09

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Candace despertó sola esa mañana, pero feliz. La anoche anterior había sido asombrosa, una de las mejores de su vida. Se desperezó, arrastrando su piel desnuda por las sábanas de seda. Era como si alguien más la estuviera acariciando.

Se levantó, entusiasmada, y disfrutó de los dolores que le imponía su cuerpo mientras caminaba hacia el baño. Se duchó, se enfundó en un vestido floreado que le llegaba hasta los tobillos y se calzó una sandalias planas. Cuando salió del armario, Souffiane estaba en la habitación con las manos en las caderas, mirándola con acusación.

—Su suponía que yo te despertara con el desayuno, Candace. Has arruinado la sorpresa por completo —resopló—. Siempre haces eso —masculló.

Ella estaba enternecida. Mientras él le fruncía a la bandeja con la comida, ella se acercó lentamente y dejó un beso en su mejilla. Él siempre quería hacer las cosas de la manera más tradicional y caballerosa, y ella nunca llegaba a permitírselo. No porque no quisiera, sino porque estaba acostumbrada a todo lo contrario.

Brenda le había contado que Evan y Souffiane habían tenido una conversación, en donde el príncipe le decía que si estaban esperando un hijo ya no podían vivir en ese apartamento. A Candace no le importaba realmente, pero la razón por la que él quería mudarse era porque era el mismo lugar en el que vivía hacía siete años.

No esperó que comprara una casa en el barrio más caro de Goldenwood. No era una mansión como la de los príncipes, pero era hermosa. Su sorpresa había sido enorme cuando vio que uno de los cuartos de invitados tenía algunas cosas de bebé. Estaba contenta de que no hubiera comprado nada, pues aún no sabían si sería una ella o un él.

Lo amaba. Lo amaba tanto. Ciertamente, no había sido amor a primera vista, pero todos esos mensajes y llamadas mientras ella estaba a la distancia habían sido prueba suficiente de que debía estar con él. A Souffiane le gustaban las bromas; sin embargo, cuando hablaba en serio, realmente era en serio.

—Lo lamento. La próxima dímelo así me quedo en la cama un rato más.

Los ojos grises de su novio se suavizaron. Se encogió de hombros.

—No me importa si puedo ver esa sonrisa tuya.

Ella rio y se dejó caer en su pecho. Era como ser abrazada por calidez pura.

Un rato más tarde, su teléfono comenzó a sonar. Cuando vio el identificador, dudo en atender, pues era su madre y las últimas conversaciones entre ellas no habían sido de lo más lindas. Aún pensándolo, tenía la certeza de que no podría ignorar la llamada. Con un suspiro, presionó el verde.

—Hola, mamá.

—Candace, querida. ¿Cómo andas? ¿Cómo te sientes?

Rio entre dientes.

—Estoy bien mamá. Nunca he estado mejor.

En lugar de ponerse feliz por su hija, la señora Winters suspró con pesar.

—Me gustaría que estés aquí con nosotros en este momento. Podría ayudarte con todo lo que necesites y darte consejos y...

—No —la acalló, cansada—. Mamá, yo vivo aquí ahora. Ambos, tú y papá, son bienvenidos de quedarse en nuestra casa cuando lo deseen. No iré a Nueva York pronto y lo sabes. Ya estoy grande como para que dudes cada uno de mis movimientos.

Desde que había vuelto a Goldenwood para quedarse definitivamente con su amiga y el amor de su vida, su madre se había opuesto. Tenía esta idea de que como ella pertenecía a Nueva York, porque había nacido allí, debía formar y continuar tu vida ahí. Pero Candace no quería eso. Ese siempre sería su provenir, Goldenwood era su hogar desde hacía tiempo. Nada cambiaría eso.

—Cariño, por favor, piénsalo.

—No, mamá —espetó, ya enojada. Y era extraño, porque ella raramente se enojaba, su paciencia era casi eterna. Sin embargo, hacía tanto tiempo que su madre la perseguía con esto, que estaba demasiado harta—. Si es para hablar de esto, prefiero que no me llames más. Yo tengo mi vida aquí, acéptalo.

Finalizó la llamada y dejó el celular a un lado. Se frotó el rostro con las manos, exhalando con fuerza. Supo que Souffiane estaba detrás de ella antes de que siquiera abriera la boca.

—¿Estás bien?

Se enderezó y giró para enfrentarse a él. Le sonrió, porque no estaba bien, estaba perfecta y todo gracias a él. Besó sus labios y se abrazó a su cuello, demostrándole que le importaba poco y nada lo que su madre pensara, su lugar estaba ahí con él. Fuera en Goldenwood o cualquier otra parte del mundo, su corazón y alma le pertenecían a él.

Souffiane se aferró a su cintura, devolviéndole el beso. Sentía que estaba vertiendo su amor por medio de sus labios. Él movió una mano hacia su quijada y se separó apenas un poco, respirando de manera entrecortada. La miró a los ojos y sonrió.

—Cásate conmigo, Candace —dijo en un mero murmullo.

Sus ojos se abrieron a la par, con sorpresa y asombro. De pronto era como si su corazón amagara con salirse de su pecho, latiendo descontrolado y gritándole la respuesta. Era tan obvio y, sin embargo, le costaba modular. Se le escapó un sollozo de felicidad.

—Sí —susurró.

No tenía idea de qué le deparaba con este hombre a su lado; la única certeza que tenía era que sería inmensamente feliz. Entonces, ¿qué más importaba?


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Ufff, cursi, lo sé xD Pero es que estos dos tienen que ser así. Además, hace falta un poco de azúcar porque después se viene lo que algunas ya me estuvieron pidiendo: una discusión entre Brenda y Evan. 

Algo a parte; estoy pensando en hacer un grupo en Facebook para mis lectores. Como son ustedes son aludidos, díganme qué les parece :) Así publicarles adelantos, imágenes y demás. Por supuesto que no sería solo para MP, sino para mis otras historias también. ¿Qué les parece? :3 

¡Hasta la próxima!

Besines <3 

Entre tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora