Extra de edición - Capítulo 19

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Me encontró un momento después, quitándome la blusa que llevaba puesta dentro del armario. No era que lo necesitara, sino que tenía ganas de ponerme algo más cómodo. No tuve tiempo de sentirme cohibida cuando sus ojos viajaron por mi torso desnudo, ya que al instante su cuerpo chocó con el mío en un abrazo. Encerró mi cintura y escondió su rostro en mi cuello. Lo sentí suspirar.

—¿Está todo bien?

Se quedó en silencio, lo que me alertó por un momento. Iba a repetir mi pregunta, cuando se separó de mí lo suficiente para mirar en mis ojos. Continuó sin decir nada, observando mis facciones con detalle. Una mano subió a mi quijada y su frente cayó sobre la mía, provocando que mis ojos se cerraran.

—Te amo tanto, tanto, tanto.

Exhalé con una sonrisa y, acercándolo con mi mano en su cuello, lo besé. Masajeando mis labios sobre los suyos, le demostré que yo me sentía exactamente igual. Su respuesta fue casi inmediata: la mano que aún estaba en mi cintura cerró la distancia entre nuestros cuerpos, su palma cálida sobre mi piel, y los dedos de la otra se colaron por mi nuca.

No sé por qué me sentía tan confianzuda conmigo misma, quizá porque tenía la sensación de que nos habíamos deshecho de Isabelle de una vez por todas o porque tenía esta necesidad dentro de mí desde que Gemma había nacido, pero acaricié con lentitud su lengua con la mía. Evan gruñó e hizo algo que me sorprendió, algo que nunca pensé que haría.

Bajó su mano hacia mi trasero y me acercó aún más a él, si eso era posible; me gustaba, pues él nunca era nada más que respetuoso y tierno. Entendí, entonces, que no era la única que deseaba estar con él de esa manera otra vez. Y esta vez no sería igual; esta vez era porque nosotros lo queríamos.

Se me escapó un gemido bajito cuando sentí que él me deseaba tanto como yo a él. Enredé mi mano en su cabello sedoso y continué besándolo con todo el amor que albergaba en mi corazón, con toda la pasión que deberíamos haber compartido más de esa única vez casi un año atrás.

—¿Dónde está Gemma? —preguntó a milímetros de mi boca.

—Durmiendo —susurré.

Miró mis ojos un momento, antes de levantar su índice y salir de la habitación. Me sentía fría sin su tacto, pero creí entender qué quería hacer. Salí del armario y volví al dormitorio, donde la luz se colaba brillante por las cortinas. Me mordí el labio, sintiéndome estúpida, y me acerqué a cerrarles completamente. Aún entraba algo de luz, aunque no tanto como antes.

Me di cuenta que Evan volvió cuando escuché el sonido de la llave en la puerta. Giré para sonreírle, pero sus labios ya estaban de nuevo en los míos y mi cuerpo envuelto en sus brazos. Mi lugar favorito en el mundo.

Tardé un segundo en ser consciente de que él seguía con la camisa puesta, por lo que comencé a desabotonar con paciencia y desespero al mismo tiempo, mientras su lengua y la mía estaban inmersos en un baile lento y pasional. Cuanto ya no quedaban botones pasé mi yemas por su pectorales y abdominales, admirando la suavidad de su piel y cómo sus músculos se contraían con mis caricias. Luego, despacio, pasé mis manos con sus hombros para que la prenda cayera.

Evan sonrío en medio del beso y mis manos volvieron a la posición inicial. Una de las suyas se coló entre mi piel y el prendedor del sostén, acariciando mi espalda. Comenzó a caminar, impulsándome hacia donde estaba la cama. Cuando la parte de atrás de mis rodillas tocó el borde me empujó ligeramente, haciendo que cayera de espaldas al colchón.

Me dio una sonrisa que prometía muchas cosas, pero que lo que más denotaba era amor. Puro y sensacional. Lo llamé con mi índice, sonriéndole pícara, y él negó con la cabeza antes de quitarse los zapatos y las medias. Me dio una mirada rápida antes de quitarse los pantalones y el calzoncillo de un tirón.

Entre tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora