a tocar la puerta de mi casa.
Estaba haciendo lo posible para no deprimirme y pensar en positivo, distrayéndome con cosas de la casa o jugando con los niños, por eso mismo me encontraba en medio de la habitación de Gemma, sentada en el suelo mientras Sophia ubicaba una tiara de plástico sobre mi cabeza y Gemma... Le había puesto un vestido viejo de ella a Demian.
Evan se volvería loco si nos viera. En realidad, si no fuera porque Demian, quien estaba comenzando a dar sus primeros pasos, se estaba riendo mientras su hermana mayor lo sostenía de las manos para que se mantuviera de pie y lo hacía bailar en el lugar, le habría dicho que le quitara el vestido. Sin embargo, me gustaba más verlos llevarse bien y reírse entre ellos.
Demian se balanceó en el lugar. Gemma lo ayudó a sentarse en el suelo.
—Con cuidado —dije—. Tú también, Poppy, a mamá le duele si tiras así de mi cabello.
Sophia largó una risita.
—Lo siento, mami.
Mi celular comenzó a sonar. Primero me puse nerviosa, porque pensé que era Evan. Él ahora mismo estaba en Italia, organizando algunas cosas del bar con Edouard. Ahora que Souffiane se había ido, tendría que ir más seguido, y me dejó en claro que siempre que lo hiciera intentaría hacer una videollamda. No podía mostrarle a Demian enfundado en un vestido que solía ser de Gemma.
Sin embargo, el nombre en la pantalla de mi celular no era el de Evan. Sino el de Sean. Enarqué una ceja al instante. Si bien habíamos quedado en mantener el contacto, no habíamos hablado mucho desde mi viaje a Nueva York, antes de que Demian naciera. Solo intercambiamos algunos mensajes de textos y fotografías de nuestros hijos.
—¿Hola? —atendí.
—Hola, Brenda. ¿Cómo estás?
Ladeé la cabeza. La tiara comenzó a deslizarse de mi cabeza.
—Mami, quédate quieta —me regañó Sophia, y acomodó la tiara.
—Lo siento. Estoy bien, Sean. ¿Qué hay de ti? ¿A qué se debe tu repentino llamado?
Él rio en voz baja, seguramente habiendo oído a Sophia.
—En realidad, tengo un favor que pedirte...
Alcé las cejas. ¿Un favor? Estábamos bastante lejos, ¿qué podría hacer a esta distancia?
—Dime qué necesitas y veré qué puedo hacer.
Sean se quedó en silencio un instante. ¿Acaso se sentía inseguro de pedirme lo que sea que necesitaba ahora que estaba hablando conmigo?
—¿Hay alguna posibilidad de que Ansel y Rachel vayan a Goldenwood y se queden un tiempo?
Ah, vaya. De todas las cosas que pensé que me diría, no me esperaba esa.
—Ansel y Rachel... ¿Y qué hay de ti?
Gemma me miró, habiendo escuchado los nombres. Era increíble cómo habían pasado dos años y aún recordaba Ansel.
—Yo no puedo ir, debo seguir trabajando. Les enviaré dinero.
Negué con la cabeza.
—El dinero no es un problema y que vengan aquí tampoco lo es. Hay espacio de sobra en mi casa, o puedo conseguirles un apartamento en Goldenwood si prefieren estar...
—No, no —interrumpió Sean—. No quiero... Imponer, pero prefiero que no estén solos. Pensé que si estaban en un lugar tan bonito como Goldenwood y rodeados de una familia feliz como la tuya...
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Entre tú y yo
Short StoryPorque su historia es muy linda como para tener un final. Sigue a Brenda y a Evan a través de los años. *Es necesario leer "Mitades perfectas" para entender estos cuentos cortos.