La cara de Evan fue poema cuando le dije que Ansel y Rachel vendrían pronto a Goldenwood. Pude ver que se sentía algo inseguro sobre todo el asunto, lo cual me hizo recordar ese incidente más de dos años atrás, cuando se puso celoso de lo que podría haber sido. Lo que, por consecuente, me hizo molestarlo un poco. Al final eso lo animó y me dijo que eran bienvenidos a quedarse cuanto tiempo quisieran.
Ahora ya habían pasado tres meses desde su llegada y, debía admitir, me acostumbré demasiado rápido a tenerlos en mi casa. Quizás, al final, era como Evan y me gustaba que la casa estuviera llena de sonidos de gente viviendo en ella, dándole vida.
Ansel, en realidad, no era para nada revoltoso. Era la persona menos ruidosa en toda la casa, lo que no me sorprendió. También, Rachel había decidido que no importaba cuánto tiempo se quedaran, no quería que su hijo no tuviera educación, por lo que estaba asistiendo una escuela aquí en Goldenwood. Tampoco me sorprendió ver que era un muy buen estudiante.
Gemma, por supuesto, era quien más feliz se encontraba con todo el asunto. Por suerte no molestaba a Ansel tanto como pensé que haría. La verdad era que ahora que había pasado un tiempo, podían hacer cosas juntos, (aunque él seguía insistiendo que ella era fastidiosa). Como ahora mismo, por ejemplo, que estaban armando un muñeco de nieve en el pequeño claro que se encontraba en el parque de nuestro terreno. Sophia estaba con ellos.
—Ansel se ve entusiasmado —dijo Rachel a mi derecha—. Es la primera vez que tiene la oportunidad de hacer un muñeco de nieve.
Era comprensible. En Nueva York nevaba, pero si no tenías un jardín era complicado juntar tanta nieve como para poder hacer uno.
Rachel se había convertido, rápidamente, en una buena amiga. Era fácil confiar en ella y sus consejos también eran de primerísima calidad, sobretodo cuando se trataba de la maternidad. Fue madre soltera por un buen tiempo, después de todo.
Era verdad que se la notaba deprimida al llegar a Goldenwood. Sean me comentó que nunca salía de casa y, siempre que podía, dormía. Sin embargo, y quizás porque llegaron en una estación muy apropiada, apenas entramos a la ciudad, sus ojos se iluminaron. Las hojas de los árboles estaban teñidas de naranjas, ocres y marrones, a excepción de algunos de hojas perenne, que aún se mantenían verdes. Mi deseo era que llegaran a ver la primavera, la mejor estación en Goldenwood: la estación de los floristas. Eran quienes realmente se lucían en la primavera, con sus arreglos exteriores y pequeños ramos que ofrecían por doquier. Incluso las jóvenes adornaban sus cabellos con flores.
Primavera había sido la primer estación que viví en Goldenwood y la cantidad de flores que adornaban los locales y casas de la ciudad fue lo primero que me llamó la atención. Quería que Ansel y Rachel también pudieran ser testigos de lo vivaz y colorido que era el pequeño reino.
Aunque, por ahora, el otoño y el invierno parecían haber sido suficientes para sacar a Rachel de su estupor. Ahora incluso ayudaba a cocinar cuando veía que Nenna necesitaba un descanso. Y Rachel... era muy buena cocinera.
—La verdad todavía no puedo distinguir si está entusiasmado —admití—, pero sí puedo ver qué está enfocado en moldear esa esfera de nieve.
Rachel largó una risa. Ya estaba acostumbrada a mis momentos de honestidad.
—Sí, está muy enfocado. Sé que no lo parece, pero es diligente.
Le creía, porque lo había visto. Me acerqué a ella para quitar los mocos de la nariz de Demian, quien estaba dormido en su regazo. Había estado jugando en la nieve momentos atrás, pero luego corrió hacia nosotras, bostezó y casi se quedaba dormido estando de pie. Rachel lo sujetó antes de que cayera al suelo.
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Entre tú y yo
Short StoryPorque su historia es muy linda como para tener un final. Sigue a Brenda y a Evan a través de los años. *Es necesario leer "Mitades perfectas" para entender estos cuentos cortos.