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Gemma no volvió a mencionar nada con respecto a la música que había escuchado aquella noche. No estaba segura si se debía a que realmente no volvió a escucharla, o si en realidad nunca había dejado de oírla. Quizás me había visto preocupada, o quizás se acostumbró, pero no volvió a mencionarlo y no volví a encontrarla fuera de su cama a horas extrañas.

Sí la había visto un par de veces como abstraída en sus propios pensamientos, mirando a la nada, pero siempre que la llamaba respondía al instante y decía que estaba pensando. ¿Acaso podía no creerle? Siempre decía la verdad, me costaba creer que justo ahora comenzara a mentir.

Sin embargo, ese solo hecho hizo que la atención que le daba a cada uno de mis hijos aumentara y, a pesar de haber discutido con Evan el hecho de tener otro bebé en un futuro cercano, puse el tema en pausa. Demian acababa de cumplir un año solo un par de meses atrás, y Gemma y Sophia seguían siendo pequeñas, tenían cinco y tres años. Quería pasar más tiempo con ellos, y con mi bonito esposo, antes de tener las manos llenas con más bebés.

Evan había querido lanzarse de lleno y tener otro seguidito detrás de Demian, y noté que se vio algo decepcionado cuando le dije que no.

—¿Por qué no? Sería el primero que buscamos en serio. ¿No quieres algo así?

Me costaba decirle que no, si era sincera. Me miraba con esos ojos verdes y con expresión de perro mojado, al igual que mucho entusiasmo —parecía que a él le gustaban los bebés más que a mí—. Pero no podía.

Suspiré y me senté sobre el sofá de la sala familiar, justo después de haber logrado que Demian se quedara dormido para una siesta. Gemma y Sophia estaban jugando afuera con la nieve, y podíamos verlas a través del ventanal.

—Tenemos tres hijos pequeños —respondí—. Sé que sabes que no me gusta usar métodos anticonceptivos, pero tendremos que hacerlo. No quiero tener más hijos. Por ahora —agregué al notar que se veía muy decepcionado.

Él también suspiró y se sentó a mi lado.

Ambos giramos hacia el ventanal al oír que las niñas reían. Estaban intentando armar un muñeco de nieve. Por el momento, se veía bastante deforme.

—¿Sigues preocupada por Gemma? —murmuró.

—Soy la madre de tres niños pequeños —repliqué—. Siempre estoy preocupada. Pero... Sí. Siento que necesito prestarles más atención. Cuando vi a Gemma parada ahí, emocionada hasta las lágrimas, descalza... —Negué con la cabeza—. Sentí que había dejado de mirarla. Que me había perdido de algo. Y no quiero volver a sentirme así.

Evan pasó su brazo por mis hombros y apuntó hacia la ventana. Las niñas ahora habían pegado la nariz contra la ventana y también estaban pegando la lengua, haciendo caras extrañas. Se me escapó una risa entre una cara de asco. Realmente esperaba que esos vidrios estuvieran limpios...

—Están bien.

—Sé que están bien. Solo... —suspiré, algo frustrada por no poder explicar lo que sentía—. Solo quiero más tiempo con ellos antes de tener que darle mi atención a otro bebé. Somos jóvenes, Evan. Tengo 24 años, tú 28. Tenemos bastante tiempo para tener un hijo más. Sí, no importa cómo me mires, pretendo pasar solo por un embarazo más. Mi espalda me odia.

Evan levantó a Demian de su carriola y se acomodó contra el respaldo del sofá. El bebé ni se inmutó, solo continuó durmiendo contra el pecho de su padre.

—Entonces solo me queda rezar para que tengamos otro niño.

Sonreí ligeramente.

—¿Quieres otro niño?

Él se encogió de hombros.

—Dos niñas y dos niños. Seríamos tres mujeres y tres hombres. Me gusta el equilibrio.

Puse los ojos en blanco. Noté que Kashi se acercó adormilado hacia el sofá y dejé que subiera a mi derecha. El perro apoyó su cabeza sobre mi muslo y continuó durmiendo. Lo acaricié detrás de las orejas.

El resto de la familia, a excepción de Jackie, se veía bastante horrorizada cuando veían que Evan y yo dejábamos que el perro se subiera los sillones.

—Solo quiero que quede claro —musité y levanté la mirada hacia Gemma y Sophia, quienes ahora se encontraban haciendo ángeles en la nieve—, que sí quiero tener un hijo más. Seríamos una familia de seis y suena lindo. Y, bueno, me gusta ser una mamá joven. Pero no por ahora. Mi espalda y yo necesitamos un descanso.

Evan acarició el cabello oscuro de Demian.

—Supongo que no me queda otra opción que aceptarlo, eres tú quien los lleva dentro por nueve meses.

Sonreí y dejé un beso en su mejilla.

—Gracias. Ahora te dejaré tener un rato entre chicos con Kashi y Demian y me iré a jugar a la nieve con Gemma y Sophia.

Él lució contento de quedarse con el bebé y el perro dormidos, pero abrí mejor las cortinas porque sabía que querría vernos desde adentro. Me abrigué un poco y salí al patio con mis hijas. Cuando salí, ambas habían destruido la parte de arriba del muñeco de nieve y estaban intentando formar la parte de abajo de manera esférica.

—¿Cómo les está yendo? —pregunté a modo de saludo, aunque podía ver cómo iban.

Gemma, quien estaba formando la nieve con sus manos enfundadas en guantes, me miró con desaprobación.

—Mami, estás muy desabrigada.

Me crucé de brazos. Llevaba un suéter arriba de una camiseta cuello tortuga y mangas largas, pero me había puesto botas de invierno, una buena bufanda y un gorro.

—Estoy bien.

—Pero nosotras tenemos chaquetas y pantalones impermeables.

Me arrepentía de haberle enseñado la palabra impermeable, ahora me la echaba en cara siempre que no me ponía algo que no fuera, en efecto, impermeable para salir a la nieve o a la lluvia.

—Ustedes son pequeñas. Yo solo vine a saludarlas para ver si necesitaban ayuda antes de... Impermeabilizarme.

Gemma entornó los ojos.

—Impermabli... zar...

Sonreí. Era una rápida aprendiz, pero me alegraba que algunas cosas todavía le costaran.

—Mami, ayuda —dijo Sophia—. El muñeco es feo.

Reí en voz baja y asentí.

—Bien. Ahora que veo que precisan y quieren mi ayuda, iré a ponerme algo más abrigado. ¿Contenta? —le pregunté a Gemma.

Ella lucía entretenida al asentir con la cabeza. Di la media vuelta y volví a casa para ponerme ropa impermeable de nieve. Se me escapó otra sonrisa, al escuchar lo que les dije hacer eco en mi mente, la ironía de haber dicho esas palabras en voz alta luego de habérselo dicho a Evan.

Todavía necesitaban mi ayuda para crecer, aprender y jugar, y otro bebé ahora mismo solo haría las cosas más difíciles. Confirmé, una vez más, que mi decisión de no tener más hijos por el momento era la correcta.

Terminé de cambiarme y corrí feliz a ayudar a mis hijas.


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aviso que desde ahora en más puede que los años (me refiero a las edades de los personajes) entre un capítulo y otro empiecen a pasar más rápido.

gracias por mensajes de felicidad y entusiasmo en el capítulo anterior, me alegra saber que no soy la única emocionada por más de estos personajes y esta historia n_n

Entre tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora